La historia del Profeta Job en el Corán
Por Aisha Stacey
En las historias de los Profetas, vemos que Dios probó a varias naciones a través de la pérdida de salud y la pérdida de riqueza, incluso la pobreza extrema.
Dios declara que el arrepentimiento y la paciencia son las claves de la vida eterna, por lo tanto, aceptar las pruebas e incluso agradecer a Dios por ellas, denota un alto nivel de fe. Sin embargo, la humanidad está en una lucha constante por aceptar el mensaje de Dios. Muchas naciones fracasaron.
La historia del profeta Job es diferente. A través de su historia, podemos ver la lucha de la humanidad en un nivel más personal. Dios no nos habla sobre los métodos de predicación de Job o cómo reaccionó su pueblo a sus advertencias y amonestaciones. Dios no nos dice sobre el destino del pueblo de Job. En cambio, nos habla de su paciencia. Él (el Todopoderoso) alaba a Su profeta diciendo:
¡Qué excelente siervo; volvía a Dios en todos sus asuntos y se arrepentía con sinceridad! (Corán 38:44)
Los cristianos a menudo recuerdan la paciencia de Job y, curiosamente, los musulmanes también la recuerdan y tratan de emularlo ante la implacable adversidad.
En el siglo X d. C., el renombrado erudito islámico Ibn Kazir reunió la poca información que ha sobrevivido sobre Job, por lo tanto, lo que sigue es la historia de Job basada en el Corán, las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad (la paz sea con él) y las Historias de los profetas de Ibn Kazir.
Job era descendiente de Noé (Corán 6:84). Amaba a Dios, lo adoraba solo a Él, era paciente, firme y amable con frecuencia.
Satanás escuchó a un grupo de ángeles discutiendo que Job era el mejor hombre de su generación y el oscuro corazón de Satanás estaba lleno de celos y rabia silenciosa. Su plan era tentar a Job para que se apartara de la bondad y hacer que cayera en la incredulidad y la corrupción. Satanás intentó distraer a Job de sus oraciones, pero Job se mantuvo firme y oró con compromiso y concentración.
Esto hizo que la ira de Satanás creciera y se quejó a Dios diciendo que Job era un devoto adorador solo porque Dios lo había bendecido con riquezas y posesiones.
Dios permitió que Satanás y sus ayudantes destruyeran las posesiones de Job, pero Job permaneció fiel a su creencia y reconoció que Dios podía dar o tomar riquezas y posesiones como quisiera.
Satanás se frustró aún más y regresó a Dios diciendo que Job solo ocultó su decepción debido a su gran familia feliz. Satanás y sus ayudantes destruyeron la casa de Job, el edificio se derrumbó y mató a todos sus hijos.
Una vez más, Job se dirigió a Dios en busca de consuelo y aceptó esta prueba tan dura sin quejarse. Satanás se disfrazó y se acercó a Job en forma de anciano. El anciano se compadeció de Job y sugirió que Dios no estaba recompensando a Job por su devoción y sus oraciones, pero Job respondió que Dios “a veces da y a veces toma” y que estaba muy complacido con Su Creador.
La ira silenciosa pero ardiente de Satanás creció. Regresó a Dios diciendo que Job estaba en forma y saludable y que, por lo tanto, tenía esperanzas de recuperar su riqueza y tener más hijos. Satanás pidió permiso para destruir la salud de Job. Dios concedió la tercera petición de Satanás excluyendo su capacidad de dañar el alma, el corazón o el intelecto de Job.
Satanás y sus ayudantes comenzaron a dañar el cuerpo de Job, por la voluntad de Dios. Quedó reducido a piel y huesos y sufrió fuertes dolores. Job también fue afectado por una enfermedad que hizo que la gente se alejara de él con repulsión y sus amigos y parientes comenzaron a abandonarlo.
Solo su esposa se quedó con él. Ella lo cuidó y lo colmó de amabilidad a pesar de que se habían quedado sin un centavo y tenía que trabajar como sirvienta para proporcionarles un pequeño bocado de comida todos los días.
A lo largo de su terrible experiencia, Job permaneció devoto de Dios. Sus labios y lengua permanecieron húmedos con el recuerdo de Dios y nunca se desesperó ni se quejó. Continuó agradeciendo a Dios incluso por esta gran calamidad que le había sobrevenido.
Satanás estaba perdido, no sabía cómo alejar a Job de su devoción a Dios, así que decidió acosar a la esposa de este. Se acercó a ella en forma de hombre y le recordó los viejos tiempos y lo fácil que había sido su vida. La esposa de Job rompió a llorar y se enfrentó a su esposo diciendo: «Pídele a tu Señor que nos quite este sufrimiento».
Job se entristeció y le recordó a su esposa que Dios los había bendecido con riquezas, hijos y salud durante 80 años y que este sufrimiento había estado sobre ellos por un período de tiempo relativamente corto. Declaró que estaba avergonzado de pedir a Dios que le quitara las dificultades y amonestó a su esposa diciéndole que si alguna vez recuperaba la salud, la golpearía con 100 golpes.
La amada esposa de Job estaba devastada, se dio la vuelta y buscó refugio en otro lugar. Job se sintió impotente, se volvió a Dios, no para quejarse sino para suplicar misericordia.
[El Profeta] Job invocó a su Señor: «[¡Oh, Dios! Tú bien sabes que] he sido probado con enfermedades, pero Tú eres el más Misericordioso». (83) Respondí su invocación y lo curé de sus enfermedades, y le di nueva descendencia, multiplicándola como misericordia de Mi parte y como recuerdo para los adoradores devotos. (Corán 21: 83-84)
Dios restauró la salud de Job casi de inmediato. La esposa de Job no pudo soportar estar separada de su amado esposo por mucho tiempo, así que regresó y se asombró cuando vio su recuperación. Ella gritó su agradecimiento a Dios, y al escuchar sus palabras, Job se preocupó. Había hecho un juramento de golpear a su esposa, pero no tenía ningún deseo de lastimarla porque la amaba profundamente. Dios quería aliviar el corazón de su devoto y paciente siervo, por lo que le aconsejó que:
[Le ordené:] «Toma en tu mano un manojo de hierbas y golpea [simbólicamente] con él a tu esposa, para que no perjures». (Corán 38:44)
De las tradiciones del Profeta Muhammad, aprendemos que Dios también restauró la riqueza de Job. Se dice que un día cuando estaba tomando una ducha (o baño) Dios lo colmó de saltamontes hechos de oro. Dios recompensó abundantemente la paciencia de Job. Su salud fue restaurada, su familia le fue devuelta y se multiplicó, y una vez más se convirtió en un hombre rico.
Dios nos dice que la historia de Job es un recordatorio para todos aquellos que adoran a Dios.
Cuando uno realmente adora a Dios con total sumisión, es necesario tener paciencia. Es fácil adorar durante unos días o incluso semanas, pero debemos ser constantes. La oración nocturna requiere paciencia, el ayuno requiere paciencia, vivir con tribulaciones y pruebas requiere paciencia.
La vida de este mundo es una prueba y para pasar y ser recompensados con el Paraíso, necesitamos adquirir la paciencia de Job.
Fuente: Islamreligion.com
Acerca de Aisha Stacey
Aisha Stacey es madre de tres hijos adultos. Abrazó el Islam en el año 2002 y pasó los siguientes cinco años en Doha, Catar, estudiando el Islam y trabajando en el Centro Cultural Fanar. En 2006, Aisha regresó a la universidad por segunda vez y completó una Licenciatura en Artes y un Certificado de Posgrado en Escritura. Aisha también es escritora publicada tanto en Internet como en medios impresos y en 2009-10 fue editora de Queensland en un periódico islámico australiano nacional, Crescent Times.