El Martirio De La Maternidad Y El Agotamiento Espiritual
Por Olivia Kompier
El estatus de la madre es muy ensalzado en nuestra religión. Se dice que el Profeta ﷺ dijo, el Paraíso yace bajo los pies de tu madre, un llamado metafórico a tratar a nuestras madres con excelencia, ya que nuestro logro de entrar al Paraíso puede depender precisamente de eso. Y también:
Un hombre se acercó al Profeta ﷺ y le preguntó: «¿Quién se merece más mi buena compañía?» A lo que el Profeta ﷺ respondió: «Tu madre»…[tres veces antes de decir]…»tu padre». (Bujari)
Muchas mujeres musulmanas se sienten como si hubieran alcanzado algún tipo de estatus cumbre cuando se convierten en madres. Por último, podemos apreciar el recordatorio del Corán de que fue nuestra madre quien nos parió en sus dolores de parto y se ocupó de nuestra lactancia. Hemos experimentado las noches de insomnio, las preocupaciones y los dolores de este estado de honor al que nada más en esta tierra es equivalente.
Las madres también necesitan cuidados
Sin embargo, también se ha difuminado la línea divisoria entre ser una buena madre y ser una buena musulmana.
Cuando muchas de nosotras nos damos cuenta de que no podemos mantener el mismo nivel de adoración que teníamos antes de la maternidad, o que no podemos ayunar durante el Ramadán, o que nos cuesta leer el Corán todos los días debido a las exigencias de la maternidad, se nos anima a abrazar la maternidad como un tipo de martirio espiritual.
Personas bien intencionadas nos dan consuelo de que si hacemos de la maternidad nuestra ofrenda espiritual a la ummah, si nos sacrificamos por criar a la próxima generación y alinear nuestras intenciones como un acto de adoración, entonces la maternidad puede ser nuestro boleto a la salvación cuando tantos otros esfuerzos espirituales se quedan en el camino.
Algunos serían lo suficientemente cínicos como para sugerir que el martirio maternal es elogiado porque los hombres no quieren asumir sus responsabilidades como padres o tareas de cuidado de los niños para aliviar esta carga a las madres. No diré que este sea definitivamente el caso o que los hombres sean egoístas y eludan los deberes de ser padres para defender las normas sexistas. Solo diré que mucho en ser padres y madres puede ser una carga, una fatiga y agotamiento y ningún ser humano quiere sentir estas cosas. Muchas madres escaparían o delegarían tareas a otras personas si pudieran, y algunas logran hacerlo con la ayuda de abuelos o niñeras.
A pesar de todas nuestras nobles intenciones y esfuerzos interminables, la maternidad no es un acto de adoración como rezar, ayunar, memorizar el Corán, escuchar una clase sin ser molestado o ir a un retiro espiritual. La maternidad puede ofrecernos cantidades incontables de ajr, pero no nutre el alma como los actos de adoración que nuestro Señor ha prescrito y mencionado repetidamente en el Corán que están destinados a reponer el alma humana, independientemente del tiempo, lugar o género.
El Profeta ﷺ nos recordó que, de hecho, cualquier acto puede convertirse en un acto de adoración cuando se pretende que sea, pero no se deben combinar estas acciones con las acciones que son en sí mismas de adoración. Podemos seguir la guía profética en nuestros esfuerzos mundanos, incluidos el matrimonio y la crianza de los hijos, pero seguir la sunna no significa que estas acciones producirán los mismos frutos que la sunna de ṣalât al-ḍuḥa o qiyâm al-layl, por ejemplo.
Las mujeres mismas han sido arrastradas durante tanto tiempo al papel de madres mártires, que sentimos que ya no podemos alinearnos con nada más, lo que nos pone en peligro de bajo iman y depresión. ¿Cuántas de nosotras hemos sacrificado tanto para criar a nuestros hijos, para enseñarles su religión, para hacer que Ramadán y ṭarâwîḥ y Eid sean ocasiones de alegría y orgullo, para llevarlos a varias clases de Corán, para diseñar tarjetas de vocabulario árabe para niños inquietos, para enseñar adâb a los hermanos rivales, para tranquilizar a los adolescentes que son sacudidos por el acoso. En algunos casos, las madres se han convertido en la única fuente de guía espiritual y conexión emocional en la familia. Damos tanto solo para descubrir que nos sentimos sorprendentemente vacías.
Humana primero, Mujer segundo
Antes de identificarnos como mujeres, somos seres humanos. Allah se ha dirigido a la humanidad varias veces en el Corán. La aleya más conocida probablemente esté en Sûrat Al-Nâs (La Humanidad):
Di: «Busco refugio en el Señor de la humanidad, el soberano de la humanidad, el Dios de la humanidad…»
Si bien hay aleyas específicas de género en el Corán, la gran mayoría del Corán como recordatorio y libro de orientación no es específico en género. Las mujeres y los hombres son mitades gemelas del ser humano, y en nuestra sustancia somos lo mismo: somos carne y hueso creados a partir de arcilla imbuida de rûḥ, o alma, que proviene de Dios y lo que realmente nos da vida. Dentro de cada una de nosotras, las mujeres hay un corazón, el recipiente de nuestra fe, y este corazón es propenso a las mismas debilidades y tentaciones que los hombres; El corazón de una mujer no es más ni menos resistente, y necesita el mismo cuidado y atención para su bienestar. Así, los actos de adoración, con el objetivo de obtener un qalbun salîm (un corazón sano), son igualmente aplicables a ambos géneros. En lugar de vernos a nosotras mismas como mujeres en el contexto de nuestra religión, necesitamos vernos a nosotras mismas como seres humanos.
El desequilibrio causado por la fijación de género y la polarización
Sin duda, existen mandamientos, recordatorios y asuntos específicos de género para la comunidad musulmana. Sin embargo, después de haber sido una miembro activa de varias comunidades musulmanas durante quince años, personalmente creo que estamos demasiado obsesionados con el género. Los asuntos de polarización de género como el matrimonio, las barreras en la mezquita y el ḥiyâb han cobrado protagonismo, sobre todo en Occidente, a expensas de otros asuntos más urgentes.
Incluso en Oriente parece que no podemos escapar de la obsesión por el género y las cuestiones relacionados con él. Esto no quiere decir que las cuestiones relacionadas con el género no deban tratarse, pero personalmente creo que es una especie de enfermedad en nuestra comunidad el que hayamos dejado de lado temas espirituales más importantes y sus tratamientos en favor de discusiones de género que a menudo polarizan a la humanidad en dos campos resistentes. Como mínimo, necesitamos tener estas conversaciones de una mejor manera que aliente a hombres y mujeres a trabajar juntos.
Cuando uno estudia la sunna del Profeta, tiene la impresión de que el género no era un punto focal. Parece que se veían a sí mismos como musulmanes y trabajaron en igual capacidad para promover la causa del Islam. Por supuesto, el género afectó ciertas situaciones, pero en general la comunidad se unificó y se dedicó a su propio bienestar espiritual, permitiendo a hombres y mujeres adorar y contribuir indiscriminadamente. El género, para ellos, no era tan crucial para definir el éxito religioso o incluso mundano. El género dictaba ciertos roles y reglas, pero no definía a los musulmanes como lo hace ahora.
Nuestra comunidad está saturada de personas que abordan problemas en un contexto específico de género, y cuanto más hablamos de ello, más personas ven sus propias vidas definidas por su sexo. La maternidad es ciertamente un papel importante, pero no es saludable cuando las mujeres comienzan a definirse a sí mismas únicamente en términos específicos de género: madre, esposa, ḥiyâbi, etc. Creemos erróneamente que estos son los roles que nuestra religión tiene para ofrecernos.
Por el contrario, cuando uno estudia a las ṣâḥâbiyât (las compañeras del Profeta), encontramos términos (en nuestro léxico moderno) como adoradora, estudiante, erudita, maestra, trabajadora social, filántropa, activista, etc. Sin duda, estas mujeres eran grandes esposas y madres, pero a menudo encontraban un lugar más allá de la vida doméstica que las conectaba con el dîn, incluso si se trataba simplemente de perfeccionar la ṣalâh de una y convertirse en una devota adoradora en el hogar. Su éxito como musulmanas no comenzó con el matrimonio y terminó con los hijos.
Los peligros de exaltar el martirio materno
Con demasiada frecuencia en nuestra comunidad se ensalza el martirio de la maternidad como si fuera verdaderamente un sacrificio de mente, cuerpo y espíritu que lleva a una mujer al Paraíso como el shahîd en el campo de batalla. Permíteme recordarte que, si bien la maternidad le otorga a una mujer un alto estatus en esta vida mundana con respecto al trato que le dan sus hijos, en ninguna parte los dolores del trabajo de parto y la crianza de los hijos se equiparan con la adoración o con el jihâd que la hace candidata al Paraíso.
Sí, tener la intención de hacer algo por Dios hace que algo sea un acto de adoración y merece ajr, pero la maternidad no es inherentemente un esfuerzo espiritual. En todo el mundo, desde tiempos inmemoriales, independientemente de la religión, las mujeres han dado a luz y han criado a sus hijos. Este proceso es parte de un componente biológico para la proliferación de la raza humana en la tierra.
De hecho, los dolores de parto expian los pecados de las creyentes, pero no necesariamente la acercan a Dios, como lo hace el bajar la cabeza en sujûd en qiyâm al layl. De hecho, la maternidad a menudo obstaculiza el autocuidado espiritual y provoca una disminución del îmân. Es difícil cuidar de una misma cuando una tiene la tarea de cuidar a otros que no tienen la madurez para ser responsables de sí mismos.
La maternidad hace que muchas mujeres musulmanas se depriman, añorando volver a los días en que la atención espiritual era más accesible, cuando ayunar y rezar qiyâm al layl o tomar una clase era una opción que no causaba más cansancio. Aquí es cuando muchos miembros de la comunidad y líderes intervendrán y recordarán a las madres que este sacrificio es noble y que criar a la próxima generación es loable.
Sin embargo, criar a la próxima generación, criar un «buen musulmán», no genera lo mismo en ella misma. Como todos los demás, ella debe presentarse ante su Creador sola en el Día del Juicio. Como todos los demás, quiere prepararse para ese día. Como todos los demás, su alma anhela estar cerca de su Señor tanto en esta vida como en la próxima. Recordarle que sus hijos parecen tener éxito no significa que ella lo tenga.
Progresando
En lugar de hablar sobre la maternidad y la paternidad, necesitamos charlas que se dirijan a los musulmanes juntos como padres, que nos unan en esto, porque, lo creas o no, la mayor parte de la crianza de los hijos no es específica de un solo género, especialmente a medida que los niños crecen. Nuestra comunidad necesita padres unidos, no divididos por roles de género.
También necesitamos más charlas sobre el matrimonio que aborden nuestras necesidades humanas y espirituales y brinden sugerencias sobre cómo los cónyuges pueden permitirse uno al otro acercarse más a Allah y mantenerse espiritualmente saludables, en lugar de las charlas cliché «marido-mujer» que nos polarizan más y relegan los roles conyugales a los «derechos y responsabilidades» domésticos.
El martirio de la maternidad no es saludable y necesitamos más equilibrio en nuestra comunidad para asegurar familias saludables y una práctica exitosa de nuestro dîn. Si hay un tema específico de género en el que debemos enfocarnos, debería ser combatir el martirio de la maternidad y alentar a los hombres y mujeres a que nos veamos como compañeros en la humanidad que tienen la tarea de ayudarse unos a otros para tener éxito y alcanzar el Yannah, comenzando en el hogar y con nuestros propios hijos.
Acerca de OLIVIA KOMPIER
Olivia es una madre de cuatro hijos, casada, educa en el hogar y se convirtió al Islam a la edad de 16 años en el mes de Ramadán. Ella ha llegado a obtener una licenciatura en Estudios Islámicos, es una Consultora Certificada de Matrimonio/Crianza y es una consultora certificada de lactancia