Cómo mantener el impulso espiritual de Ramadán
Por Daliah Merzaban
Muchas personas que se identifican con la fe islámica son conscientes del espíritu inconfundible e inspirador que caracteriza el mes de Ramadán.
Al abstenernos de la comida y de la bebida, las cuales pueden convertirse en un lujo que inconscientemente damos por sentado, se pasa más tiempo en quietud y en la concentración, la reflexión y la oración a Dios en un esfuerzo por despejar nuestras mentes y revitalizar nuestra fe. Desde que el mes entero se centra en las expresiones de adoración, a saber, ayunar, orar, dar en caridad y guiar mejor nuestras emociones, el Ramadán ofrece una especie de reinicio espiritual que nos ayuda a «forzar el abandono» de las numerosas complicaciones que confunden nuestras mentes. Invita a los musulmanes a volver a visitar la fuente de su fe, dejando de lado las distracciones y despejando el mayor espacio espiritual posible para alimentar nuestra relación con el Todopoderoso.
Islam significa sumisión, o devoción completa, a Dios y solo puede lograrse a través del libre albedrío del ser humano. Representa un estado mental en el que la conciencia de Dios, o Allah en árabe, guía todas nuestras acciones. Integramos diferentes actos de adoración en todo lo que hacemos, de modo que las expresiones de recuerdo y gratitud a Dios se conviertan en el objetivo de cada actividad. La sumisión pone a disposición de los humanos la paz mental. Ofrece un nivel de comprensión que posiciona la experiencia humana dentro del diseño mayor de la existencia; Donde todas las realidades tienen aportes y propósitos divinos.
Durante el Ramadán, recordamos las herramientas para honrar a Dios durante todo el año. En lugar de reiniciar una vez al año, el mantenimiento constante es una buena práctica para el espíritu y contribuye a la productividad de nuestros sistemas operativos espirituales más allá del Ramadán. A continuación se muestran 10 maneras en que mantengo el espíritu del mes más sagrado del Islam durante todo el año.
Rezar a tiempo, todas las veces
A juzgar por las salas de oración y mezquitas, las cuales son más concurridas de lo habitual en esta época, está claro que los musulmanes pasan más tiempo orando durante el Ramadán que en otras épocas del año. La oración regular es la mejor manera de renovar continuamente mi relación con Dios y mantener la conciencia de Él en el centro de mi atención en todo momento. El Islam ordena cinco oraciones cada día a los creyentes, desde el amanecer hasta la oscuridad de la noche. Como todos, trabajo y hago recados, me reúno con amigos y familiares, cocino, limpio, compro y viajo. Pero cinco veces al día, como un reloj, me alejo de cualquier actividad que esté haciendo para arrodillarme con devoción a Dios en oración. Es reconfortante tener esta consistencia en mi vida; quita el mal sabor de un mal día y me recuerda que debo estar agradecida.
Ayunar regularmente
Los beneficios del ayuno regular son aplicables durante todo el año, no solo durante el Ramadán. El acto de ayunar por valor espiritual nos hace más conscientes, no solo de los hábitos alimenticios, sino de cómo pensamos, nos comportamos e interactuamos a lo largo del día. Esa conciencia de consumo fomenta la paciencia y continúa con la forma en que nos comunicamos y manejamos nuestras interacciones y contratiempos diarios. Me esfuerzo por ayunar desde el amanecer hasta el anochecer al menos una vez por semana los lunes o los jueves, una práctica arraigada en las enseñanzas proféticas.
Dar generosamente
Además del zakat, un acto obligatorio de dedicar el 2,5 por ciento de nuestros activos cada año a organizaciones benéficas y, a menudo, disperso durante el Ramadán, ofrezco limosnas voluntarias conocidas como sadaqah, prácticamente todos los meses. La caridad se menciona al unísono con la oración en todo el Corán, que llama a los creyentes a hacer ambas cosas «regularmente». Hay infinitas organizaciones benéficas online y muchas personas necesitadas en nuestras comunidades. Donar a estas causas de forma privada y pública es una práctica valiosa a seguir y recompensa enormemente a nivel personal. Cada vez que doy, imagino que la riqueza que estoy distribuyendo pasa primero a través de la Mano de Dios. Esto me ayuda a dar con mayor humildad.
Leer el Libro
Durante el Ramadán, es favorable leer el Libro Sagrado del Islam de principio a fin. Durante el resto del año, muchos de nosotros podemos pasar horas cada semana leyendo artículos sobre política, ciencia, derechos humanos o negocios, y leer libros de ficción y no ficción con fervor, mientras que nuestras copias del Corán acumulan polvo. Traducido como La Recitación en inglés, el Corán traza el camino que los individuos deben seguir para esforzarse por alcanzar la paz eterna y escapar de la distracción de la vida moderna. Estas lecciones siempre son aplicables, así que trato de leer el Corán cuatro veces al año por lo menos, lo cual es factible si dedico un tiempo en silencio para leerlo cada pocas noches y los fines de semana. Cada vez que leo los 114 capítulos del libro sagrado saco de él nuevos y diferentes puntos de sabiduría.
Aprovechar el tiempo en familia
Ramadán reúne a las familias cuando nos reunimos para la comida para romper el ayuno, conocido como Iftar, y nos reunimos en las primeras horas de la mañana para la comida previa al ayuno, Suhur. Además de adorar y amar a Dios, el Islam enseña que muy poco es más importante que tratar constantemente a los padres con respeto y calidez. Hay un Hadith (un dicho del Profeta Muhammad, la paz sea con él), que describe cómo «El cielo está a los pies de tu madre» (1). Bueno, a mi madre le encantan mis masajes en los pies, así que a menudo bromeo diciendo que si el cielo está allí, imagina la recompensa que puedo obtener por masajear esos pies. Recordar nuestros lazos de parentesco y honrarlos durante todo el año de una manera única, siempre nos acercará más a Dios y obtendremos Su misericordia.
Recordando recordar
Si queremos ser musulmanes, es decir, ser conscientes de Dios en todo momento, debemos pensar en Él durante todo el día, no solo en los momentos de oración. Es más fácil hacer esto durante el Ramadán, pero requiere más esfuerzo en otras épocas del año. El dikr expresa la idea de «recuerdo de Dios» a través de repetidas recitaciones de súplicas, o dua. Hay frases que recito rutinariamente a lo largo del día que me ayudan a concentrarme en silencio en mis invocaciones y recuerdos. En varios momentos del día diré, en árabe, una súplica que se traduce como: “Oh, Dios, te pido el cielo y la palabra y obra que nos llevan a él. Me refugio en Ti del infierno, y de la palabra y la obra que nos llevan a él”. Esas súplicas me brindan tranquilidad y certeza de que mis acciones, con la voluntad de Dios, serán guiadas correctamente.
Asistir a las oraciones comunales
En el Islam, depende de cada individuo formar y solidificar su relación con Dios sin un intermediario. Gran parte de lo que hacemos para fomentar el vínculo es, por lo tanto, inherentemente personal y privado. Una de las bellezas de Ramadán es el sentimiento comunitario de compartir el proceso de ayuno y adoración con toda la comunidad de creyentes. Es posible repetir esto a lo largo del año asistiendo a las oraciones de los viernes en las mezquitas de nuestro vecindario. Hay una belleza inherente en inclinarse en adoración con filas de otros creyentes. Nos recuerda nuestra igualdad intrínseca: sin importar nuestra riqueza, estatus social o logros académicos, todos los creyentes están de lado a lado realizando la misma acción. Todos estamos en el mismo camino y todos regresaremos al mismo Creador al final.
Poner en práctica la paciencia
El Ramadán nos ayuda a pulir nuestra paciencia porque, al abstenernos de consumir todo el día, aprendemos el beneficio de abstenernos de satisfacer cada uno de nuestros deseos en el momento. Una de las mayores consecuencias de abrazar el Islam para mí ha sido descubrir la paciencia que es inherente al estado mental. Al interiorizar la idea de que cada paso que tomamos es exactamente lo que Dios quiere y aceptar que no siempre sabemos qué cadena de eventos sería mejor para nosotros, he aprendido a ser más paciente en todo momento del año.
Disfrutar de la naturaleza
Pasar tiempo en la naturaleza es una excelente manera de mantener el recuerdo de Dios en el corazón de nuestra práctica espiritual durante todo el año. El equilibrio perfecto de la naturaleza se describe magníficamente en el Corán, que enseña que al observar, reflexionar y comprender la naturaleza, podemos obtener certeza de las señales de Dios y ser receptivos a Su mensaje a la humanidad. Al pasar tiempo cada semana fuera de los edificios de concreto, en los que a menudo nos encontramos atrapados, podemos maravillarnos con los milagros de la naturaleza que solo Dios pudo haber creado, ya sea escuchando las gotas de lluvia que permiten que la vegetación crezca, atravesando vastas dunas de arena en el desierto, navegando en mar abierto o simplemente caminando en el parque.
Sentir compasión
No permitas que el mundo corporativo y los desafíos que la vida te presenta endurezcan tu corazón. No dejes que te saquen la compasión y la cortesía. Se amable con la familia, amigos, colegas y extraños; Seamos honestos, leales y sinceros en nuestra conducta, cumplamos con las promesas; respondamos a los correos electrónicos y mensajes con prontitud y con la misma cortesía: todas estas buenas acciones serán recompensadas por Nuestro Amado, quien multiplica las recompensas que recibimos por el bien que hacemos no solo durante el Ramadán, sino durante todo el año.
“¿Por qué no observas el siguiente ejemplo que te propone Dios?: Una palabra buena es como un árbol bondadoso cuya raíz está firme y sus ramas se extienden hacia el cielo, y da frutos en toda época [del año] con el permiso de su Señor. Así es como Dios expone ejemplos para que la gente reflexione. En cambio, una palabra maligna es como un árbol dañino que ha sido arrancado de la tierra y no tiene dónde afirmarse.” –Corán 14: 24-26
1- Fue narrado de Mu’awiyah bin Jahimah As-Sulami, que Yahimah vino al Profeta (ﷺ) y dijo: «¡Oh Mensajero de Allah! Quiero salir a pelear (en Yihad) y he venido a pedirte consejo». Él dijo: «¿Tienes madre?» El dijo que sí. Él dijo: «Entonces quédate con ella, porque el Paraíso está bajo sus pies» (Narrado por Sunan an-Nasa’i 3104)