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Lecciones de la vida del Faraón

Por Nouman Ali Khan

 

¿Quién es la mayor víctima de Satanás? En el Corán, se menciona a muchas personas malas, pero después de Satanás, ¿a quién pondrías en el número dos? Al faraón.

Quiero que noten algo sobre este capítulo.

Di: «Me refugio en el Señor de los seres humanos, en el Rey Soberano de los seres humanos, en el [único] Dios de los seres humanos, de la maldad del [demonio] susurrador que huye [cuando el nombre de Dios es mencionado], que susurra en los corazones de los seres humanos, y existe entre los yinnes y entre los seres humanos». (Corán 114)

Encontramos tres nombres de Dios en este capítulo:

Rabb An-Nas (Señor de la gente)

Malik An-Nas (Rey de la gente)

Il-lah An-Nas (Dios de la gente)

 

Una mirada a la arrogancia del faraón

Dios dice sobre el faraón:

Y convocó [a su pueblo] y les dijo: «Yo soy su Señor supremo». (Corán 79:24)

El faraón dijo de sí mismo: «Yo soy su Señor». El mayor susurro de Satanás: lo que se supone que debes atribuir a Dios, se lo atribuyó a sí mismo.

El Faraón convocó a su pueblo diciendo: «¡Oh, pueblo mío! ¿Acaso no me pertenece el reino de Egipto, con estos ríos que corren bajo mi palacio? ¿Acaso no ven [mi poderío]? (43:51)

Aquí el faraón se refiere a sí mismo como Rey.

Luego se volvió hacia sus jefes y dijo:

Dijo el Faraón: «¡Oh, corte! No conozco otra divinidad que no sea yo mismo. (28:38)

El faraón estaba declarando tres cosas para sí mismo: Rubbubiyah, Mulk y Uluhiyyah. Se estaba declarando Señor, Rey y dios de la gente.

Una lección para aprender

Encontramos que esta muestra que Dios nos ha dado en el Corán es muy importante, no debe pasarse por alto; eso es a lo que puede conducir el susurro de Satanás.

¿Cuál fue el mayor problema de Satanás? Arrogancia.

¿Qué es lo más grande que podría inculcar dentro de un ser humano? Arrogancia. ¿Y quién fue la peor manifestación de arrogancia? El Faraón.

Pero no tienes que llegar a ser como Faraón para preocuparte de estar yendo por el mismo camino que Faraón. Hoy no vivimos en una época en la que las personas se declaran dioses sobre los demás, sino que vivimos en tiempos en los que las personas se declaran dioses sobre sí mismas; se declaran sus propios amos, «yo soy mi propio rey, yo soy mi propio amo…»

Se declaran su propio rey, «Rey de mi casa, rey de mi territorio, rey de mi dominio…»

Declaran ser sus propios dioses, sus propios deseos se convierten en sus dioses:

¿Acaso no reparas en aquel que sigue sus pasiones como si estas fueran una divinidad?… (45:23)

Vivimos en tiempos en los que cada uno de nosotros puede convertirse en un mini-faraón sin siquiera darnos cuenta. No tenemos que tener grandes castillos, pelear contra Profetas y ser arrogantes contra Dios, sino ese concepto de ego que fue aplastado al comienzo de este capítulo cuando dijimos abiertamente: «Necesito la protección de Dios, voy caminando en Su obediencia».

Hay una lección muy poderosa en esto. El mismo Iblis reconoce el señorío de Dios, pero quiere que el ser humano lo olvide. Quiere que el ser humano olvide Dios es uno solo y quiere que el ser humano se vuelva ingrato.

Que Dios nos proteja de los susurros de Satanás.