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Malika VI: Sayyida Al-Hurra

Escrito por Tom Verde, imagen destacada diseñada por Leonor Solans, traducido por Cinthia N. Mascarell

 


Nota de la editor

Este artículo fue publicado por primera vez en la revista AramcoWolrd (Enero/Febrero 2017, Vol. 68, No. 1, Págs. 34-37). Publicado originalmente como «Malika VI: Sayyida Al-Hurra», escrito por Tom Verde; lea en línea aquí. (©AramcoWorld). Lo traduzco y lo publico con el permiso del editor.


 

Desde Indonesia hasta Pakistán, Kirguistán a Nigeria, Senegal a Turquía, no es particularmente raro en nuestros tiempos que las mujeres en países de mayoría musulmana sean nombradas y elegidas para altos cargos, incluido el de jefe de estado. Tampoco lo ha sido nunca.

Desde hace más de 14 siglos desde el advenimiento del Islam, las mujeres han ocupado puestos entre muchas élites gobernantes, desde Malikas o Reinas, hasta poderosas asesoras. Algunas ascendieron a gobernar por derecho propio; otras se alzaron como regentes de maridos incapacitados o sucesores masculinos, pero demasiado jóvenes para un trono. Algunas demostraron ser administradoras perspicaces, comandantes militares valientes o ambos; otras se diferenciaban poco de los potentados masculinos igualmente imperfectos que sembraron las semillas de sus propias caídas.

Esta serie de seis partes presenta algunas de las líderes históricas más notables de las dinastías, imperios y califatos musulmanes.

La sexta y última historia de esta serie tiene lugar a principios del siglo XVI, cuando Marruecos ofreció refugio a los emigrados musulmanes y judíos tras la caída de Al-Andalus en la España cristiana

Gobernante y defensora de la ciudad-estado costera de Tetuán en Marruecos, Sayyida al-Hurra era una mujer de muchas identidades. Su nombre, en realidad un título, se traduce como «una dama noble independiente», pero para sus detractores era una «reina pirata». Hasna Lebbady, autora de Feminist Traditions in Andalusi-Moroccan Oral Narratives (Palgrave Macmillan, 2009), la cuenta entre las heroínas andalusí-marroquíes que pueblan la historia y el folclore de la nación.

Ciudad costera de Tetuán hoy (Fuente)

La vida de Sayyida al-Hurra estuvo marcada en gran parte por las crisis de su época. Estos comenzaron de manera más dramática en 1492 con la expulsión de su familia y compatriotas musulmanes y judíos de su amada ciudad de Granada en Al-Andalus (ahora sur de España) por las fuerzas de Fernando e Isabel. El evento marcó el final de casi ocho siglos de dominio musulmán en la Península Ibérica.

Los moros fueron expulsados de España en 1492. Esta es una descripción de una de las batallas que tuvo lugar (Fuente)

Los “muchos miles de emigrantes desafortunados”, lamentó el historiador nacido en Argelia al-Maqqari un siglo después, fueron absorbidos por los principales centros urbanos del norte de África como Fez, Orán y Túnez. Otros, observó al-Maqqari, «poblaron las ciudades y distritos del desierto del país [incluidos] Tetwán (Tetuán), Salé y las llanuras de Metidja, cerca de Argel».

Entre la ola de refugiados se encontraba el qaid (jefe tribal) Moulay Ali ibn Rashid, su esposa, Lalla (Lady) Zohra Fernandez, una cristiana que abrazó el Islam, su hijo Moulay Ibrahim y su hija, la futura Sayyida al-Hurra, cuyo nombre de nacimiento probablemente era Aisha, y probablemente nació en algún momento entre 1485 y 1495. Los Rashid eran un clan noble que afirmaba descender del Profeta Muhammad a través de Idrisi I, fundador en el siglo VIII de la primera dinastía islámica de Marruecos. Poco después del exilio de la familia de Al-Andalus, se establecieron en las montañas del Rif al sureste de Tánger, donde Moulay Ali fundó y dirigió la ciudad-estado de Chefchaouen, cerca de la costa norte de Marruecos. Como refugiado él mismo, Moulay Ali abrió las puertas de Chefchaouen a oleadas de compañeros andaluces que huían de la Reconquista española.

Fuente

Aisha habría sido una joven testigo de todo este trastorno mientras, cuando era niña, recibió una educación de primera clase. Destacó en idiomas, incluido el castellano y el portugués, así como en teología. Entre sus maestros se encontraba el famoso erudito marroquí Abdallah al-Ghazwani, cuyo padre, el igualmente célebre sheij Oudjal, supuestamente una vez puso su mano en la cabeza de Aisha y declaró: «Esta niña alcanzará un alto rango».

Una caricatura de Sayyida Al-Hurra (Fuente)

En 1510 dio sus primeros pasos hacia el cumplimiento de la predicción de Oudjal al casarse con Abu Hassan al-Mandari, gobernador de Tetuán desde 1505. Aproximadamente a 55 kilómetros al norte de Chefchaouen, en la desembocadura del río Martil, Tetuán era el principal puerto de Marruecos, un centro de distribución de mercancías desde el interior y más allá. La villa fortificada fue también una base táctica para las incursiones marítimas contra el puerto norteño de Ceuta, que en varias ocasiones estuvo en manos de potencias rivales musulmanas (nazaríes) y cristianas (portuguesas). En 1400, temiendo la posición de Tetuán, los portugueses la atacaron y la dejaron en escombros.

“Durante 80 años permaneció abandonada, hasta que un capitán de Granada decidió restaurar la ciudad”, informó el historiador del siglo XVI Al Hasan ibn Muhammad al-Wazzan, más tarde conocido como Leo Africanus, quien, como Aisha, era un refugiado de Al- Andalus. El capitán al que se refería era Al-Mandari, uno de los últimos defensores militares de Granada y, por tradición, el padre fundador de la moderna Tetuán. «Se le dio la autoridad para restaurar la ciudad y recaudar impuestos», escribió Al Hasan. “Reconstruyó las murallas de la ciudad, erigió un fuerte y… libró muchas guerras con los portugueses, a menudo atacando Ceuta, Ksar y Tánger”.

Existe un desacuerdo entre los historiadores sobre si el hombre con el que Aisha se casó era este Al-Mandari en particular u otro miembro más joven de la familia del mismo nombre que lo había sucedido, tal vez un hijo (posiblemente Mohammad al-Mandari) o un sobrino. En cualquier caso, su educación, fortaleza de carácter y presencia de ánimo la establecieron como líder política, independiente de la supervisión, instrucción o aprobación masculina.

“Sus parientes varones confiaban en ella, y esto parecía ser una característica de las mujeres andaluzas-marroquíes en general”, observa Lebbady. «Sabía lo que se necesitaba hacer en diferentes circunstancias y estos son los tipos de cualidades que la habrían convertido en una líder».

La alianza matrimonial de al-Mandari fue un acierto. Con Aisha como co-regente de Tetuán y el nombramiento simultáneo de su hermano Moulay Ibrahim como visir de Ahmed al-Wattasi, sultán de Fez, los Rashid se posicionaron como actores principales en el esfuerzo por unificar Marruecos contra las potencias de rápido crecimiento de España y Portugal.

La necesidad de unidad era genuina.

Detalle del Mapa de Fra Mauro que describe la construcción de los juncos que navegan en el Océano Índico (Fuente)

En 1488, los portugueses circunnavegaron el extremo sur de África y establecieron su propia ruta marítima directa a Arabia, India y el sudeste asiático. La táctica redujo las ganancias de los comerciantes del norte de África que durante siglos habían actuado como intermediarios entre Europa occidental y Asia. Los portugueses también establecieron colonias a lo largo de las costas africanas, uniéndolas al interior. Al mismo tiempo, los españoles, que miraban con avidez el estrecho de Gibraltar y con recelo la expansión otomana en el Mediterráneo, se aferraron obstinadamente a sus propios puestos de avanzada a lo largo de la costa norteafricana: Trípoli, Argelia, Santa Cruz y otros.

Retrato de Abu al-Abbas Ahmad ibn Muhammad (Ahmed al-Wattassi) (Fuente)

Mientras tanto, al sur de Fez, en lo que ahora es el centro-norte de Marruecos, Ahmed al-Wattasi buscó una alianza con Portugal para ayudarlo a defenderse de las tribus rebeldes Saadi apoyados por Inglaterra. El Mediterráneo, antes conocido como lago romano, se había convertido en un guiso internacional e interno.

Al-Mandari, el esposo de Aisha, murió en algún momento entre 1515 y 1519, y Aisha se convirtió en la única gobernante de Tetuán. Fue en este momento cuando asumió el título formal sayyida al-hurra, hakimat titwan — Señora Soberana, Gobernadora de Tetuán. (Los europeos se preguntaban si “Sayyida al-Hurra” era su nombre real, ya que aparece en los registros españoles contemporáneos como Saida el-Horra; lo que parece más probable es que, sin saber su nombre de pila, lo confundieran con su título). Como Sayyida al-Hurra, gobernó efectivamente Tetuán durante el próximo cuarto de siglo más o menos, tiempo durante el cual «la ciudad pronto alcanzó un nivel de prosperidad inaudito», como escribe el historiador español Germán Vázsquez Chamorro en su reciente estudio Mujeres Piratas (Edaf Antillas, 2004). Gran parte de esta prosperidad se derivó de una fuente obvia: los ataques a barcos españoles y portugueses cargados de mercancías, oro y otros tesoros.

Oruç Reis, también conocido como Barbarroja, fue el Bey otomano de Argelia del siglo XV, luego formó una alianza con Sayyida Al-Hurra (Fuente)

Fue la asociación de Sayyida al-Hurra con el famoso corsario Oruç Reis, conocido en Occidente como Barbarroja, lo que ayudó a cimentar su reputación de «reina pirata». Nacido en Lesbos alrededor de 1474, Oruç y su hermano mayor, Hayreddin, estaban entre los más notorios de los llamados corsarios berberiscos. Mientras trasladaban su base por el Mediterráneo como sirvientes nominales del sultán otomano, sus hazañas incluyeron incursiones en colonias españolas, batallas con los Caballeros Hospitalarios e incluso un atrevido ataque contra la bandera (mucho más grande) del Papa Julio II en 1504. Una figura temible, Oruç lucía un brazo protésico plateado. A pesar de la desventaja, según testigos presenciales, «luchó hasta el último suspiro, como un león», pero tenía un lado blando: entre 1504 y 1510, ayudó a transportar refugiados musulmanes desde España al norte de África. Esto le valió el apodo cariñoso de Baba Oruç (Padre Oruç), que, para el oído europeo, era mal oído como «Barbarrossa», que significa «Barbarroja» en italiano.

Cualquiera que sea el color real de sus bigotes, la política y las simpatías de Oruç atrajeron la atención y la admiración de Sayyida al-Hurra. Uniendo fuerzas, los dos pronto dominaron las aguas del Mediterráneo, asaltaron barcos y ciudades y tomaron cautivos cristianos. Fuentes españolas de 1540 relatan los ataques a Gibraltar y la pérdida de “mucho botín y muchos prisioneros” por los que Sayyida al-Hurra negoció un rescate. Los portugueses, por su parte, “rezaron para que Dios les permitiera verla colgada del mástil de un barco”, como señala Chamorro. Sébastien de Vargas, enviado real portugués a la corte de Fez en ese momento, la caracterizó como «una mujer muy agresiva y de mal genio en todo».

Pero si Sayyida al-Hurra y Oruç eran o no «piratas» realmente dependía del extremo del cañón al que uno se encontrara. “La piratería fue rampante en el siglo XVI y de ninguna manera se limitó a la costa sur del Mediterráneo”, dice Lebbady. “Los piratas ingleses solían interceptar las galeras españolas que regresaban de América, y lo que tomaron como botín fue una importante fuente de ingresos para el gobierno de la reina Isabel I”.

En cambio, durante la época de Sayidda al-Hurra, Marruecos no tenía armada, y dependía de “corsarios” —como los llama Lebbady— para defender la costa.

“Muchos de estos corsarios eran andalusíes que se asentaron en lugares como Salé y Tetuán. Bajo el mando de Sayidda al-Hurra, la ayudaron a defenderse de los agresivos ibéricos que colonizaban Marruecos y, en ocasiones, esclavizaban a la mayoría de la población”, dice Lebbady. “Entonces Sayidda al-Hurra estaba haciendo lo mismo con los iberos que nosotros con los marroquíes. No la llamaría pirata. Referirse a ella como pirata es culpar a quienes defendían su tierra de las potencias coloniales agresivas”.

Un ejemplo de tecnología naval ibérica (Fuente)

A medida que su poder crecía, también lo hacía su reputación. En 1541, durante una gira por la región para ayudar a conseguir apoyo para su asediada dinastía, Ahmed al-Wattasi pidió su mano en matrimonio. Ella aceptó, pero se negó a viajar a Fez para la boda, insistiendo en cambio en que tuviera lugar en Tetuán. Fue la única vez en la historia de Marruecos que un sultán se casó fuera de la capital. La noticia de la boda llegó hasta Madrid, donde inquietó a Felipe II y fue vista por algunos como el equivalente musulmán del matrimonio de poder entre Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.

Pero el poder de Sayyida al-Hurra no perduraría. Su diplomacia intermitente y sus disputas con los portugueses en Ceuta llevaron a su gobernador a cortar los lazos comerciales con Tetuán, y los comerciantes locales se quejaron de que su temperamento y orgullo se habían vuelto malos para los negocios. Mientras tanto, su yerno Moulay Ahmed al-Hassan al-Mandari (nieto de Abu Hassan), anticipando la caída de los Wattasids, aliados con sus enemigos tribales, los Saadis. Llegó a Tetuán en 1542 con un pequeño ejército y usurpó a su suegra. Aceptando su destino, se retiró a Chefchaouen, donde vivió casi 20 años más, hasta el 14 de julio de 1561.

Los historiadores dicen que fue la última mujer gobernante islámica en ostentar el título de «al-Hurra». Aunque no dejó ningún escrito propio conocido, las palabras de su compatriota andaluza, la poeta del siglo XI Wallada, hija de Al-Mustakfi, gobernante de Córdoba, resumen elegantemente su aplomo y poder, sin mencionar las de todas las mujeres líderes que se distinguieron a lo largo de la historia:

Digna soy, por Dios de las alturas, y con orgullo camino con la cabeza en alto.