Posted on / in Articulos

La sorprendente humildad del imán Al-Ghazali

Abu Hamid Al-Ghazali (1058-1111) es uno de los más grandes juristas islámicos, teólogos y pensadores místicos. Al-Ghazali escribió muchos libros sobre teología y filosofía como al-Iqtisad fi’Ii`tiqad (El camino medio en teología), al-Risala al-Qudsiyya (La Epístola de Jerusalén), Ihya’ ‘ulum al-din (El Renacimiento de las Ciencias Religiosas)

 

El imán Al Ghazali se dio cuenta de que tenía que emprender un viaje. Entonces él pone a su familia en una situación en la que tenían que estar a cargo de otros.

Y se fue. Pasó diez años de su vida, prácticamente viajando por el mundo musulmán y sin decirle a la gente quién era, y viviendo en un estado de pobreza.

Su sustento se lo ganaba copiando libros, solía copiar libros y venderlos.

¡De hecho limpiaba la mezquita de los Omeyas en Damasco!

Su Humildad

Entonces, el imán Al Gazali solía barrer la mezquita y luego le dieron una habitación en ella y la usó como Khalwah. Pero, literalmente, nadie sabía quién era. ¡Estaban enseñando sus propios libros en la mezquita!

Llegó a lugares donde enseñaban sus libros.

Una vez estuvo en una Madraza y uno de los maestros dijo: «Bueno, como dijo el gran sheij Muhammad Al Ghazali…», y el imán Al Ghazali dijo que tenía que irse. Temía que el ‘Ujub (vanidad) entrara en su corazón. Era realmente una persona increíble. ¡Durante 10 años eso es lo que hizo!

De hecho, en un momento, había un grupo de eruditos sentados y un hombre se acercó e hizo una pregunta, y el imán Al Ghazali literalmente estaba barriendo al lado y escuchó que este hombre hizo una pregunta y ninguno de los eruditos supo responder.

Entonces, el imán Al-Ghazali vio a este hombre y se preocupó de que este no estuviera recibiendo la orientación que necesitaba, así que se acercó al hombre y le dijo:

«Sabes, la respuesta a tu pregunta es esta…».

Y el hombre lo miró y se echó a reír. Le dijo:

«Todos esos eruditos no pudieron responderme, y piensas yo que te creería. ¡Eres solo el que barre la mezquita!»

Alguien lo llamó al sujeto y le dijo: «¿De qué estás hablando?»

El hombre dijo: «Él dijo que la respuesta a la pregunta es tal y tal».

Todos los eruditos quedaron asombrados, y el imán dijo que tenía que irse. Se fue en ese punto nuevamente porque simplemente no quería que nadie supiera quién era.

Y ese era su estado.