Pasión y poder: La noción de «la musulmana ideal»
Escrito por Zainab bint Younus
ES NATURAL ser muy consciente y crítico con quienes están en el ojo público, y los musulmanes no son diferentes. Los imames, sheijs y otras figuras populares en la esfera pública musulmana están sujetos a escrutinio y fascinación.
Las mujeres musulmanas que participan en la esfera pública son aún más vulnerables a las críticas. Todos los aspectos de sus vidas, ya sea su estado civil, el color de sus hiyabs y yilbâbs, cuántos hijos tienen o (Dios no quiera, en caso de divorcio) por qué no fueron lo suficientemente buenas esposas para empezar (y cómo el estar en la esfera pública fue probablemente la razón de esto) – son puestos bajo discusión por las masas, quienes son críticos despiadados con mucha moralidad santurrona y muy poco ḥusn al-ẓann (beneficio de la duda).
No importa cuán religiosas o eruditas sean, siempre se espera que las mujeres musulmanas que se encuentran teniendo una presencia pública encajen en un molde muy específico: uno de «musulmana ideal».
Sin embargo, esta «Musulmana ideal» es ficticia: ni siquiera las mejores mujeres musulmanas de la Historia la encarnaron plenamente. Nos hemos permitido crear una falsa narrativa de que las mujeres de esa época hablaban solo de cierta manera, vestían solo de cierta manera e interactuaban con la sociedad en general de una manera muy limitada y específica. Se nos ha hecho creer que carecían de peculiaridades de carácter, opiniones fuertes y conflictos personales incluso con sus maridos; se nos ha hecho creer que eran Madonas cuya piedad las hacía más que seres humanos.
Sin embargo, nada de esto es cierto. Es cierto que eran mujeres de taqwa; mujeres de conocimiento, sabiduría y entendimiento; mujeres de modestia y castidad; mujeres que se dedicaron a la adoración de Dios. Pero también eran mujeres que optaban por dirigir ejércitos a la batalla; mujeres que no solo estaban en desacuerdo con sus maridos, sino que insistían en seguir sus propias opiniones; mujeres que eran apasionadas y no permitían que otros dictaran cómo hablaban o se comportaban.
Una de esas mujeres era ʿâishah bint Talḥa ibn ʿUbaydillâh. Su padre era el sahabi Talḥa ibn ʿUbaydullâh, su madre era Umm Kulthûm bint Abi Bakr Al-Siddîq, y su tía era Umm al-Mu’minîn ʿÂishah bint Abi Bakr.
ʿÂishah bint Talḥa era una muḥadditha (erudita en Hadices), una faqîha (jurista), una muftiyya (quien emite fallos legales) y una ʿabida (adoradora), era considerada casi igual a ʿÂishah bint Abi Bakr, el Esposa del Profeta, en piedad, conocimiento e intelecto.
También se la conocía por ser la mujer más hermosa de Medina, una mujer que tuvo tres maridos y que no tenía rival en la fuerza pura de su personalidad.
Ella no se cubría la cara. Aunque observaba el hiyab y se cubría con un jimâr y un yilbâb, dejaba su rostro al descubierto y, como resultado, su belleza se hizo famosa tanto dentro como fuera de Medina.
Se narra que una vez ʿAishah se peleó con su esposo ʿAbdullâh ibn ʿAbd Al-Raḥmân ibn Abi Bakr Al-Ṣiddîq y dejó su hogar presa de un estado de furia. De camino a la Masjid Al-Nabawy, donde iba a visitar a su tía ʿÂishah, se encontró con el Sahabi Abu Hurairah. En estado de shock, la miró y exclamó: «¡Subḥân Al-lah! ¡Acabo de ver a una de las Hûr Al-ʿÎn!» (En cuanto a la pelea con su esposo, ʿÂishah se quedó con su tía durante cuatro meses antes de que decidiera volver a casa).
Anas ibn Mâlik le dijo una vez directamente: «¡Por Al-lah, nunca he visto a alguien más hermoso que tú que no sea Muʿawiyah ibn Abi Sufyân cuando está sentado en el minbar del Rasûl Allâh!» Su respuesta fue de total seguridad en sí misma. «¡Por Al-lah, soy más hermosa que una llama poderosa vista por un hombre que se congela en una noche helada!»
Imagínate cómo se consideraría hoy a una mujer así, una mujer que tiene la audacia de responder con tanta confianza, que no solo reconoce lo que otros dicen de ella, sino que también lo enfatiza. (¡Y sin mencionar una mujer que deja la casa de su esposo estando enojada y no regresa hasta que ella así lo decida!)
Un punto a destacar es que ʿÂishah demostró que aparentemente no se considera perjudicial para ella salir de la casa de su marido sin su permiso; después de todo, pasó la duración de esos cuatro meses en la casa de Umm Al-Mu’minîn ʿÂishah. Si estuviera cometiendo un pecado al hacerlo, ¿no la habría reprendido su tía y la habría enviado de regreso con su esposo? La situación estaba muy lejos de lo que escuchamos hoy de muchas personas: que una mujer incluso ponga un pie fuera de la casa de su esposo sin su permiso está mal; que una mujer abandone la casa de su marido por ira es equivalente a un kufr menor.
Su segundo esposo, Musʿab ibn Al-Zubair, era un hombre que la amaba profundamente y comenzó a sentir celos por el hecho de que su belleza era tan obvia para todos los que la veían. Un día él le dijo: «¡O te quedas en tu casa o te cubres la cara cuando salgas!»
¿Su respuesta?
«Al-lah me ha dado esta distinción, así que quiero que la gente me mire y conozca mi virtud sobre ellos; Nunca la cubriré ya que viene de Al-lah. ¡Y por Al-lah, Al-lah sabe que no hay ningún defecto en mi carácter que nadie pueda comentar!»
El narrador que le relataba esta historia al Imam Al-Ṣafadi comentó: «Esto era cierto. Tenía un carácter extremadamente fuerte y así eran las mujeres de Banu Taym».
En este incidente, lo que se destaca es que, aparte de la falta de niqâb, este fue un caso claro de un hombre que ordenaba a su esposa que hiciera algo…y la esposa eligió seguir su propia opinión de fiqh con plena confianza de que ella no estaba haciendo algo desagradable ante Al-lah.
Si bien uno puede estar en desacuerdo con su decisión de no usar niqâb, eso es particularmente intrigante para una mujer conocida por ser una de las más grandes Tâbiʿiyyât de su tiempo. Yaḥia ibn Maʿîn, Al-Dâraquṭni, Imam Aḥmad ibn Ḥanbal y otros la describieron como thiqa (fuerte y digna de confianza en la Ciencia del Hadith); también fue clasificada como ḥujja (una cuyas declaraciones y acciones se utilizan como prueba en asuntos legales), la cual es una categoría de la que muy pocas personas se consideraban dignas. Además, desafió lo que comúnmente se enseña como un requisito principal en la relación matrimonial: la obediencia inquebrantable de la esposa a su esposo en absolutamente todas las esferas de la vida.
Obviamente, es innegable que Al-lah le dio a los hombres el papel de qawwâm (guardián, un hombre responsable hacia las mujeres de su familia), pero quizás también sea hora de que reconozcamos que, con el tiempo, los musulmanes han exagerado demasiado lo que implica ese papel. Los Sahabas y los Tâbiʿîn, al parecer, no tenían un concepto tan estricto de sumisión de la esposa a todos los caprichos y deseos del marido.
En los libros de fiqh se registraron ejemplos de su vida. Después de la muerte del primer marido de ʿÂishah, Musʿab ibn Al-Zubair le propuso matrimonio, pero por una razón u otra, ella se negó a aceptar…y llegó a hacer un juramento de dhihâr. «¡Si me caso con él, será prohibido para mí como la espalda de mi padre!» ella declaró. Fue un momento sin precedentes de la jurisprudencia islámica. Por una razón u otra, finalmente cedió, y la decisión académica fue que tenía que pagar una expiación por su juramento. Como kaffâra (expiación), compró y liberó a un esclavo por el valor de 2.000 dinares.
En otra ocasión, hizo un juramento de dhihâr una vez más, y otra vez, hacia su esposo Musʿab. Ella se encerró en sus habitaciones y se negó a permitirle acercarse a ella, recordándole su juramento, aunque él le rogó y suplicó poder hablar con ella. Al final, convocó a ʿÂmir Al-Shaʿbi, el faqîh de Kufa, para discutir el asunto con ʿÂishah. Habiendo cambiado de opinión, le preguntó a ʿÂmir Al-Shaʿbi cómo resolver el asunto. Su fatwah fue que el juramento era inválido y que ella estaba obligada a pagar la kaffâra. Ella estuvo de acuerdo con su conclusión y permitió que Musʿab regresara con ella. En agradecimiento, le dio a ʿÂmir Al-Shaʿbi 4.000 dirhams por sus esfuerzos para resolver el enigma del fiqh.
Hay muchas otras historias de la vida de ʿÂishah bint Talḥa que demuestran cuán diferente era ella de nuestras nociones preconcebidas de cómo era una «verdadera erudita». Hoy en día, una mujer que se comporta de esa manera nunca sería aceptada como una persona de justicia y autoridad. Se hablaría de ella en términos duros, se la acusaría de ser «fitna» (tentación, prueba) para quienes la rodean, se le negaría cualquier puesto público de educación islámica a las masas.
Sin embargo, en la época de ʿA’ishah bint Talḥa, se la consideraba una mujer de extrema piedad y adoración, una mujer que enseñaba a los hombres Tâbiʿîn, una mujer que es registrada como muḥadditha, faqîha y muftiyya. A pesar de todas estas historias que se conocieron sobre ella, nadie parece haber encontrado una contradicción en el hecho de que hablaba y se comportaba de esa manera, y que seguía siendo una mujer tan justa. Hubo muchos Sahabah que vivieron en su época, sin embargo, aparentemente la aceptaron tal como era.
Lo que podemos aprender de la vida de ʿÂ’ishah bint Talḥa no es necesariamente derivar opiniones fiqh sobre niqâb o dhihâr –o si las esposas pueden abandonar a sus maridos– sino más bien reflexionar sobre cómo consideramos a las mujeres, sus personalidades y su conducta, y su presencia en la esfera pública. Nuestras ideas de lo que se supone que debe ser una «mujer musulmana apropiada» han sido tan nubladas por nuestros propios filtros, tanto los culturales como los justificados islámicamente, que no nos damos cuenta de que las mayores generaciones de musulmanes a menudo tenían ideas muy diferentes de lo que era considerado aceptable.
Aunque hemos llegado a creer que una mujer piadosa es una mujer silenciosa, o una mujer que restringe todos y cada uno de los aspectos de sí misma al entorno privado, o una mujer cuya presencia pública es tan mínima y escueta como sea posible, es obvio por las biografías de las estudiosas del pasado que esto no siempre se consideró el ideal. El papel de la mujer se consideraba mucho más flexible que en la actualidad; La capacidad de una mujer para defender su propia posición y ser mucho más que un ente obediente era reconocida y no criticada.
Las Ṣahâbiyyât y Tâbiʿyyât vivieron como seres humanos normales con emociones, tentaciones, peculiaridades de carácter, problemas en sus relaciones, etc., sin embargo, esto no restó mérito a su grandeza como creyentes y eruditas, y cuyo valor fue reconocido.
Puede ser que tengamos mucho que cambiar cuando se trata de cómo percibimos y perpetuamos «la Musulmana ideal», ya sea una erudita en la esfera pública, un individuo en la esfera doméstica o ambos. Para que podamos educar nuevas generaciones de heroínas del Islam para revitalizar la Ummah, es necesario que desafiemos nuestras propias ideas estrechas de qué tipo de mujeres fueron por empezar esas primeras heroínas del Islam.
(Nota de la autora: El Sheikh Muhammad Akram Nadwi relató la fuente de las narraciones sobre ʿâishah bint Talḥa, haciendo referencia al Imam Al-Ṣafadi).
Original: Revista Al Jumuah
Acerca de Zainab Bint Younus
Zainab bint Younus es una musulmana canadiense que ha participado activamente en la da’wah y ha escrito sobre el Islam y la Ummah durante los últimos nueve años. Fue publicada por primera vez en el periódico al-Ameen (Vancouver, Canadá) a la edad de 14 años, se convirtió en cofundadora, editora y escritora de MuslimMatters.org a los 16; y comenzó a escribir regularmente para SISTERS Magazine a la edad de 19 años hasta la actualidad. También escribe regularmente en blogs en The Salafi Feminist (http://thesalafifeminist.blogspot.com/).