¡L-I-B-E-R-T-A-D!
Por Sobia Asrar
Me pregunto si la forma escrita en mayúsculas y con guiones de la palabra le hace la misma justicia que el grito de Mel Gibson al final de Corazón Valiente. De hecho, libertad es una palabra bastante importante. Y sin importar cómo lo hayan definido filósofos, académicos lingüísticos y legisladores, no tiene una única interpretación.
Para un adolescente, no tener toque de queda constituiría libertad, mientras que una madre podría definirla como poder tomarse una ducha sin interrupciones. Un trabajador diría que libertad es trabajar en horarios flexibles. Y un tetrapléjico podría responder que, más bien, es el poder de mover sus extremidades. Del mismo modo, un ateo podría declarar que la ilegalización de la religión es la mayor liberación, mientras que un pueblo podría imaginarla como autonomía política.
Una descripción precisa de la libertad es difícil de alcanzar. Pero en términos generales, es la capacidad de ejercer el libre albedrío en todos los dominios y esferas de la vida. Experimentamos esto en su forma más cruda cuando decidimos abrir los ojos cada mañana. Nada es más preciado para nosotros que este derecho de nacimiento del libre albedrío que nos distingue de los ángeles, quienes:
…no desobedecen a Dios en lo que Él les ordena. [Sura Al-Tahrîm, 66: 6]
Y aunque deberíamos actuar de manera similar, porque no somos más que siervos de Dios y le debemos nuestra propia existencia, poseemos la capacidad (con el permiso divino) de desafiar este derecho, que con demasiada frecuencia explotamos. Esto es a pesar de nuestra buena fortuna, porque estamos subordinados a Aquel que nos ama y no nos necesita.
Entonces, ¿por qué, una y otra vez, somos siervos por voluntad propia de alguien o algo que no es Él, ya sea de nuestro estilo de vida, relaciones o bienes? El rebelde en nosotros aplaude ante la idea de ser libres. Sin embargo, cosas tan insignificantes como Facebook, la comida y la diversión dominan nuestras vidas. Suspiramos cuando los ancianos nos advierten que no debemos ponernos descuidadamente en tales ataduras. Aun así, nuestras libertades tienden a ser invisibles para nosotros y ni siquiera reconocemos una realidad que las carece.
Por lo tanto, hagamos un balance de nuestras vidas y disfrutemos de las decisiones que tomamos tan fácilmente. Hay libertad cuando llevas una taza directamente a tus labios y tomas un sorbo, al ver a tu familia sin que nadie te detenga, en creer legítimamente que puedes confiar en alguien, en poder hacer planes futuros.
Todo esto es posible porque nuestro Señor nos permite hacer lo que nos plazca. En comparación, cualquier autoridad mundana, en virtud de su estatus y naturaleza humana, exige el derecho a restringir el derecho del otro a la libertad absoluta. Estas personas creen que tienen la licencia para poseer a otro ser, literal o metafóricamente. Al hacerlo, reducen la libertad, el privilegio de tener la propia elección. ¿Cómo podrían hacerlo cuando el Islam nos enseñó que cada alma nace libre? De hecho, cada persona es solo eso: un individuo sano con su propio destino.
Claro, tenemos ciertos roles en la vida que requieren grados de obediencia. Los niños deben escuchar a los padres, los estudiantes a los maestros, los trabajadores a los jefes. Pero, ¿servilismo? El Profeta ﷺ dijo:
No hay obediencia [obligada] a nadie a costa de la desobediencia a Al-lah. En verdad, la obediencia yace en lo correcto. (Bujâri)
Por lo tanto, los niños deben hacer lo que se les dice, pero solo en la medida en que coincida con la rectitud. Los educadores deben ser respetados, pero no cuando imparten información errónea. Los empleados deben cumplir con las políticas de la empresa, pero solo si esas políticas son éticamente responsables.
Ojalá nuestros mayores nos dijeran esto y sobre la lucha que casi siempre debemos emprender por nuestras libertades, nuestros derechos. Quizás no lo hagan, por temor a que podamos aplicar esto a nuestra relación con ellos. Quizás no quieran oscurecer lo que a nosotros nos parecen horizontes, pero para ellos son cielos grises. Es posible que no ahonden en esto porque, entonces, nos preguntaríamos: ¿Todo asunto es cuestión de libertad?
¿O la responsabilidad de otros sobre nosotros influye de alguna manera? ¿Siempre tienes que ceder tus derechos? ¿O hay recompensa en esperar tu momento, sabiendo que la situación eventualmente se revertirá? No hay respuestas estándar porque, realmente, estas no son preguntas fáciles. La vida no tiene una solución de «talla única».
Sin embargo, la lección más útil que nos pueden dar, al final del día, es que tú eres tú, esa es tu libertad. Cuando recordemos eso, nos despertaremos por la mañana, sabiendo quiénes somos. Y cuando nos vayamos a descansar en nuestras tumbas, podemos responder por quiénes éramos. Es esto, ser nosotros como musulmanes, lo que nos garantiza una vida en la que estaremos entre aquellos quienes,
…no habrán de sentir temor ni tristeza. [Sura Al-Baqarah, 2:38]
¿No es esa la máxima libertad, después de todo?
Fuente: Revista Al-Jumuah