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Las raíces bíblicas del problema palestino

Por el Profesor Shahul Hameed

 

La promesa de Jehová

Los judíos sionistas afirman que Jehová les prometió toda la Tierra de Palestina exclusivamente a ellos, ya que son los Hijos de Abraham. Los versículos bíblicos relevantes son:

El Señor dijo a Abram: «Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, y vete al país que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo; te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Tú serás una bendición», (Génesis 12: 1-2)

Y le dijo: «Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posesión», (Génesis 15:7)

«Yo te daré a ti y a tu descendencia después de ti en posesión perpetua la tierra en la que habitas ahora como extranjero, toda la tierra de Canaán. Yo seré vuestro Dios». Dios dijo a Abraham «Guardaréis mi pacto tú y tu descendencia después de ti», (Génesis 17: 8-9)

Basándose principalmente en una interpretación distorsionada de los versículos anteriores en sus escrituras, los sionistas afirman que el pacto eterno de Dios con Abraham y sus descendientes significa que Israel debe tener soberanía política indivisa sobre toda la tierra mencionada allí, que según ellos se extiende desde el Nilo en Egipto al Éufrates en Irak.

De hecho, esta afirmación sionista es errónea desde el punto de vista de la Biblia, porque el pacto de Dios fue dado a Abraham y a toda su descendencia; no solo a Israel.

Abraham es «el padre de muchas naciones», no solo una nación, como se puede ver en lo siguiente:

Cayó Abram rostro en tierra, y Dios le habló así: «Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido. Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti», (Génesis 17:3-6)

Sabemos que la Biblia habla de los dos hijos de Abraham: su primogénito fue Ismael, y el segundo fue Isaac. Los árabes son los hijos de Ismael y los judíos son los hijos de Isaac. La madre de Ismael, hijo de Abraham, era Haqar la egipcia, quien había recibido una promesa del pacto:

“Aumentaré tanto tu descendencia que será demasiado numerosa para contarla”. (Génesis 16:9-10)

Esos descendientes eran árabes, asentándose en territorio árabe, como dice Génesis 25:13-18.

Pero los sionistas argumentan que solo los hijos de Isaac merecen vivir en la Tierra prometida porque la madre de Ismael, Hagar, era solo una sierva de Sara, así que (dicen que) sus hijos no tienen derecho a su patria.

Sara no tuvo hijos durante muchos años. Ella le dio a su sierva Hagar a Abraham para que pudiera tener hijos, y Hagar dio a luz a Ismael. A la edad de noventa años, le dijeron a Sara que daría a luz y ella se rió porque pensó que era demasiado mayor para tener hijos. Sara dio a luz a Isaac (Yitzhak). Más tarde, Sara ahuyentó a Hagar e Ismael, diciendo: «El hijo de esta sierva no heredará junto con mi hijo, Yitzchak». (Bereshit 21:10)

La afirmación anterior del sionismo tiene como objetivo deliberado negar a sus hermanos árabes cualquier derecho a la tierra de su nacimiento. Es interesante ver cómo los arquitectos y los creyentes en el sionismo tuercen el mandato divino para establecer su afirmación irrazonable.

Por esto, se niegan descaradamente a honrar esta ley en la Torá:

Si un hombre tiene dos mujeres a una de las cuales ama y a la otra no, y tanto la mujer amada como la otra le dan hijos, si resulta que el primogénito es de la mujer a quien no ama, el día que reparta la herencia entre sus hijos no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la mujer que ama, en perjuicio del hijo de la mujer que no ama, que es el primogénito. Sino que reconocerá como primogénito al hijo de ésta, dándole una parte doble de todo lo que posee: porque este hijo, primicias de su vigor, tiene derecho de primogenitura. (Deuteronomio 21: 15-17)

Es evidente aquí que la condición de madre del primogénito no lo inhabilita en modo alguno para heredar sus derechos (que es el doble de lo que recibe el otro hijo, según esta disposición) de su padre.

Pero los judíos, así como algunas sectas de cristianos, dejan de lado esta simple regla de la Torá, solo por negar a los palestinos el derecho a la tierra que Dios les dio, así como a sus hermanos, los Hijos de Isaac (o Hijos de Israel).

Los judíos creían en la superioridad de su raza, porque pensaban que su condición de “Pueblo Elegido de Dios” no podía significar otra cosa.

El Corán, aunque a veces ha sido criticado por algunos judíos como antisemita, establece muy claramente que los Hijos de Israel son el Pueblo Elegido de Dios.

Pero el Corán niega claramente la afirmación de que esto significa que Dios considerará a los judíos como Sus favoritos en detrimento de los demás. Su estatus especial solo significa que Dios los eligió como los portadores especiales de Su Mensaje; porque escogió de entre ellos un gran número de profetas, por ejemplo.

Como comunidad de personas, los judíos eran despreocupados de la misión que se les encomendó y, en comparación con otros, eran muy «casuales» en el tema de la obediencia a Dios y a sus profetas. (Éxodo 32:1-9)

La forma en que los judíos trataban a sus profetas podía entenderse a partir de las experiencias de esos profetas, como se describe en el Antiguo Testamento de la Biblia.

Los musulmanes, y probablemente también los cristianos, dirían que esta fue la razón por la que Dios les hizo sufrir severas penurias una y otra vez.

El punto a destacar aquí es que judíos, cristianos y musulmanes son todos seguidores de la misma tradición religiosa; y aquellos en el Medio Oriente, independientemente de su religión, son los Hijos de Abraham, ya sea a través de Ismael o Isaac. Ni el judío, ni el cristiano, ni el musulmán pueden negar esto, ya que está claramente establecido en sus respectivas escrituras.

Uno puede encontrar en esto un rayo de esperanza para la solución de la crisis del Medio Oriente. Pero, por supuesto, cuando gobierna la política del orgullo racial o tribal o lo que podría llamarse crudamente «instinto de rebaño», las cosas empeoran cada vez más como sucede ahora.

El Pueblo, la Tierra y la Torá

Fue en el siglo XIX, siguiendo una tendencia que comenzó antes en Europa, las personas de todo el mundo comenzaron a identificarse como ciudadanos, partes de un proyecto de “estado-nación”, y a exigir derechos nacionales. En este momento, los judíos que vivían como ciudadanos de diferentes países durante siglos podrían haber permanecido en sus respectivos países, como lo estaban haciendo los cristianos y los musulmanes. Pero dos factores conspiraron en contra de esto.

Uno, su conciencia de la Tierra Prometida a la que los fundamentalistas judíos habían estado llamando a todos los judíos a regresar; y dos, la amargura que sentían contra las tierras donde hasta ahora habían sido tratados como marginados. (Karen Armstrong, The Battle for God, Londres, 2001, p. 150)

El movimiento sionista comenzó en 1882, con la intención de recuperar lo que pensaban que era la tierra “exclusivamente” prometida por Dios a los judíos. Los extremistas entre ellos creían que podían vivir como verdaderos judíos solo si practicaban todas las leyes de la Torá. Esto sería posible «solo» si regresaran a la Tierra Prometida; porque de lo contrario no se podrían observar las leyes relativas a la agricultura y la colonización, y la política y el gobierno, por ejemplo. (Karen Armstrong, The Battle for God, p. 258)

La pregunta que surge aquí es si Dios realmente quiere que los humanos defendamos los valores de la justicia y la verdad en todo, mientras apoya a Su pueblo Elegido en desafiarlos en el asunto de sus desafortunados hermanos.

Por supuesto, los judíos siempre han podido encontrar precedentes en su propia historia para apoyar sus políticas injustas (por ejemplo, el Libro de Josué, donde se informa que Jehová apoyó una guerra muy brutal contra los gentiles, para quitarles su tierra, sus bienes y sus vidas). (Josué 10:25)

El movimiento sionista identificó a Palestina como el lugar de su nueva nación y comenzó una ola de inmigración de Europa para establecerse allí.

En ese momento, Palestina era parte del Imperio Otomano. Según los registros otomanos, en 1878 había 462.465 habitantes en los distritos de Jerusalén, Nablus y Acre: 403.795 musulmanes (incluidos los drusos), 43.659 cristianos y 15.011 judíos.

La gran mayoría de los árabes (musulmanes y cristianos) vivían en varios cientos de pueblos rurales. Jaffa y Nablus eran las ciudades árabes más grandes y económicamente más importantes. (The Middle East Research and Information Project: Palestine, Israel and the Arab-Israeli Conflict)

Hasta principios del siglo XX, la mayoría de los judíos que vivían en Palestina observaban prácticas religiosas tradicionales y ortodoxas y pasaban el tiempo estudiando textos religiosos.

Su apego a la tierra era más “religioso” que “nacional”, y no estaban involucrados en el movimiento sionista, que comenzó en Europa y fue traído a Palestina por inmigrantes.

La mayoría de los judíos que emigraron de Europa vivían un estilo de vida más secular y estaban comprometidos con los objetivos de crear una nación judía y construir un estado judío moderno e independiente. El sionismo, o nacionalismo judío, “fue influenciado por la ideología nacionalista y por las ideas coloniales sobre los derechos de los europeos a reclamar y establecerse en otras partes del mundo”. (The Middle East Research and Information Project: Palestine, Israel and the Arab-Israeli Conflict).

Pero al mismo tiempo, los sionistas seculares fueron lo suficientemente astutos como para hacer uso del fervor religioso de los fundamentalistas. Para los judíos fundamentalistas, la tierra, el pueblo y la Torá formaban una tríada, cada uno de los cuales es sagrado. Consideraron un deber religioso anexar y ocupar toda la Tierra Prometida (cuyas fronteras solo Dios conoce), sin importar quién la posea ahora. (The Middle East Research and Information Project: Palestine, Israel and the Arab-Israeli Conflict)

Creen que en este esfuerzo Jehová está con ellos, como lo hizo con Josué. Por eso, a los israelíes no les importan, en absoluto, las críticas del mundo contra sus atrocidades, o las resoluciones de la ONU contra la ocupación de tierras árabes.

¿No es una paradoja que los judíos que fueron víctimas de un holocausto racial ahora estén infligiendo un holocausto racial similar a los palestinos? Cuando los líderes sionistas acusan al pueblo palestino de fundamentalismo religioso y terrorismo, todo el “mundo civilizado” les cree.

Pero realmente, ¿quién podría ser más fundamentalista o más terrorista que los sionistas que invaden abiertamente las tierras árabes, demuelen hogares árabes, matan a hombres, mujeres y niños árabes en el nombre de Jehová?

 

Fuente: About Islam

 

Acerca del Profesor Shahul Hameed

El profesor Shahul Hameed es un consultor islámico. También ocupó el cargo de Presidente de la Misión Islámica de Kerala, Calcuta, India. Es autor de tres libros sobre el Islam publicados en malaya. Sus libros tratan sobre religión comparada, la condición de la mujer y la ciencia y los valores humanos.