¿Se extendió el Islam por la espada? Una mirada crítica a las conversiones forzadas
Acerca del autor
HASSAM MUNIR
Hassam Munir está cursando una maestría en Historia del Mediterráneo y del Medio Oriente en la Universidad de Toronto. Sus principales intereses de investigación actuales son la Historia intelectual islámica y el uso de la tecnología digital (y la realidad virtual en particular) como una herramienta pedagógica para el estudio de la Historia Islámica. Tiene experiencia en los campos del periodismo y la Historia pública, y fue reconocido como un Historiador en Ascenso en los Premios Heritage del 2017
Resumen
El asunto de las conversiones forzadas al Islam en la Historia es una piedra angular de la narrativa de la “propagación por la espada”, la cual data de siglos, y que ha sido (y sigue siendo) utilizada para demonizar al Islam y a los musulmanes. Sin embargo, muchos historiadores destacados actuales han desafiado esta narrativa. Reconocen que ha habido casos de conversiones forzadas, pero también que estas fueron raras, excepcionales, y ocurrieron en contextos particulares, y en violación a la prohibición coránica de esta práctica. Este artículo provee un escrutinio superficial de algunos de los argumentos que han sido usados para desacreditar esta narrativa y examina tres casos de conversiones forzadas al Islam en la Historia: la propagación del Islam en el Sur de Asia, el sistema devshirme de los otomanos, y el “decreto de los huérfanos” del Imam Yahia en Yemen.
Introducción
Los historiadores describen al Islam como la más joven de entre las mayores religiones del mundo, habiendo surgido en los comienzos del siglo VII. Dentro del siglo posterior a la muerte del Profeta Muhammad ﷺ, los primeros musulmanes establecieron un imperio que se extendía desde la actual España en el oeste hasta la India en el este. Mucha de esa gente que fue conquistada en este proceso eventualmente abrazó el Islam, sentando las bases para la actual comunidad musulmana global, la cual es ampliamente considerada como el segundo grupo religioso más grande de mundo y el de más rápido crecimiento. [1]
El tremendo éxito numérico de lo que el cristianismo europeo consideraba como una “malvada religión” ha desconcertado a los observadores por siglos. La única respuesta concebible, en las mentes de muchos, era (y es) que el Islam inicialmente se debió propagar a través de su “crueldad bestial” inherente, como dijo Pedro el Venerable en el siglo XII[2]. Desde esta perspectiva, el tamaño y crecimiento actual de la comunidad musulmana es un producto de episodios de la Historia durante la cual el Islam fue “transmitido a punta de espada”.
Un “factor” clave de esta narrativa de la propagación de la espada es la noción de conversiones forzadas de no musulmanes al Islam. Esta es parte de una constelación de “factores” cuestionables que han sido reutilizados muchas veces en la Historia. Pedro el Venerable, a pesar de que él generalmente era un defensor del estudio académico del Islam (con el propósito de refutarlo), escribió sus palabras mordaces en el contexto de las Cruzadas. En siglos posteriores, los colonizadores europeos (tales como los británicos en la India) intentaron convencer a sus súbditos no musulmanes de su propia benevolencia comparándola con la crueldad―real o imaginaria―de anteriores conquistadores musulmanes[3]. Hoy, la industria de la islamofobia relaciona al Islam y los musulmanes con la barbarie y el terrorismo, y lo justifica cuidadosamente presentando al Islam siendo propagado “por la espada”. [4]
Por supuesto, esta narrativa no es del todo infundada. Ha habido ciertos casos en la Historia de musulmanes que ignoraron las enseñanzas islámicas y se comportaron de manera cruel con los no musulmanes, incluidos casos de conversión forzada, al igual que miembros de otros grupos han cometido actos de maldad (por ejemplo, las Cruzadas, la Inquisición española) que han infringido los principios de su propia religión. Los individuos y grupos inescrupulosos tratarán de instrumentalizar políticamente cualquier ideología o fe que puedan, y cada evento debe ser debidamente investigado y condenado. Pero mirar un grupo selecto de incidentes y saltar a la conclusión reduccionista de que el Islam fue «propagado por la espada»―sin analizar las muchas variables que dan forma al curso de los eventos en cada caso particular―es un acto flagrante de deshonestidad intelectual y un obstáculo para la comprensión y la reconciliación.
Este artículo describe brevemente algunos de los argumentos que los historiadores han usado para desafiar la narrativa de la propagación por la espada y, en particular, la cuestión de las conversiones forzadas al Islam en la Historia.
Las Posiciones de los Historiadores
La noción del Islam siendo “difundido a punta de espada” se remonta a las Cruzadas y siguió siendo la piedra angular de las polémicas anti islámicas de los cristianos europeos por siglos. Fue retomada a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX por académicos orientalistas tales como Sir William Muir[5], muchos de los cuales―como los funcionarios coloniales británicos y/o misioneros cristianos activos―estaban en una posición de beneficio al vilipendiar el Islam ante la audiencia no musulmana (es decir, “divide y vencerás”). Los orientalistas cristalizaron y legitimaron la historia oral tradicional anterior―o mitología, utilizando el término de William McNeill[6]―y al hacerlo “tradujeron memoria histórica sacadas de mitos a hechos, con una actitud científica racional”. [7]
Sin embargo, incluso en las filas de los orientalistas hubo personas, como Sir Thomas Arnold y De Lacy O’Leary, que cortaron la narrativa de las conversiones forzadas al Islam. O’Leary escribió en 1923 que «la leyenda de los musulmanes fanáticos barriendo el mundo y forzando al Islam con la espada sobre las razas conquistadas es uno de los mitos más fantásticamente absurdos que los historiadores han repetido».[8]
El renombrado historiador Marshall Hodgson, en su obra pionera The Venture of Islam, articuló esencialmente la misma posición.[9] Más recientemente, Ira Lapidus escribió en A History of Islamic Societies que “los eruditos europeos creían que las conversiones al Islam se hacían a punta de espada y que los pueblos conquistados tenían la opción de convertirse o morir. Ahora es evidente que la conversión por la fuerza, aunque no es desconocida en los países musulmanes, era, de hecho, rara. Los conquistadores musulmanes solían querer dominar en lugar de convertir, y la mayoría de las conversiones al Islam eran voluntarias».[10]
Además de los historiadores citados a lo largo de este artículo, Jamal Malik, Jonathan Berkey y Kevin Barrett son algunos de los muchos otros historiadores que han desafiado y desacreditado la narrativa de la «propagación por la espada».[11]
«No hay compulsión en la religión»
Que las conversiones al Islam hayan sido raras y excepcionales en la Historia no sorprende a aquellos familiarizados con el principio coránico: «Que no haya compulsión en la religión, porque la verdad se destaca claramente de la falsedad» (Corán 2: 256)[12]. El destacado mufassir clásico (comentarista) del Corán, Ismāʿīl ibn Kathīr (m. 1373), dijo que este pasaje significa, “no fuercen a nadie a convertirse en musulmán, porque el Islam es simple y claro, y sus pruebas son simples y claras. Entonces, no hay necesidad de forzar a nadie a abrazar el Islam”. [13] Los musulmanes tienen la responsabilidad colectiva de compartir el mensaje del Islam, pero la forma normativa de hacerlo se describe claramente en el Corán: «Invita a todos al Camino de tu Señor con sabiduría y amable consejo, y solo debate con ellos de la mejor manera” (Corán 16: 125).
Incluso en los casos de guerra autorizada por el Islam, se suponía que los ejércitos musulmanes ofrecían a los no musulmanes la opción de “conversión al Islam; pago del jizya y aceptación del estatus de dhimmi; o probar la suerte de la guerra. Si los adversarios elegían la última de estas tres y luego perdían, se enfrentaban a la expropiación, la esclavitud o incluso la muerte. Incluso entonces, sin embargo, no se los convertía a la fuerza».[14]
La segunda opción ha sido calificada de manera despectiva como «dhimmitud» por Bat Ye’or.[15] Ye’or y otros han argumentado que el requisito de pagar el jizya y mantener el estatus de dhimmi era una forma de «compulsión en la religión». La posición de Ye’or ha sido cuestionada por eminentes historiadores, incluido Bernard Lewis ―quien no puede ser acusado creíblemente de revisionismo apologético, dado que sus propios puntos de vista en otros contextos están lejos de ser «amigables con los musulmanes»― y de Chase Robinson.[16]
El sistema de dhimma estaba “de acuerdo con la costumbre habitual de todas las sociedades medievales donde todas las comunidades religiosas no dominantes estaban afectadas” y, para la comparación, “no hay duda de que la historia del dhimma resulta mejor que el trato de los no cristianos en Europa durante la mayor parte de la era pre-moderna».[17] Aunque ciertamente hay ejemplos de abuso de este sistema―como el del «califa loco» Al-Hākim (r. 996-1021) de la dinastia Fatimi[18] ―estos son raros y «A menudo ocurrió en las franjas externas del mundo islámico, especialmente en presencia de una amenaza viniendo de fuera».[19]
Historia Islámica Temprana
El famoso tratado entre Sofronio, el patriarca de Jerusalén y el segundo califa musulmán, ʿUmar ibn al-Khattāb (fallecido en el año 644), nos da un ejemplo de un acuerdo de dhimma en el que se prohibió explícitamente la conversión forzada:
Esta es la garantía de seguridad [amān] que el siervo de Dios, ʿUmar, el Comandante de los Fieles, ha dado a la gente de Jerusalén. Les ha dado una garantía de seguridad para sí mismos, para sus propiedades, sus iglesias, sus cruces, los enfermos y saludables de la ciudad y para todos los rituales que pertenecen a su religión. Sus iglesias no serán habitadas por los musulmanes y no serán destruidas. Ni ellos, ni la tierra en la que se encuentran, ni su cruz, ni sus propiedades serán dañados. No se convertirán por la fuerza…[20]
«En general, se considera que Umar fue uno de los líderes musulmanes más estrictos, y Jerusalén es una ciudad muy importante para los musulmanes. Podría esperarse, entonces, que si los primeros musulmanes estuvieran tan interesados en convertir por la fuerza a los no musulmanes al Islam, ‘Umar ciertamente no habría hecho una excepción para Jerusalén. Ejemplos similares se encuentran dispersos a lo largo de la historia islámica, como el acuerdo (en el 713) entre ʿAbd al-ʿAzīz ibn Mūsa y Theodemir de que «ellos [es decir, los seguidores de Theodemir en España] no serán obligados en cuestiones de religión, sus iglesias no serán quemadas, ni se les quitarán sus objetos sagrados… «[21]
Fue en parte debido a tales protecciones que «durante al menos dos siglos la mayoría de los habitantes del imperio islámico no eran musulmanes».[22] Además, según Hugh Kennedy, la conversión forzada al Islam era «casi imposible» después de las primeras conquistas musulmanas, ya que los musulmanes eran una pequeña minoría en las áreas recién conquistadas―tal vez alrededor del 10% de la población en Egipto y el 20% en Irak». En estas circunstancias, obligar a las personas que no están dispuestas a convertirse estaba fuera de discusión».[23]
En las regiones conquistadas por los musulmanes en el año 732 (es decir, en el primer siglo después del profeta Muhammad ﷺ), el Islam no se convirtió en una religión mayoritaria sino hasta los años 850-1050. Casi todo Irán, por ejemplo, había sido conquistado en el año 705; sin embargo, la investigación empírica realizada por Richard Bulliet ha demostrado que fue solo a mediados del siglo IX cuando la población musulmana de Irán alcanzó el 50%, y esa cifra tardó casi otro siglo en llegar al 75%.[24] Como algunos historiadores han señalado, «si la conversión forzada al Islam hubiera sido el ímpetu detrás de las conquistas, fue un fracaso miserable»[25].
Incluso se ha argumentado que, lejos de obligar a los no musulmanes a convertirse al Islam, muchos gobernantes musulmanes en realidad prefirieron gobernar a los no musulmanes y recolectar el jizya de ellos. Una razón para esto fue que las colecciones zakāt (caridad obligatoria para los musulmanes) a menudo se redistribuían localmente en las provincias y solo podían usarse de cierta manera, pero el jizya se enviaba al tesoro central en la capital, se pagaba en efectivo, y podría ser utilizado a discreción de un gobernante.[26]
Un caso relevante llevó a que el general omeya Jarrāh ibn ʿAbdullāh al-Hakami (fallecido en el 730) fuera sacado de su puesto por el califa, ʿUmar ibn ʿAbd al-Azīz. Al-Hakami había estado gobernando en Jorasán, y en realidad impidió que sus súbditos abrazaran el Islam y continuó exigiendo el jizya incluso a aquellos que se convirtieron al Islam. «De hecho, solo abrazaron el Islam para evitar pagarlo», les dijo. ʿUmar ibn ʿAbd al-Azīz lo sacó de su puesto y dijo: «Allāh envió a Muhammad ﷺ como predicador y no como recaudador de impuestos».[27]
La conversión podría ser desalentada efectivamente por otras razones y de otras maneras. Un ejemplo es el de Haydar ibn Kāwūs (fallecido en el 841), un general del califa Abasí, al-Muʿtasim, y gobernante de un pequeño principado en Asia Central llamado Ushrusana. Aunque era musulmán, había llegado a un acuerdo con sus súbditos no musulmanes de no permitir el daʿwah (invitación al Islam) dentro de Ushrusana y mantuvo su palabra, castigando a dos musulmanes por predicar en su jurisdicción. Luego enfrentó el juicio en la corte de Muʿtasim por hacer esto.[28]
Ciertamente hubo casos de conversión forzada al Islam en el curso de la Historia, pero a menudo fueron mucho más complejos y matizados de lo que la narrativa de la «propagación por la espada», la cual es reduccionista e intencionalmente engañosa, lo hace parecer. Veamos brevemente algunos ejemplos, teniendo en cuenta que hay muchos otros ejemplos que deben ser debidamente investigados y, si es necesario y si es posible, deberían hacer que la comunidad musulmana tome medidas correctivas razonables.
Caso: Asia del Sur
Quizás los ejemplos más difundidos de conversión forzada al Islam en la historia provienen del sur de Asia. El historiador estadounidense Will Durant afirmó en 1935 que «la conquista mahometana de la India es probablemente la historia más sangrienta de la historia», explicando que «millones de hindúes se convirtieron al Islam durante este período» (es decir, 800-1700 d.C). (Curiosamente, Durant también declaró que «la mayoría de la historia es adivinar, y el resto es prejuicio»).Esta posición fue popularizada por los «historiadores-administradores» orientalistas británicos (por ejemplo, Henry Elliot) en la India en los siglos 19 y de principios del 20, y ha sido prestada y desarrollada por historiadores nacionalistas o incluso hindúes, como R.C. Majumdar y Koenraad Elst, respectivamente.
Quizá los ejemplos más ampliamente circulados de conversión forzada al Islam en la Historia vienen del sur de Asia. El historiador americano Will Durant sostuvo en 1935 que “la conquista mahometana de la India es probablemente la más sangrienta historia en la Historia”, explicando que millones de hindúes se convirtieron al Islam por la espada durante este período” (es decir, 800-1700 EC). [29] Curiosamente, Durant también declaró que “la mayor parte de la Historia es adivinar, y el resto es prejuicio”. [30] Esta posición fue popularizada por “historiadores-administradores” orientalistas británicos (por ejemplo, Henry Elliot) en India en el siglo XIX y principios del siglo XX, y ha sido tomado prestada y desarrollada por historiadores nacionalistas o partidarios de los hindúes tales como R.C. Majumdar y Koenraad Elst, respectivamente. [31]
Las predisposiciones problemáticas de Henry Elliot, Koenraad Elst, y otros historiadores que siguen esta línea de pensamiento han sido abordadas por otros en su campo. [32] Sin embargo, el defecto más significante de esta posición, como Pedro Hardy ha notado, es que “fuerza” y “conversión” nunca son definidas con precisión, dejando a uno asumir que una sociedad entera puede cambiar completamente su religión de identidad “simplemente porque tiene una espada en su cuello”. [33] En líneas similares, Rowena Robinson ha argumentado que “el razonamiento de que el Islam en la India se propagó por todos lados por la ‘fuerza’ o por la ‘espada’ es casi demasiado trillado, además de que en la mayoría de los casos es absolutamente falso, para siquiera considerarlo”. [34]
Por lo tanto, una frase destinada a significar que un grupo sometido a un ejército musulmán bajo coacción podría fácilmente, y quizás deliberadamente, ser malinterpretada en el sentido de que el grupo fue obligado o presionado a someterse a la religión del Islam.
Es más, Yohanan Friedmann ha apuntado que las frases encontradas en fuentes históricas persas que Elliot y sus seguidores han usado como evidencia para su posición son ambiguas y pueden ser interpretadas en diferentes maneras. “Se sometieron al Islam”, por ejemplo, se puede referir al Islam como religión, al estado musulmán, o al “ejército del Islam”, y usualmente una interpretación del contexto apoya a una de las dos últimas opciones. [35] Por consiguiente, una frase destinada a querer decir que un grupo se sometió bajo presión a un ejército musulmán podría fácilmente―y quizás deliberadamente―ser malinterpretada como diciendo que el grupo fue forzado o presionado a someterse a la religión del Islam.
Richard Eaton apunta que so la posición de la propagación por la espada fuera acertada, “uno esperaría que aquellas áreas expuestas más intensivamente y durante el más largo periodo de dominación por las dinastías musulmanas―eso sería, aquellos que fueron más expuestos a la ‘espada’―hoy contendrían el más grande número de musulmanes”. Sin embargo, de acuerdo con los más recientes censos confiables, la población de musulmanes era significativamente más alta en Punyab y Bengala (70-90%), ambas históricamente en las periferias del gobierno Indo-Musulmán, que lo que era en la llanura indogangética (10-15%), el corazón del gobierno musulmán.[36] Rowena Robinson señala que Eaton ha argumentado convincentemente que “el Islam se difundió entre los cultivadores bengalíes durante un período cuando los gobernantes musulmanes se oponían, de hecho, a la conversión”. [37]
Caso de Estudio: El sistema Devshirme del Imperio Otomano
El sistema devshirme de los otomanos es otro ejemplo de conversión forzada al Islam. En este sistema, los jóvenes cristianos fueron sistemáticamente retirados de sus familias, convertidos al Islam y entrenados para servir en la burocracia del imperio o en la fuerza militar personal del sultán, los jenízaros. Sin embargo, este mismo sistema a menudo «proporcionó a las minorías religiosas acceso ilimitado a los cargos gubernamentales más altos».[38] Un ejemplo es el de Sokullu Mehmet Pasha (fallecido en 1579), un eslavo de Bosnia que ascendió a través de la burocracia para convertirse en el gran visir del imperio, una posición desde la cual pudo apoyar a la comunidad cristiana de Bosnia, aunque él mismo permaneció musulmán.[39]
Por consiguiente, el propio sistema devshirme que estaba convirtiendo a la fuerza a los no musulmanes al Islam pudo en momentos también jugar un papel en preservar a las comunidades no musulmanas y protegerlas de conversiones forzadas en masa. Esto puede, en parte, explicar por qué las conversiones al Islam avanzaron tan lentamente en algunas partes del Imperio otomano. La región que forma la actual Albania, por ejemplo, fue gradualmente conquistada por los otomanos en el curso del siglo XV, pero la conversión al Islam solo despegó cerca de 200 años más tarde. [40]
Caso de Estudio: El «Decreto de los huérfanos» en Yemen
Otro caso de conversión forzada en la historia islámica es la del Decreto de los Huérfanos emitido por el Imam Yahya al-Mutawakkil (m. 1948) a principios del siglo XX. Después de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano derrumbado reconoció a Yahia como su sucesor en Yemen. Yahia entonces reclamó el “Gran Yemen”, partes del cual fueron gobernadas por los británicos o los políticos rivales de Yahia. Como líder de la comunidad Zaydī, Yahia también reintrodujo una ley Zaydī, parte de la cual contenía el “Decreto de los huérfanos” requiriendo que su gobierno convierta a la fuerza al Islam a los niños huérfanos judíos. [41]
Sin embargo, una mirada más cercana al caso del Decreto de los Huérfanos revela que aunque el mismo Imam Yahia presentó el decreto, hizo la vista gorda al contrabando de huérfanos judíos que los sacaba de Yemen para evitar la conversión, y en algunas ocasiones incluso él mismo facilitó este proceso.[42] Los judíos que huyeron de Yemen exageraron la cantidad de niños obligados a convertirse en un intento de ganar simpatía por la causa de ayudar a que más niños judíos escapen.[43] Sin embargo, los tutores o guardianes de muchos niños judíos les ayudaron a escapar hacia la jurisdicción del Imam Yahia en lugar de escapar fuera de ella, y encontraron refugio con el mismo régimen que estaba ostensiblemente dispuesto a obligarlos a convertirse al Islam.[44]
El Imam Yahia, por su parte, implementó el decreto de manera selectiva, y al hacerlo, reveló su razón para introducirlo en primer lugar: tenía poco que ver con el deseo de convertir por la fuerza a sus súbditos judíos al Islam, y más que ver con afirmar su autoridad en un entorno político inestable en un Yemen posterior a la Primera Guerra Mundial.[45] Aunque una narrativa reduccionista del Decreto de los Huérfanos puede presentarse de inmediato como un caso de Islam «propagado por la espada» entre los judíos de Yemen, es de destacar que las fuentes judías describen al Imam Yahia en términos muy favorables.[46] Al mismo tiempo, «los escritos judíos yemeníes discuten explícitamente la conversión forzada de los huérfanos judíos, pero se muestran reacios a mencionar las conversiones voluntarias».[47]
Conclusión
Los casos de estudio anteriores presentan ejemplos de conversión forzada al Islam en la Historia: en el caso del sur de Asia, existen motivos suficientes para creer que probablemente se produjeron algunas conversiones forzadas. Cualquiera de estos podría usarse fácilmente para justificar la narrativa (que ya tiene 800 años) de que el Islam se propagó por la espada. Y, sin embargo, incluso una investigación superficial de cada caso revela detalles que hacen pensar que no pueden usarse para justificar ninguno de estos casos, pero que pueden y deben recordarnos que los eventos históricos rara vez son tan simples como creemos fácilmente.
Los casos de estudio anteriores presentan ejemplos de conversiones forzadas al Islam en la Historia―en el caso del sur de Asia, hay suficientes bases para creer que algunas conversiones forzadas probablemente ocurrieron. Algunas de estas pudieron fácilmente ser usadas para justificar la narrativa de 800 años de que el Islam fue propagado por la espada. E incluso una investigación superficial de cada caso revela detalles que mueven a la reflexión que no pueden ser usados para justificar alguno de estos casos, pero puede—y debería—recordarnos que los eventos históricos son raramente tan simples como creemos.
Incluso la mayoría de los defensores de esta narrativa deben ciertamente ser conscientes de que la realidad es más complicada que eso. De hecho, Pedro el Venerable mismo, aun cuando citaba la “crueldad bestial” de los musulmanes como la única posible causa para la propagación del Islam, había pedido en privado a un colega escribir una refutación de las enseñanzas islámicas “para considerar y proveer para los miembros débiles de la Iglesia, quienes comúnmente se extraviaban o eran engañados por argumentos triviales”. [48] Claramente, Pedro sabía que al menos algunos no musulmanes respondían favorablemente a la predicación islámica.
En este artículo, deliberadamente he hecho un uso mínimo de ejemplos de la propagación pacifica del Islam en muchas―y, al menos en algún punto de la Historia, en todas―las regiones del mundo. El sudeste de Asia y África occidental, por ejemplo, son dos de las regiones con más grandes poblaciones de musulmanes en el mundo hoy, pero ninguna ha sido sometida significativamente a la “espada” por los musulmanes. [49]
He hecho esto porque el propósito de este artículo no es ocultar o encubrir el hecho de que probablemente haya habido casos reales de conversión forzada al Islam en la Historia. Estas pueden haber sido raras, excepcionales y en contra de las directivas claras de Corán, como se discutió anteriormente, pero esto ciertamente no significa que no ocurrieron o que podemos darnos el lujo de hacerles la vista gorda.
De hecho, el mensaje subyacente de la discusión es precisamente lo contrario. Necesitamos dejar de pasar por alto la Historia suscribiéndonos a narrativas superficiales (y a menudo demonizantes) como «el Islam se difundió por la espada» o, para el caso, que las sociedades musulmanas clásicas eran utópicas o que la espada nunca tuvo un papel en la propagación del Islam.[50] Todos estos son mitos, con la verdad que se puede encontrar en algún lugar de la desordenada zona gris entre ellos, un área gris que las personas conscientes y buscadoras de la verdad deben remar para explorar diligentemente.
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Fuente: Yaqeen Institute For Islamic Research
[1] Conrad Hackett y Michael Lipka, «Por qué los musulmanes son el grupo religioso de más rápido crecimiento en el mundo», 6 de abril de 2017, http://www.pewresearch.org/fact-tank/2017/04/06/why-muslims-are-the-worlds-fastest-growing-religious-group/
[2] Karen Armstrong, «No podemos permitirnos mantener estos antiguos prejuicios contra el Islam», The Guardian, 18 de septiembre de 2006, https://www.theguardian.com/commentisfree/2006/sep/18/religion.catholicism
[3] Barbara Metcalf, “Demasiado poco y demasiado mucho: reflexiones sobre los musulmanes en la historia de la India”, The Journal of Asian Studies 54, no. 4 (1995): 953-54.
[4] Ver, por ejemplo, Robert Spencer, The Politically Incorrect Guide to Islam (And the Crusades) (Washington, DC: Regnery Publishing, 2005), 107-17.
[5] William Muir, The Caliphate: Its Rise, Decline, and Fall (London, 1898; reprint Beirut: Khayats, 1963), 45
[6] William H. McNeill, “Mythistory, or Truth, Myth, History and Historians”, The American Historical Review 91, no. 1 (1986): 8
[7] Amalendu Misra, Identity and Religion: Foundations of Anti-Islamism in India (New Delhi: Sage Publications, 2004), 223.
[8] De Lacy O’Leary, Islam at the Cross Roads (New York: E.P. Dutton and Co., 1923), 8.
[9] Marshall G. Hodgson, The Venture of Islam, Volume 1: The Classical Age of Islam (Chicago: The University of Chicago Press, 1974), 199.
[10] Ira M. Lapidus, A History of Islamic Societies (New York: Cambridge University Press, 2014), 271.
[11] Jamal Malik, Islam in South Asia: A Short History (Leiden: Brill, 2008), 183; Jonathan Berkey, The Formation of Islam: Religion and Society in the Near East, 600-1800 (New York: Cambridge University Press), 162; Kevin Barrett, “Is Islam Reasonable?,” in Reasonable Perspectives on Religion, ed. Richard Curtis (Plymouth, UK: Lexington Books, 2010), 204
[12] Todas las citas del Corán en este artículo están tomadas de la traducción al Español del Corán por el Sheikh Isa García
[13] Ismā‘īl ibn Kathīr, Tafsīr Ibn Kathīr (Vol. 2) (New York: Darussalam Publishers, 2003), 30
[14] Michael Bonner, Jihad in Islamic History: Doctrines and Practice (Princeton, NJ: Princeton University Press, 2006), 90
[15] Bat Ye’or, Islam and Dhimmitude: Where Civilizations Collide, tr. Miriam Kochan and David Littman (Madison/Teaneck, NJ: Fairleigh Dickinson University Press, 2002), 50.
[16] Bernard Lewis, “The New Anti-Semitism”, The American Scholar 75, no. 1 (2006), https://theamericanscholar.org/the-new-anti-semitism; Chase F. Robinson, “Review of “The Decline of Eastern Christianity under Islam, from Jihad to Dhimmitude: Seventh-Twentieth Centuries by Bat Ye’or, Miriam Kochan, David Littman””, Middle East Studies Association Bulletin 31, no. 1 (1997): 98.
[17] Bonner, Jihad in Islamic History, 91.
[18] Milka Levy-Rubin, “New Evidence Relating to the Process of Islamization in Palestine in the Early Muslim Period: The Case of Samaria,” Journal of the Economic and Social History of the Orient 43, no. 3 (2000): 263
[19] Bonner, Jihad in Islamic History, 91
[20] Hugh Kennedy, The Great Arab Conquests: How the Spread of Islam Changed the World We Live In (Philadelphia, PA: Da Capo Press, 2007), 91
[21] Ibid, 315
[22] William Cleveland and Martin Bunton, A History of the Modern Middle East (4th ed.) (Westview Press, 2009), 14.
[23] Hugh Kennedy, “Was Islam Spread by the Sword?: The Early Muslim Conquests Revisited,” The Yale Conference on Religion and Violence (Yale University, New Haven, CT, February 16, 2008).
[24] Richard W. Bulliet, “Conversion to Islam and the Emergence of a Muslim Society in Iran”, in Conversion to Islam, ed. Nehemia Levtzion (New York: Holmes & Meier Publishers, 1979), 36
[25] Richard C. Martin, “Conversion to Islam by Invitation,” in Sharing the Book: Religious Perspectives on the Rights and Wrongs of Proselytism, eds. John Witte Jr. and Richard C. Martin, (Eugene, OR: Wipf and Stock Publishers, 2008), 103
[26] Kennedy, “Was Islam Spread by the Sword?”
[27] Ismā‘īl ibn Kathīr, Al-Bidāyah Wa’l-Nihāyah, ed. ʿAbd Allāh ibn ʿAbd al-Muḥsin Turkī (Al-Qāhirah (Cairo): Dār Hajr, 1997), 12:667
[28] Kennedy, “Was Islam Spread by the Sword?”
[29] Will Durant, The Story of Civilisation: Our Oriental Heritage (New York: Simon and Schuster, 1935), 459.
[30] Ibid, 12.
[31] Sudeshna Guha, “Negotiating Evidence: History, Archeology, and the Indus Civilisation”, Modern Asian Studies 39, no. 2 (2005): 403
[32] See, for example, Derryl N. MacLean, Religion and Society in Arab Sind (Leiden: Brill, 1989), 25-27
[33] Peter Hardy, “Modern European and Muslim Explanations of Conversion to Islam in South Asia: A Preliminary Survey of the Literature”, The Journal of the Royal Asiatic Society of Great Britain and Ireland 2 (1977): 185; la cita al final de esta oración es de la discusión sobre la posición de Hardy en Richard M. Eaton, The Rise of Islam and the Bengal Frontier, 1204-1760 (Berkeley: University of California Press, 1993), 114.
[34] Rowena Robinson, “Modes of Conversion to Islam”, in Religious Conversion in India: Modes, Motivations, and Meanings, eds. Rowena Robinson and Sathianathan Clarke (New Delhi: Oxford University Press, 2003), 23
[35] Yohanan Friedmann, “A Contribution to the Early History of Islam in India,” in Studies in Memory of Gaston Wiet, ed. Myrian Rosen-Ayalon (Jerusalem: Institute of Asian and African Studies, 1977), 322
[36] Eaton, The Rise of Islam and the Bengal Frontier, 115.
[37] Robinson, “Modes of Conversion to Islam”, 26.
[38] Ibrahim Kalin, “Islam and Peace: A Survey of the Sources of Peace in the Islamic Tradition”, Islamic Studies 44, no. 3 (2005): 347
[39] Ibid, 348.
[40] Krstic, Tijana. Contested Conversions to Islam: Narratives of Religious Change in the Early Modern Ottoman Empire (Stanford, CA: Stanford University Press, 2011), 21.
[41] Ari Ariel, “A Reconsideration of Imam Yahya’s Attitude Toward Forced Conversion of Jewish Orphans in Yemen,” Shofar: An Interdisciplinary Journal of Jewish Studies 29, no. 1 (2010), 97.
[42] Ibid, 103
[43] Ibid, 99
[44] Ibid, 103
[45] Ibid, 111
[46] Ibid
[47] Bat-Zion Eraqi Klorman, “Muslim Society as an Alternative: Jews Converting to Islam,” Jewish Social Studies 41, no. 1 (2007): 90
[48] A.J. Forey, Western Converts to Islam (Later Eleventh to Later Fifteenth Centuries), Traditio 68 (2013): 154
[49] Vea, por ejemplo, Lamin Sanneh, Beyond Jihad: The Pacifist Tradition in West African Islam (New York, Oxford University Press, 2016), que incluye una discusión de un caso establecido de conversión forzada al Islam en Ghana que probablemente nunca sucedió ( p. 284)
[50] Hugh Kennedy (“Was Islam Spread by the Sword?”), por ejemplo, ofrece un punto de partida simple pero mucho más útil para nuestra investigación: «El Islam no se propagó por la espada, pero sin la espada no se habría extendido».