Las razones para la existencia de Dios en el Corán y la Sunna
Por Justin Parrott
En el nombre de Al-lah, el Compasivo, el Misericordioso
El conocimiento de la existencia de Dios a menudo es dado por sentado por los creyentes. La auténtica experiencia religiosa, afirmada una y otra vez en la vida cotidiana de un musulmán, hace que la fe en Dios se sienta tan natural como asumible. Pero la creencia en Dios y la búsqueda de la verdad existencial no es una perspectiva fácil para muchas personas, especialmente en un entorno social en el que la fe es ridiculizada como superstición, ilusión o incluso como una fantasía peligrosa.
En la tradición islámica, la razón de la existencia de Dios es sólida en cuanto a sus fundamentos racionales, así como al propósito, significado, consuelo y orientación que brinda a nuestras vidas. El Corán inspira convicción al apelar a los aspectos de la vida interior de los seres humanos, es decir, al corazón y a la mente. La intuición y la experiencia funcionan en conjunto con la lógica y la razón para llegar a un estado de certeza en la fe.
Esta comprensión de la convicción se ve reforzada por las concepciones científicas modernas. El científico cognitivo Justin Barrett, por ejemplo, demuestra que la creencia en Dios, y las creencias en general, se forman y se alcanzan de dos maneras: 1) creencias intuitivas y no reflexivas que resultan de la experiencia; y 2) creencias reflexivas y conscientes que resultan del pensamiento.[1] El ser humano forma naturalmente creencias a partir de estas dos fuentes. Del mismo modo, la razón para la existencia de Dios en el Corán y la Sunna involucra ambas fuentes de creencias: apelaciones basadas en el corazón mediante la intuición y apelaciones basadas en la mente mediante la reflexión racional.
Apelando al Corazón, la Intuición y la Experiencia
Instinto Natural – Fiṭrat Allāh
Los seres humanos perciben la existencia de Dios—o lo que perciben como un poder superior—por puro instinto, con o sin una revelación profética que los guíe. Los sentidos de este sensus divinitatis han aparecido en culturas y religiones de todo el mundo, a pesar de estar ampliamente separadas por el tiempo, la geografía y el idioma. En términos espirituales islámicos, esto se debe a que Dios tomó un pacto primordial con cada persona antes de que el mundo fuera creado para que reconocieran a su Creador.
Al-lah dijo:
Cuando tu Señor sacó de las espaldas de los hijos de Adán a su descendencia y los hizo dar testimonio [preguntándoles]: «¿Acaso no Soy Yo su Señor?» Respondieron: «Sí, atestiguamos que así es». Esto es para que el Día de la Resurrección no digan: «No sabíamos nada de esto»[2]
Al-Suddī (m. 745) comentó sobre este versículo, diciendo: “Por esta razón, no hay nadie en la faz de la tierra sin que sepa que su Señor es Dios, y no hay nadie que asocie otras divinidades con Él sin que diga «Nuestros padres eran idólatras, y nosotros solo somos sus descendientes siguiendo lo que ellos hacían».[3] El pacto primordial resulta en el impulso innato dentro de las personas para buscar el poder superior que sienten, como lo han hecho de alguna forma u otra a lo largo de toda la historia registrada, hasta el punto de que algunos científicos hoy argumentan que esa creencia en Dios o en un poder superior está conectado a nuestros genes.[4]
Toda religión verdadera y revelada confirma y se ajusta a la naturaleza humana que el Creador nos inculcó. El Corán se refiere a la naturaleza religiosa humana como fiṭrat Allāh, la disposición instintiva e inherente con la que Dios creó a las personas.
Al-lah dijo:
Conságrate al monoteísmo, que es la inclinación natural con la que Dios creó a la gente. La religión de Dios es inalterable y esta es la forma de adoración verdadera, pero la mayoría de la gente lo ignora.[5]
Todas las personas nacieron para ser creyentes en Dios, y las revelaciones de los Profetas simplemente despiertan y refuerzan la disposición que ya está dentro de nosotros. Incluso los politeístas, que creen en múltiples dioses y deidades, a menudo creen que existe un poder aún mayor, un Dios aún mayor sobre todos ellos.
Al-lah dijo:
Si les preguntas [a los idólatras]: «¿Quién creó los cielos y la Tierra?» Responderán: «¡Dios!» Diles: «¡Alabado sea Dios!» Pero la mayoría de la gente lo ignora.[6]
Y Al-lah dijo:
Si les preguntas [a los que se niegan a creer] quién los ha creado, te responderán: «¡Dios!» ¿Cómo entonces se descarrían?[7]
Como todos los humanos pueden percibir un poder superior, instintivamente recurrirán a Dios en tiempos de peligro. Cada persona, en algún momento de su vida, tendrá una experiencia intensa que le provoca una reacción natural a la oración. Hay muchos casos de personas que experimentan un repentino roce con la muerte que les hace ser más fieles a su tradición religiosa.
Al-lah dijo:
Cuando suben a un barco [y son azotados por una tempestad] invocan solo a Dios con sinceridad, pero cuando los pongo a salvo llevándolos a la costa, vuelven a dedicar actos de adoración a sus ídolos.[8]
Y Al-lah dijo:
Pregúntales: «¿Quién podrá salvarlos de las tinieblas de la tierra y del mar [cuando viajan] y Lo invocan en público y en secreto, diciendo: ‘Si nos salvas de esta, estaremos agradecidos’?» Diles: «Solo Dios los puede librar de esas situaciones y de toda otra aflicción. Pero a pesar de eso, luego [cuando se sienten a salvo] vuelven a adorar otras divinidades junto a Él».[9]
Y Al-lah dijo:
Cuando una desgracia azota a la gente, invocan a su Señor arrepentidos. Pero cuando los agracia con Su misericordia, un grupo de ellos atribuye divinidades a su Señor [en la adoración] y niegan cuanto les he concedido.[10]
Y Al-lah dijo:
Cuando al ser humano le acontece una desgracia, invoca a su Señor y se vuelve a Él [pidiéndole que lo auxilie]; pero luego, cuando Él le concede una gracia, olvida que Lo había invocado antes e iguala a sus ídolos con Dios [dedicándoles actos de adoración y súplicas], descarriando a otros de Su sendero.[11]
Al-Ghazālī (m. 1111), en su autobiografía, describe la disposición religiosa innata, que él mismo experimentó, como un impulso para que las personas «busquen el conocimiento de la realidad de las cosas».[12] Describe este anhelo espiritual por la verdad como una «sed» (ta’aṭṭash) que debe ser apagada. Es un hueco y un vacío en el corazón, una inquietud acerca de la existencia, que debe llenarse descubriendo el significado y el propósito de la vida. Y si bien la razón es una herramienta importante para lograr la fe en Dios, sigue siendo solo un paso en el camino espiritual: “Más allá del nivel de la razón se encuentra otro nivel que abre otro ojo por el cual se obtiene una visión de lo Invisible y de lo que ocurrirá en el futuro, entre otras cosas».[13]
El conocimiento de Dios reside principalmente en el corazón y se ve reforzado por la razón, pero no se logra y consolida solo por la razón. Debe haber una experiencia religiosa auténtica, el reconocimiento de un propósito y significado mayor para el universo, y el sabor de los frutos espirituales. Por lo tanto, los primeros estudiosos del Islam definieron el conocimiento de Dios no como una colección de hechos y argumentos, sino más bien como una luz dentro del corazón. Imām Mālik (m. 795) dijo: “El conocimiento no es conocer muchos dichos. En verdad, el conocimiento es solo una luz que Al-lah coloca en los corazones».[14] E Ibn Rajab (muerto en 1393) dijo: «El conocimiento no es memorizar muchas narraciones o dichos, sino que es una luz que Al-lah coloca en el corazón por el cual un siervo entiende la verdad y la distingue de la falsedad”.[15]
La Experiencia de Paz y Satisfacción
La «luz» del conocimiento de Dios se encuentra en la guía, la dirección espiritual y el sentido de paz que los creyentes alcanzan al practicar el Islam. Puede llenar el vacío espiritual en todos nosotros. La mayor prueba de la existencia y el señorío de Al-lah, entonces, se descubre en las experiencias viscerales del corazón a través de las cuales los creyentes encuentran consuelo, paz interior, educación moral y significado en la vida: los frutos espirituales de la verdadera religión.
Al-lah dijo:
Les ha llegado un Mensajero enviado por Mí, cuya misión es traerles a la luz los preceptos más importantes que ocultaron de la Biblia, y facilitar muchos otros preceptos. Dios les ha enviado una luz y un Libro claro [el Corán].[16]
Y Al-lah dijo:
¡Oh, creyentes! ¡Tengan temor de Dios y crean en Su Mensajero! Les multiplicará Su misericordia, les dará una luz para el camino y los perdonará. Dios es Absolvedor, Misericordioso.[17]
Y Al-lah dijo:
Los corazones de los creyentes se sosiegan con el recuerdo de Dios.[18]
El Corán promete a los que tienen fe que vivirán una «buena vida» e irán a una existencia infinitamente mayor en el más allá. La paz que los creyentes experimentan en esta vida es solo una breve muestra de la paz que vendrá en el Más Allá. Reflexionar sobre este hecho día tras día en la oración contribuye a un estado de calma y tranquilidad.
Al-lah dijo:
Al creyente que obre rectamente, sea varón o mujer, le concederé una vida buena y le multiplicaré la recompensa de sus buenas obras.[19]
Y Al-lah dijo:
[Le será dicho al creyente:] «¡Oh, alma que estás en paz con tu Señor! Vuelve a la vera de tu Señor complacida, porque Dios está complacido contigo, y únete a Mis siervos piadosos entrando a Mi Paraíso».[20]
Esta no es una promesa de que los creyentes nunca experimentarán adversidad. De hecho, vendrán tiempos, Al-lah garantiza, en los cuales los creyentes serán probados en su paciencia y perseverancia. Más bien, Al-lah promete que los creyentes, a través de sus prácticas espirituales y educación moral y teológica, alcanzarán un estado estable de contento y satisfacción con la vida.
Al-lah dijo:
Tu Señor te agraciará y te complacerás.[21]
Y el Profeta ﷺ dijo:
Ha tenido éxito quien abraza el Islam, cuya provisión es suficiente, y quién está contento con lo que Al-lah le ha dado.[22]
El Profeta Muhammad ﷺ describió la satisfacción espiritual como la «dulzura de la fe», un fruto de la verdadera religión que debe ser probado y experimentado. Involucra encuentros auténticos con lo Divino por los cuales un creyente se vuelve firme y seguro en la verdad de su fe.
El Profeta ﷺ dijo:
Ha probado la dulzura de la fe quien se contenta con Al-lah como su Señor, el Islam como su religión y Muhammad como su profeta.[23]
La satisfacción descrita en los textos islámicos consiste en una estabilidad del ser que protege a los creyentes de oscilar entre extremos de euforia y tristeza momentáneas, de modo que puedan permanecer en un estado de calma y tranquilidad independientemente de lo que esté sucediendo en sus vidas. Se manifiesta en un desapego de las posesiones mundanas y las preocupaciones temporales (zuhd), y en el fin del miedo a la pobreza. Este estado espiritual del ser es, de hecho, lo que el Profeta ﷺ describió como verdadera riqueza.
El Profeta ﷺ dijo:
La riqueza no está en tener muchas posesiones. Más bien, la verdadera riqueza es la riqueza del alma.[24]
Y el Profeta ﷺ dijo:
La riqueza está en el corazón y la pobreza está en el corazón. Quien sea rico en su corazón no será dañado, pase lo que pase en el mundo. Quien esté empobrecido en su corazón no estará satisfecho, no importa cuánto tenga en el mundo. Ciertamente, solo será dañado por la avaricia de su propia alma.[25]
En consecuencia, aquellos que logran este estado de ser, junto con sus necesidades mundanas básicas, son verdaderamente las personas más ricas del mundo.
El Profeta ﷺ dijo:
Quien entre ustedes se despierte seguro en su propiedad, sano en su cuerpo y tenga su comida para el día, es como si le hubieran dado el mundo entero.[26]
Cuando las personas son consumidas por la riqueza, las posesiones y el estado mundano, inevitablemente experimentarán un vacío que los llevará a la infelicidad, sin importar cuánto tengan. Los primeros musulmanes solían decir: «Si los reyes del mundo y sus hijos supieran lo que tenemos de bendiciones y felicidad, nos combatirían por ello con sus espadas».[27] La felicidad verdadera y estable no es algo que adquirimos «allí afuera», como los reyes y los líderes poderosos podrían imaginar. El mundo material no puede hacernos felices y contentos por mucho tiempo; Tenemos que descubrir los medios de la felicidad dentro del corazón a través de nuestra relación con el Creador. Es el regalo gratuito del Islam para todos.
En este estado de satisfacción, los creyentes están mejor equipados para soportar las inevitables vicisitudes de la vida. Los hipócritas, aquellos que no son sinceros en su religión, por el contrario, no pueden pasar por la adversidad con el mismo sentido de estabilidad y calma.
El Profeta ﷺ dijo:
La parábola del creyente es la de una cosecha que resiste el viento, porque el creyente continúa soportando el sufrimiento de las pruebas. La parábola del hipócrita es la de un cedro, ya que no se mueve hasta que es arrancado de raíz.[28]
Al probar estos frutos espirituales, los creyentes fortalecen su convicción con cada experiencia positiva y significativa. El conocimiento de Dios se consolida a través de estas experiencias de manera mucho más efectiva que a través de argumentos lógicos o filosóficos.
Al-Ghazālī escribe:
Por lo tanto, cuando hayas entendido el significado de la profecía y hayas examinado abundantemente el Corán y las tradiciones, inevitablemente llegarás al conocimiento de que [Muhammad] —la paz y las bendiciones de Dios sean con él— encarnaba los niveles más altos de profecía, y ello se refuerza al experimentar sus enseñanzas con respecto a la adoración y sus efectos en la purificación del corazón … Por lo tanto, cuando experimentes eso mil, dos mil y miles de veces, necesariamente obtendrás un conocimiento en el que no hay duda.[29]
Una razón por la cual este es el método más efectivo para fortalecer la fe, como lo demuestran los científicos cognitivos, es que la intensidad de las experiencias religiosas las hace inolvidables.[30] Un creyente que sea testigo de los beneficios de la práctica espiritual en su vida, día tras día, alcanzará un nivel de certeza y tranquilidad que nunca consideraría abandonarla.
Un Instinto Abandonado
No todos alcanzan una auténtica experiencia religiosa o la entienden en un marco teológico adecuado. La naturaleza humana no es inmune a la alteración que se produce a través de doctrinas y filosofías equivocadas que contradicen nuestros instintos saludables, incluso ideas que sostienen tener una base en el teísmo.
El Profeta ﷺ dijo:
Nadie nace sin instinto natural. Luego sus padres lo convierten en judío, cristiano o mago. Cuando un animal produce sus crías con extremidades perfectas, ¿ves algo defectuoso?[31]
En esta tradición, el Profeta ﷺ nos dice que todos nacen aceptando la adoración simple y natural de un Creador único, poderoso y benevolente. Sin embargo, por varias razones, las personas inventan doctrinas religiosas que antropomorfizan a Dios (le atribuyen rasgos humanos), o le atribuyen atributos divinos a los seres creados (como la deificación de santos y sabios), o niegan al Creador por completo.
Cuando la naturaleza humana y la creencia intuitiva en un Dios están corrompidas, ya sea por experiencias negativas o por la influencia de otros, entonces se pueden requerir argumentos lógicos para que una persona regrese a su estado natural.
Ibn Taymiyyah (m. 1328) escribe:
La determinación y el reconocimiento del Creador es un instinto fundamental en la naturaleza humana, a pesar de que algunas personas han hecho algo para corromper su naturaleza de tal manera que necesitan un argumento para lograr el conocimiento de Dios. Esta es la opinión de la mayoría de las personas, así como de los expertos en debate, de que el conocimiento de Dios a veces se logra sin esfuerzo y otras veces mediante argumentos, como fue reconocido por más de un teólogo.[32]
Nuestras creencias intuitivas, que obtenemos de nuestra disposición y experiencias naturales, sirven para anclar e informar las creencias que ganamos a través de la reflexión y la deliberación consciente y racional.[33] De esta manera, leer y reflexionar sobre el Corán se basa en experiencias intuitivas del corazón apelando a la mente y al poder de la razón.
Apelando a la Mente, la Razón y la Lógica
Discurso Cosmológico
La pregunta que la mayoría de los seres humanos eventualmente se hacen es sobre la naturaleza de la existencia: ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué hay un mundo y un universo? ¿Por qué hay algo y no nada?
El Corán aborda estas preguntas con un discurso cosmológico, un recordatorio de que fue Dios quien creó todo y lo hizo ser. Se les pide a los seres humanos que reflexionen sobre la naturaleza de su existencia y el universo. ¿Es realmente plausible, sensible e intuitivo que el universo apareciera arbitrariamente sin razón alguna?
Al-lah dijo:
¿Acaso no reflexionan sobre sí mismos? Dios ha creado los cielos, la Tierra y lo que hay en ellos con un fin justo y verdadero, y con un plazo determinado. Pero mucha gente no cree que habrá de comparecer ante su Señor.[34]
Nuestra intuición y experiencia nos dicen que los efectos tienen causas; las cosas suceden porque algo las hizo así. Dado que el universo es una serie gigante de causas y efectos, es razonable concluir que tuvo una causa original que lo puso todo en movimiento.
Al-lah dijo:
¿Acaso surgieron de la nada o son ellos sus propios creadores? ¿O crearon los cielos y la Tierra? No tienen certeza de nada.[35]
Estos versículos plantean tres posibilidades: 1) el universo apareció sin ningún agente que lo hiciera existir; 2) las personas se crearon a sí mismas; o por consecuencia 3) el universo debe haber sido creado.
Las dos primeras proposiciones son imposibles. No podría ser el caso de que el universo apareciera de la nada sin ninguna razón, propósito o fuerza para inyectarlo con su energía y dirección. La experiencia cotidiana nos informa que todas las cosas que presenciamos en la vida, cada efecto que vemos, deben tener una explicación en algún nivel. La segunda proposición, que la gente se creó a sí misma, puede ser descartada de por sí. Como tal, la única conclusión razonable es que el universo fue causado, fue creado, hecho por algo más grande y más poderoso que él mismo.
Ibn Ḥajar (muerto en 1449) explica el significado de estos versos citando al erudito Al-Khaṭṭābī:
Se dice que el significado [del verso] es: ¿Fueron creados sin un creador? Eso es imposible, ya que deben tener un creador. Si niegan al Creador, entonces deben haberse creado ellos mismos, y esa proposición es aún más tonta y falsa, porque ¿cómo puede algo sin existencia crear algo? Si rechazan estas dos opiniones [de que llegaron a ser sin un creador o que se crearon ellos mismos], entonces se establece la prueba de que en realidad fueron creados.[36]
Los estudiosos derivan de estos versículos y otros un tren lógico de pensamiento, a veces denominado argumento cosmológico, que determina que Dios, como la causa no causada o la primera causa, es la respuesta más razonable a la pregunta existencial. Ismail Latif Hacınebioğlu resume la lógica del argumento en los siguientes pasos:
- Todo en el universo que tiene un comienzo debe tener una causa.
- El universo comenzó a existir.
- Por lo tanto, el comienzo de la existencia del universo debe haber sido causado por algo.
- Tal causa debe ser una no causada, o Dios.[37]
Esta línea de pensamiento es aceptable para la mente y encuentra validación en la intuición y experiencia humana. Responde suficientemente la pregunta de por qué existe algo en primer lugar. Jubair ibn Muṭ’im (muerto en 677) informó que escuchó al Profeta ﷺ recitar estos versos en la oración de la tarde, y dijo: «¡Mi corazón estaba a punto de volar!»[38] El argumento en este pasaje fue tan convincente que Jubair abrazó el Islam.[39]
Una versión de este argumento fue utilizada por el gran jurista y teólogo Abū Ḥanīfah (m. 767) en su debate con filósofos que se mostraron escépticos sobre la existencia de Dios:
Abū Ḥanīfah informó que algunos filósofos (ahl al-kalām) tenían la intención de discutir con él la creencia en la existencia de un Creador. Abū Ḥanīfah dijo: «Díganme antes de hablar sobre este asunto sobre un barco en el río Tigris que se mueve solo y lleno de alimentos, bienes y otros materiales, luego regresa solo, luego se ancla, luego se descarga y continúa hacer todo esto sin que nadie lo maneje». Dijeron: «Esto nunca podría suceder». Abū Ḥanīfah dijo: «Si es imposible para un barco, ¿cómo es posible para el mundo entero en toda su inmensidad?»[40]
Ibn Al-Qayyim (muerto en 1350) usa un ejemplo similar de un molino de agua que gira por sí solo, produciendo, cosechando y distribuyendo sus cultivos sin que nadie lo guíe:
¿Qué dices sobre un molino de agua que gira sobre un río a la perfección? Sus herramientas son perfeccionadas, sus partes están medidas con excelencia, y es tan obvio que ningún observador puede encontrar fallas en sus partes o en su forma. Preside un gran jardín en el que se encuentran todo tipo de frutas y cultivos, regándolos según sea necesario. Dentro de este jardín, sus arbustos están puestos juntos y su mantenimiento está asegurado para su bienestar. Su producto es excelente y está garantizado, y todas sus necesidades están bien atendidas. Por lo tanto, nada es dejado desordenado y ninguno de sus frutos es dejado a pudrirse. Luego, el valor de todo lo producido es dividido de acuerdo a sus necesidades, dividido por cada tipo y distribuido, y este reparto ocurre de esta manera en todo momento. ¿Encuentras que este orden tenga un creador o cosechador o gerente? ¿O existe la organización de ese molino de agua y jardín sin un actor, mantenedor o gerente? ¿Qué les dice su mente en ese caso y cómo podrían explicarlo?[41]
El sentido común nos dice que el barco o el molino de agua deben haber sido puestos en movimiento por algo externo. Los principios científicos establecidos están de acuerdo. La primera ley de movimiento del gran físico Sir Isaac Newton afirma: «Todo objeto persiste en su estado de reposo o movimiento uniforme en línea recta a menos que se vea obligado a cambiar ese estado por las fuerzas impresas en él».[42] En otras palabras, las cosas en el universo no se mueven ni cambian sus movimientos a menos que una fuerza externa actúe sobre ellas. Esto es cierto para todo en el universo, y es tan cierto para el universo mismo como un todo.
Aquellos que niegan la existencia del Creador intentan desafiar de antemano la premisa de que el universo tiene un comienzo definido. Su argumento es que el universo siempre ha existido en una serie interminable de causas, o en una regresión infinita, sin la necesidad de una primera causa para ponerlo en movimiento. Además de ser contra-intuitivo—ya que todas las cosas que experimentamos en la vida tuvieron un comienzo en algún momento—la física y la cosmología modernas ahora aceptan en gran medida la premisa del argumento cosmológico como un hecho. La teoría del «Big Bang» postula que el universo comenzó a partir de una singularidad en algún lugar entre 12 y 14 mil millones de años.[43]
Incluso si aceptamos la idea de una regresión infinita como hipótesis, y a pesar de la falta de evidencia científica o intuitiva para ello, no descarta la necesidad de una causa más allá del tiempo y el espacio para producirla y sostenerla. El erudito y filósofo G.W. Leibniz (m. 1716) afirma que una serie infinita debe tener necesariamente una razón suficiente para su existencia:
Supongamos que siempre ha existido un libro acerca de los elementos de la geometría, una copia siempre hecha a partir de otra. Es obvio que aunque podemos explicar una copia actual del libro anterior del cual fue copiado, esto nunca nos llevará a una explicación completa, no importa hasta cuántos libros hayamos retrocedido, ya que siempre vamos preguntarnos por qué siempre han existido tales libros, por qué estos libros fueron escritos y por qué fueron escritos de la forma en que lo están. Lo que es cierto de estos libros, también lo es de los diferentes estados del mundo, porque el estado que sigue es, en cierto sentido, copiado del estado anterior, aunque de acuerdo con ciertas leyes de cambio. Y así, por mucho que retrocedamos a estados anteriores, nunca encontraremos en esos estados una explicación completa [razón] de por qué, de hecho, hay un mundo en absoluto, y por qué es como es … De esto se deduce que incluso si asumimos la eternidad del mundo, no podemos escapar de la razón última y extramundana de las cosas, Dios.[44]
En la misma línea, el físico Don Page da el ejemplo de un artista dibujando un círculo en un lienzo; el círculo no tiene principio ni fin, pero aun así requiere un artista externo para dibujarlo.[45] La existencia del universo mismo, independientemente de su naturaleza finita o infinita, debe haber tenido un Creador para poner en movimiento la cadena de causas.
Sin embargo, el argumento cosmológico en sí mismo es solo una pieza en un discurso mucho más amplio sobre la naturaleza de la existencia. El Corán complementa la discusión con un discurso teleológico aún mayor y más convincente—que el mundo fue diseñado.
Discurso Teleológico
La estructura misma del cosmos, desde las estrellas macroscópicas hasta el mundo microscópico de los microbios y todo lo demás, contiene un conjunto de leyes universales y naturales que producen orden. El resultado de estas leyes es que muchas cosas en el universo exhiben un propósito identificable. Nuestros ojos fueron hechos para ver. Nuestros oídos fueron hechos para escuchar. Nuestros pulmones fueron hechos para respirar. Nuestros árboles fueron hechos para producir fruta y aire limpio. Nuestra agua fue hecha para sostener la vida, y así sucesivamente. Con tantos ejemplos claros de propósito que experimentamos repetidamente en las diferentes partes del universo, es lógico concluir que todo el universo en sí existe tal como es para un propósito.
De hecho, el lenguaje teleológico es inevitable en la vida diaria y especialmente en las ciencias de la vida. Los biólogos y los profesionales médicos hablan del «papel» y la «función» de varios órganos (¿quién asignó su papel y función?), así como los «códigos» e «información» genéticos (¿quién lo codificó y lo informó?). El propio Charles Darwin, a menudo considerado un defensor de las filosofías ateas, no pudo transmitir sus ideas científicas sin recurrir frecuentemente al lenguaje del diseño y el propósito.[46] Es natural e intuitivo para nosotros reconocer la teleología del universo.
Por consiguiente, el Corán llama constantemente la atención acerca de los signos (āyāt) en la naturaleza que demuestran el gran diseño y poder del Creador. Estamos llamados a participar en un pensamiento reflexivo (tafakkur) sobre todos estos signos como un medio para reconocer nuestro propósito y lograr la convicción.
Al-lah dijo:
En la creación de los cielos y de la Tierra, y en la sucesión de la noche y el día, hay signos para los dotados de intelecto, que invocan a Dios de pie, sentados o recostados, que meditan en la creación de los cielos y la Tierra y dicen: «¡Señor nuestro! No has creado todo esto sin un sentido. ¡Glorificado seas! Presérvanos del castigo del Fuego.[47]
La verdadera fe, entonces, no es el resultado de un abandono de la razón, como algunas personas imaginan. La aparente dicotomía entre religión y ciencia es falsa.[48] Más bien, usar la facultad de la razón, en concierto con un corazón sano, es un camino hacia Dios y una virtud islámica. Abu Al-‘Alā, uno de los primeros musulmanes, solía decir: «Después del Islam, a un adorador no se le da nada mejor que tener una mente sana».[49]
Con este fin, el Corán apela explícitamente a la razón (al-’aql) de sus lectores y particularmente a su capacidad para reflexionar sobre la teleología de la existencia.
Al-lah dijo:
En la creación de los cielos y de la Tierra, la sucesión de la noche y el día, el barco que surca el mar para provecho de la gente, el agua que Dios hace descender del cielo con la que da vida a la tierra árida, en la que diseminó toda clase de criaturas, y en la dirección de los vientos y el control de las nubes que están entre el cielo y la tierra, en todo ello hay signos para quienes razonan.[50]
Y Al-lah dijo:
Entre Sus signos está haberlos creado de polvo. Luego se convierten en seres humanos que se multiplican [poblando la Tierra]. Entre Sus signos está haber creado cónyuges de entre ustedes para que encuentren sosiego, y dispuso entre ustedes amor y misericordia. En ello hay signos para quienes reflexionan. Entre Sus signos está la creación de los cielos y de la Tierra, la diversidad de sus lenguas y colores. En esto hay signos para quienes comprenden. Entre Sus signos está [haber creado] la noche para que descansen y el día para que procuren Su favor. En esto hay signos para un pueblo que escucha. Entre Sus signos está hacer que el relámpago sea motivo de temor y anhelo, y el agua que hace descender del cielo para dar vida a la tierra árida. En eso hay signos para un pueblo que razona.[51]
Y Al-lah dijo:
En la tierra hay regiones colindantes cuyos terrenos son variados, en ellos hay huertos de vides, cultivos de cereales, palmeras de un solo tronco o de varios; todo es regado por una misma agua. Algunas dispuso que tuvieran mejor sabor que otras, en esto hay signos [de Dios] para quienes reflexionan.[52]
Y Al-lah dijo:
Dios ha creado para beneficio de ustedes la noche, el día, el Sol, la Luna y las estrellas; todos están sometidos a Su voluntad. En esto hay signos para quienes razonan.[53]
Hay signos de Dios en todo lo que vemos en todos los niveles: el sol, la luna, las estrellas, los planetas, la noche y el día, las montañas, los océanos, el viento, las nubes, la lluvia, cada planta y animal, todo tipo de fruta, comida y bebida, los milagros del genoma humano, virtudes como el amor, la sabiduría y la belleza, y mucho más de lo que se puede contar. Cuanto más examinemos estos signos y pensemos profundamente en ellos, más reforzará nuestra convicción.
Al-lah dijo:
Los haré ver Mis signos en los horizontes y en ellos mismos, hasta que se les haga evidente la Verdad. ¿Acaso no es suficiente tu Señor como Testigo de todo?[54]
Destacar los signos de la obra de Dios en la naturaleza es el método racional primario y más poderoso para confirmar la existencia del Creador. Ibn Taymiyyah escribe: “Afirmar al Creador por medio de signos es una obligación, como se ha revelado en el Corán y Al-lah lo ha hecho instintivo en Sus siervos. Aunque los argumentos deductivos pueden ser correctos, su utilidad es deficiente”.[55] Los argumentos filosóficos más complicados, aunque no necesariamente incorrectos, no son tan potentes ya que la mayoría de las personas comunes no están capacitadas en las terminologías y métodos de argumentación filosófica. En el mismo pasaje, Ibn Taymiyyah continúa criticando los argumentos de Ibn Sīnā (m. 1037), Al-Rāzī (m. 1210), y otros que presentaron argumentos puramente filosóficos para la existencia de Dios, que eran débiles o ineficaces en su estimación.
En este sentido, a los grandes Imāms a menudo se les preguntaba por qué creían en el Creador en primer lugar, y respondían llamando la atención sobre los signos de Dios.
El Califa Hārūn Rashīd le preguntó a Imām Mālik (m. 795) sobre la existencia del Creador, y Mālik le dijo que buscara evidencia en los diferentes idiomas, diferentes voces y diferentes melodías de criaturas.[56]
Se le preguntó a Imām Al-Shāfi’ī (m. 820) acerca de la existencia del Creador y él respondió: “Todas las hojas de un arbusto de bayas tienen un solo sabor. Los gusanos las comen y producen seda. Las abejas las comen y producen miel. Las cabras, los camellos y las vacas las comen y dan a luz. Los ciervos las comen y producen almizcle. Sin embargo, todos estos provienen de una misma cosa”.[57] El simple milagro de las hojas de un arbusto, y cualquier otro milagro que produce, indica que fue diseñado para este mismo propósito.
Se le preguntó a Imām Aḥmad (m. 855) sobre la existencia del Creador y él respondió: “Considera una fortaleza suave e impenetrable sin puertas ni salidas. El interior es como plata blanca y el exterior es como oro puro. Está construida de esta manera y ¡he aquí! sus paredes se agrietan y sale un animal que escucha y ve, con una forma hermosa y una voz agradable”.[58] Aḥmad se refería a la maravilla natural de un pollito que emerge del huevo de su madre.
La poderosa evidencia contenida en los signos de Dios no requiere entrenamiento o conocimiento filosófico especializado para comprenderlos y creer en ellos. Como hemos dicho, es natural e intuitivo reconocerlos. En una historia bien conocida, a un beduino, miembro de las tribus nómadas que generalmente eran analfabetas, se le preguntó una vez sobre la existencia del Creador y él respondió: «¡Gloria a Al-lah! Los excrementos del camello dan testimonio de la existencia del camello, y las huellas dan cuenta de la existencia del caminante. ¿Un cielo que contiene las estrellas, una tierra que tiene calles y un mar que tiene olas? ¿No testifica todo esto la existencia del Benigno, del que todo lo sabe?”[59]
La simplicidad del argumento teleológico fue incluso puesta en verso poético conciso por Ibn Mu’taz (m. 908):
Extraño es cómo Dios es desobedecido,
Y extraña es la disputa del disputador (jāḥid),
En todo hay un signo,
Para demostrar que Él es Uno (Wāḥid).[60]
Después de mencionar todas estas anécdotas en su exégesis, Ibn Kathīr (m. 1373) comenta más:
Los ríos que viajan llevando beneficio de un área a otra, y lo que Al-lah ha producido de la tierra de variedad de animales y plantas de diferentes gustos, aromas, formas y colores, y la unidad del suelo y el agua; todo esto demuestra la existencia del Creador y Su asombroso poder, Su sabiduría y misericordia con Su creación, Su amabilidad, buen trato y benevolencia con ellos. No hay Dios además de Él. No hay Señor como Él. Yo dependo de Él y me vuelvo hacia Él. Los versos en el Corán que indican esto son muy abundantes.[61]
En este punto, alguien podría aceptar la idea de que el universo fue diseñado, pero ¿por qué debería ser solo un Creador? ¿Por qué no muchos dioses diferentes? La respuesta a esta pregunta radica en el hecho de que las leyes naturales del universo son deliberadas, consistentes y unidas en su propósito.
Al-lah dijo:
Si hubiese habido en los cielos y en la Tierra otras divinidades además de Dios, éstos se habrían destruido. ¡Glorificado sea Dios, Señor del Trono! Él está por encima de lo que Le atribuyen.[62]
Todas las fuerzas en el universo trabajan juntas para un fin común: la creación del mundo y el mantenimiento de la vida. Podemos inferir que hay una sola fuerza inteligente detrás de todo. No hay nada que sugiera que un dios creó la gravedad, otro creó el electromagnetismo y otros dioses gobiernan cualquier otra fuerza natural, todo para un propósito unificado común. Es de esperar que la existencia de muchos creadores dé como resultado fenómenos naturales arbitrarios, o tal vez competitivos. Esa explicación puede haber parecido plausible para las sociedades antiguas para las cuales la naturaleza parecía no tener un orden discernible.
Validación Científica
Como la ciencia ha avanzado considerablemente, ahora damos por sentado nuestro reconocimiento de la coherencia y la universalidad de las leyes naturales. De hecho, la ciencia no podría avanzar en absoluto sin asumir patrones uniformes dentro de la estructura del universo. La ley de la gravedad se aplica de la misma manera a cualquier objeto con masa, independientemente de su ubicación en la tierra o en el espacio profundo. Irónicamente, la ciencia moderna depende implícitamente de una premisa monoteísta.
Físicos como Paul Davies señalan que las leyes naturales del universo requieren una explicación plausible. Es simplemente irracional, y no científico, asumir que las leyes del universo aparecieron tal como son sin ninguna razón:
La expresión más refinada de la inteligibilidad racional del cosmos se encuentra en las leyes de la física, las reglas fundamentales sobre las que se ejecuta la naturaleza. Las leyes de la gravitación y el electromagnetismo, las leyes que regulan el mundo dentro del átomo, las leyes del movimiento, todas se expresan como relaciones matemáticas ordenadas. ¿Pero de dónde vienen estas leyes? ¿Y por qué tienen la forma que tienen? . . . A lo largo de los años, a menudo he preguntado a mis colegas físicos por qué las leyes de la física son lo que son. Las respuestas varían de «esa no es una pregunta científica» a «nadie lo sabe». La respuesta favorita es: «No hay razón para que sean lo que son, simplemente son». La idea de que las leyes existen sin razón es profundamente anti racional. Después de todo, la esencia misma de una explicación científica de algún fenómeno es que el mundo está ordenado lógicamente y que hay razones por las cuales las cosas son como son. Si uno rastrea estas razones hasta la base de la realidad—las leyes de la física—solo para encontrar esa razón y luego abandonar, se burla de la ciencia.[63]
El seguimiento de la serie de explicaciones de por qué las cosas son como son lleva a la conclusión razonable de que el universo está diseñado para la vida. Los científicos se han referido a esto como el universo finamente sintonizado o el principio antrópico, de que las leyes de la naturaleza están configuradas en medidas tan asombrosamente precisas para que el universo exista y para que la vida prospere. Según el físico y filósofo Robin Collins, “Si la explosión inicial del Big Bang hubiera diferido en fuerza, tan insignificante como una parte en 10⁶⁰, el universo se habría derrumbado rápidamente sobre sí mismo o se habría expandido demasiado rápido como para que se formaran estrellas. En cualquier caso, la vida sería imposible”. La posibilidad de que esto ocurra es como disparar una bala a un objetivo de una pulgada a veinte mil millones de años luz de distancia y dar en el blanco.[64]
Collins elabora este pensamiento examinando seis casos convincentes de ajustes en la estructura del universo:
- La constante cosmológica.
- Las fuertes fuerzas nucleares y electromagnéticas.
- Producción de carbono en las estrellas.
- La diferencia de masa protón-neutrón.
- La débil fuerza nuclear.
- Gravedad.[65]
Cada una de estas fuerzas y fenómenos se equilibra de una manera que produce el maravilloso universo en el que vivimos. No es racional o lógico suponer, sin pruebas contundentes, que todas estas leyes naturales, con cada milagro que producen, aparecieron sin causa o propósito.
En la comunidad científica, la idea de un universo finamente sintonizado tiene sus críticos y escépticos. Aun así, la abundante evidencia en la naturaleza y el argumento razonable y racional para el teísmo que produce no se puede negar honestamente. Antony Flew fue un filósofo ateo desde hace mucho tiempo que escribió contra el teísmo durante más de cincuenta años, pero al examinar la evidencia emergente de ajuste, más tarde llegó a la conclusión de que cierta inteligencia más allá de la humanidad debe explicar los orígenes de la vida y la complejidad del universo.[66] El teísmo, escribe, no puede ser descartado como ilusiones o superstición:
Cualesquiera que sean los méritos o deméritos de este argumento de ajuste fino en el contexto de los intentos de construir una teología natural (en oposición a una revelada), debe reconocerse de inmediato que es razonable para aquellos que creen—ya sea correcta o incorrectamente—que ya tienen buenas razones para aceptar las enseñanzas religiosas de cualquiera de las tres grandes religiones teístas reveladas (judaísmo, cristianismo e islam) de ver el argumento de ajuste como una confirmación sustancial de sus propias creencias religiosas antecedentes.[67]
Quizás la verdadera superstición, entonces, es el dogma sin fundamento de que el universo es un accidente sin propósito.
Al-lah dijo:
Dicen: «Solo existe esta vida. Viviremos y moriremos una sola vez. El tiempo es quien acaba con nosotros». Pero no poseen un conocimiento certero sobre lo que dicen y no hacen más que conjeturar.[68]
Al-Ṭabarī comenta sobre este verso, diciendo: «[El verso] significa que no tienen conocimiento con certeza, ya que solo lo asumen sin un mensaje de Al-lah, ni ninguna prueba demostrable para verificarlo».[69]
En otras palabras, los antiteístas mismos tienen una visión del mundo sin una base sólida en evidencia y lógica. Gran parte de su impulso como movimiento implica tergiversar las posiciones teístas (una falacia del «hombre de paja») o redirigir la atención hacia el comportamiento irracional e hipócrita de algunos creyentes autoidentificados (una falacia del «arenque rojo»). En realidad, es imposible determinar o probar de manera concluyente que Dios no existe. Incluso Richard Dawkins, uno de los ateos más estridentes y uno de los críticos más duros de la religión, admitió que no podía estar seguro de que Dios —y, por extensión, el Más Allá— no existe.[70]
Sin embargo, la negación del teísmo, o al menos la existencia de un poder y un propósito superiores, siempre ha sido y seguirá siendo considerada solo por una minoría de la humanidad en general, ya que la creencia en Dios está integrada en nuestra naturaleza humana y nunca puede ser borrada por completo. Incluso si la fe religiosa retrocede por un tiempo, puede y siempre será revivida nuevamente.
Dios en lo Invisible
Por último, una objeción común a la creencia en Dios es que Dios no puede ser visto o percibido directamente. ¿Por qué deberíamos creer en lo que no podemos ver? La respuesta es que Dios, como el Ser Supremo Todopoderoso, único y de otro mundo, existe más allá del velo cósmico en lo Invisible (al-ghayb). Aunque no podemos ver a Dios directamente, podemos inferir razonablemente Su existencia por los signos de Su diseño en el mundo.
La proposición de que no se puede ver a Dios y, por lo tanto, no se debe creer en Él, no es nada nuevo u original presentado por los filósofos de la «muerte de Dios». También fue dicho en tiempos del Profeta Muhammad ﷺ.
Al-lah dijo:
Dicen quienes no creen que comparecerán ante Mí: «¿Por qué no descienden sobre nosotros los ángeles [con el Mensaje]; por qué no vemos directamente a nuestro Señor?» Se han considerado demasiado importantes a sí mismos y su insolencia es enorme.[71]
El argumento de los idólatras de la Meca no se propuso como una pregunta honesta, sino como una excusa para no practicar la fe. Nadie puede afirmar lógicamente que la imposibilidad de ver algo confirma su inexistencia. Hay muchas cosas en el mundo que no podemos ver, pero en las que creemos, porque deducimos su existencia mediante sus signos o efectos. No podemos ver el viento, pero lo vemos soplar la hierba y los árboles. No podemos ver ondas de radio, pero podemos ver los resultados de su transmisión.
Por definición, la ciencia no puede «probar» o «refutar» la existencia de Dios de una manera directa y convencional, como en un laboratorio. La ciencia solo se ocupa del mundo físico y tangible de las cosas que se pueden medir. Dios está más allá del mundo físico y más allá de la medida. Aquellos que apuntaron sus telescopios al cielo y no creyeron en lo divino cuando no vieron a ningún hombre con barba sentado sobre una nube «no comprenden la verdadera medida de Dios».[72]
Considera por un momento el mundo de los microbios que viven en una placa de Petri en estudio por los científicos. Los organismos son tan pequeños que los científicos deben usar instrumentos poderosos para observarlos. ¿Es posible que los organismos perciban que los científicos están allí? ¿Es posible que los organismos midan a los científicos de alguna manera significativa? La gran diferencia de escala impide la capacidad de los microbios para comprender plenamente una realidad que está más allá de su alcance.
Nuestra relación con Dios es similar a los organismos observados por los científicos, excepto que nuestra existencia finita es aún más débil en comparación con la infinitud del Ser Supremo. Podemos tomar conciencia de Dios a través de Sus signos, pero nunca podemos comprender la medida completa de Dios. La realidad de Dios es demasiado vasta para ser vista directamente o medida con instrumentos. Si se hubiera levantado el velo cósmico, la maravilla que es Dios Todopoderoso acabaría con nosotros.
El Profeta ﷺ dijo:
Su velo es ligero. Si Él quitara el velo, el esplendor de Su semblante consumiría Su creación hasta donde se pueda ver.[73]
Por lo tanto, Dios no habla directamente a los seres humanos, sino a través de revelaciones entregadas a los Profetas.
Al-lah dijo:
Dios no habla a las personas excepto por inspiración o tras un velo o enviando un Mensajero [el ángel Gabriel] para transmitirle por Su voluntad lo que Él quiera de la revelación. Él es Sublime, Sabio.[74]
Las palabras reveladas a los Profetas, ya sea Abraham, Moisés, Jesús o Muhammad, la paz y las bendiciones sean con todos ellos, han conmovido al mundo y continúan dando forma a la historia, para brindar consuelo y orientación a millones de personas en todo el mundo. La mano guía del Todopoderoso, aunque opera desde lo Invisible, está a la vista de todos.
Conclusión
El caso de la existencia de Dios en el Corán y la Sunna es sencillo, fácil de comprender y respaldado por un razonamiento lógico y sólido. La convicción en la fe se alcanza cuando las facultades básicas del corazón y la mente se combinan en la reflexión sobre los hechos de la existencia y el mensaje de los Profetas. No requiere ningún entrenamiento o filosofía especial para llegar a la verdad del teísmo; La evidencia y los argumentos están accesibles para todas las personas independientemente de su nivel de educación. Tal es una manifestación de la sabiduría y la misericordia del Creador, quien creó el mundo para que Él sea conocido, como un peldaño hacia la vida mayor que vendrá en el Más Allá. Sin embargo, el camino espiritual requiere un esfuerzo sostenido y paciente para buscar la verdad, responder las preguntas existenciales más importantes y eliminar las dudas engañosas.
Sin embargo, el caso no será aceptado por todos. Rechazarán la lógica o propondrán sus propias explicaciones del universo que no incluyen a Dios. Y hay aún más obstáculos que alejan a las personas de la fe, y del Islam específicamente: la hipocresía de algunos creyentes, el trauma sobrellevado en sus manos o cualquier otra duda[75]. El conocimiento de lo Divino es una luz que Dios coloca en los corazones de las personas, ante todo, y ninguna cantidad de razonamiento puede insertar Su luz en los corazones de aquellos que, por cualquier razón, no pueden verla. Nuestro papel como creyentes es ser los mejores ejemplos de nuestra fe que en lo posible podamos ser, defender el Islam con gracia, compasión y hermosa predicación, ofrecer buena voluntad a todos y orar por la guía de aquellos que lo necesitan.
El éxito viene de Al-lah, y Al-lah sabe mejor.
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Fuente: Yaqeen Institute For Islamic Research
Acerca de Justin Parrott
Justin Parrott tiene una Licenciatura en Física e Inglés de la Universidad de Otterbein, una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información de la Universidad Estatal de Kent, una Maestría en Investigación en Estudios Islámicos de la Universidad de Gales, y actualmente es Bibliotecario de Investigación para Estudios del Medio Oriente en la Universidad de Nueva York en Abu Dhabi
[1] Barrett, Justin L. Cognitive Science, Religion, and Theology: From Human Minds to Divine Minds. (West Conshohocken, PA: Templeton Press, 2011), 11
[2] Sūrat al-‘Arāf 7:172; Sheikh Isa Garcia.
[3] al-Ṭabarī. Jāmiʻ al-Bayān ‘an Ta’wīl al-Qur’ān. Bayrūt: Mu’assasat al-Risālah, 2000), 10:561, verso 7:172.
[4] Hamer, Dean H. The God Gene: How Faith Is Hardwired into Our Genes. (New York: Doubleday, 2004), 6
[5] Sūrat al-Rūm 30:30; Sheikh Isa Garcia.
[6] Sūrat Luqmān 31:25; Sheikh Isa Garcia.
[7] Sūrat al-Zukhruf 43:87; Sheikh Isa Garcia.
[8] Sūrat al-‘Ankabūt 29:65; Sheikh Isa Garcia.
[9] Sūrat al-An’ām 6:63-64; Sheikh Isa Garcia.
[10] Sūrat al-Rūm 30:33-34; Sheikh Isa Garcia.
[11] Sūrat al-Zumar 39:8; Sheikh Isa Garcia.
[12] al-Ghazzālī, ʻAbd al-Ḥalīm. al-Munqidh min al-Ḍalāl. al-Qāhirah: Dār al-Kutub al-Ḥadīthah, [1972]), 111.
[13] al-Ghazzālī, al-Munqidh min al-Ḍalāl, 182.
[14] ʻIyāḍ, [al-Qāḍī] Abū al-Faḍl. al-Ilmāʻ ilā Maʻrifat Uṣūl. al-Qāhirah: Dār at-Turāt̲h, [1970]), 217.
[15] Ibn Rajab, and Muḥammad N. Ajmaī. Bayān Faḍl ʻilm al-Salaf ʻalá ʻilm al-Khalaf. (Bayrūt, Lubnān: Dār al-Bashāʼir al-Islāmīyah, 1995), 58.
[16] Sūrat al-Mā’idah 5:15-16; Sheikh Isa Garcia.
[17] Sūrat al-Ḥadīd 57:28; Sheikh Isa Garcia.
[18] Sūrat al-Ra’d 13:28; Sheikh Isa Garcia.
[19] Sūrat al-Naḥl 16:97; Sheikh Isa Garcia.
[20] Sūrat al-Fajr 89:27-30; Sheikh Isa Garcia.
[21] Sūrat al-Ḍuḥa 93:5; Sheikh Isa Garcia.
[22] Muslim, Ibn H. Ṣaḥīḥ Muslim. ([Bayrūt]: Dār Iḥyā’ al-Kutub al-‘Arabīyah, [1955]), 2:730 #1054.
[23] Muslim, Ṣaḥīḥ Muslim, 1:62 #34.
[24] al-Bukhārī, Muḥammad I. Ṣaḥīḥ al-Bukhārī. (Bayrūt: Dār Ṭawq al-Najjāh, [2002]), 8:95. #6446.
[25] al-Ṭabarānī, Sulaymān ibn Aḥmad, y Ḥamdī ʻAbd al-Majīd Salafī. al-Mu’jam al-Kabīr. (al-Qāhirah: Maktabat Ibn Taymīyah, 1994), 2:154 #1643; declarado auténtico (ṣaḥiḥ) por Al-Albānī en Ṣaḥīh al-Jāmi’ al-Ṣaghīr wa Ziyādatihi ([Dimashq]: al-Maktab al-Islāmī, 1969), 2:1289 #7816.
[26] al-Tirmidhī, Ibn ʻĪsá. Sunan al-Tirmidhī. (Bayrūt: Dār al-Ġarb al-Islāmī, 1998), 4:152 #2346; declarado aceptable (ḥasan) por Al-Tirmidhī en sus comentarios.
[27] Ibn ‘Asākir. Tārīkh Dimashq. (Bayrūt: Dār al-Fikr, 1995), 6:303.
[28] al-Bukhārī, Ṣaḥīḥ al-Bukhārī, 7:114 #5643.
[29] al-Ghazzālī, Al-Munqidh min al-Ḍalāl, 185-186.
[30] Barrett, Justin L. Why Would Anyone Believe in God? (Walnut Creek, CA: AltaMira Press, 2004), 66.
[31] al-Bukhārī, Ṣaḥīḥ al-Bukhārī, 2:94 #1358
[32] Ibn Taymīyah, Taqī al-Dīn. Majmū’ al-Fatāwà. (al-Madīnah al-Munawwarah: Majmaʻ al-Malik Fahd li-Ṭibāʻat al-Muṣḥaf al-Sharīf, 1995), 16:328
[33] Barrett, Cognitive Science, Religion, and Theology, 49.
[34] Sūrat al-Rūm 30:8; Sheikh Isa Garcia.
[35] Sūrat al-Ṭūr 52:35-36; Sheikh Isa Garcia.
[36] Ibn Ḥajar. Fatḥ al-Bārī bi-Sharḥ al-Bukhārī. (Bayrūt, Lubnān: Dār al-Ma’rifah, 1959), 8:603
[37] Hacınebioğlu, İsamail L. Does God Exist?: Logical Foundations of the Cosmological Argument. (Istanbul: Insan, 2008), 188
[38] al-Bukhārī, Ṣaḥīḥ al-Bukhārī, 6:140 #4854.
[39] Ibn Kathīr, Ismāʻīl ibn ʻUmar. Tafsīr al-Qurān al-‘Aẓīm. (Bayrūt: Dār al-Kutub al-ʻIlmīyah, 1998), 7:406, verso 52:35.
[40] Ibn Abī al-‘Izz, and Aḥmad al-Ṭaḥāwī. Sharḥ al-‘Aqīdah al-Ṭaḥāwīyah. (Bayrūt: Muʼassasat al-Risālah, 1997), 1:36.
[41] Ibn al-Qayyim. Miftāḥ Dār al-Sa’ādah wa Manshūr Wilāyat al-‘Ilm wa al-Idārah. (Bayrūt, Lubnān : Dār al-Kutub al-ʻIlmīyah, 2002), 1:214
[42] “Newton’s Laws of Motion.” National Aeronautics and Space Administration (NASA). Accessed 23 December 2016. www.grc.nasa.gov/www/k-12/airplane/newton.html.
[43] “Big Bang Cosmology.” National Aeronautics and Space Administration (NASA). Consultado el 23 de diciembre del 2016. map.gsfc.nasa.gov/universe/bb_theory.html.
[44] Leibniz, Gottfried W, Roger Ariew, and Daniel Garber. Philosophical Essays. (Indianapolis: Hackett Publishing Company, 1989), 149-150.
[45] Overman, Dean L. A Case for the Existence of God. (Lanham, Md: Rowman & Littlefield, 2009), 40.
[46] Hanby, Michael. No God, No Science?: Theology, Cosmology, Biology. (Malden, MA: Wiley-Blackwell, 2013), 212.
[47] Sūrat ‘Āli ‘Imrān 3:190-191; Sheikh Isa Garcia.
[48] Sacks, Jonathan. The Great Partnership: Science, Religion, and the Search for Meaning. (New York: Schocken Books, 2011), 1.
[49] Ibn Abī Shaybah. Al-Muṣannaf. (Riyādh: Maktabat al-Rushd Nāshirūn, 2006), 5:266 #25942.
[50] Sūrat al-Baqarah 2:164; Sheikh Isa Garcia.
[51] Sūrat al-Rūm 30:20-24; Sheikh Isa Garcia.
[52] Sūrat al-R’ad 13:4; Sheikh Isa Garcia.
[53] Sūrat al-Naḥl 16:12; Sheikh Isa Garcia.
[54] Sūrat Fuṣṣilat 41:53; Sheikh Isa Garcia.
[55] Ibn Taymiyyah, Majmū’ al-Fatāwà, 1:48.
[56] Ibn Kathīr. Tafsīr al-Qurān al-‘Aẓīm, 106.
[57] Ibíd., 106-107.
[58] Ibíd., 107.
[59] Ibíd., 106.
[60] Ibíd., 107.
[61] Ibíd., 1:107.
[62] Sūrat al-Anbiyā’ 21:22; Sheikh Isa Garcia.
[63] Overman, A case for the existence of God, 42.
[64] Murray, Michael J (ed.). Reason for the Hope Within. (Grand Rapids, Michigan: W.B. Eerdmans, 1999), 49.
[65] Manson, Neil A. God and Design: The Teleological Argument and Modern Science. (London: Routledge, 2003), 179-190.
[66] Wood, W J. God. (Durham: Acumen, 2011), 29.
[67] Flew, Antony. God & Philosophy. (New York: Prometheus Books, 2005), 11.
[68] Sūrat al-Jāthiyah 45:24; Sheikh Isa Garcia.
[69] al-Ṭabarī, Jāmiʻ al-Bayān, 22:80.
[70] Bingham, John. “Richard Dawkins: I can’t be sure God does not exist.” The Telegraph. Consultado el 23 de diciembre del 2016.. http://www.telegraph.co.uk/news/religion/9102740/Richard-Dawkins-I-cant-be-sure-God-does-not-exist.html
[71] Sūrat al-Furqān 25:21; Sheikh Isa Garcia.
[72] Sūrat al-Anām 6:91; Sheikh Isa Garcia.
[73] Muslim, Ṣaḥīḥ Muslim, 1:161 #179.
[74] Sūrat al-Shūrā 42:51; Sheikh Isa Garcia.
[75] Youssef Chouhoud, “Modern Pathways to Doubt in Islam”. Yaqeen Institute for Islamic Research. Consultado el 23 de diciembre del 2016. www.yaqeeninstitute.org/publications/modern-pathways-to-doubt-in-islam/