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El Profeta Muhammad: un esposo como ningún otro

Por Sadaf Farooqi

 

Hombres y mujeres: se han realizado muchas investigaciones para analizar y estudiar las diferencias en sus formas físicas, fisiologías y composición psicológica, así como sus roles funcionales en el esquema general de las cosas, es decir, la vida en este mundo.

El tema es delicado porque plantea preguntas importantes sobre los roles de género e inevitablemente altera a algunas personas cuando, durante estas discusiones, los hombres o las mujeres parecen ser superiores al otro en algunos aspectos de la naturaleza humana.

Profeta Muhammad: el esposo ideal

En el Corán, Dios describe al Profeta Muhammad (la paz sea con él) como el modelo a seguir que debemos emular y seguir en todos los aspectos de la vida.

En el Mensajero de Dios hay un bello ejemplo para quienes tienen esperanza en Dios, [anhelan ser recompensados] en el Día del Juicio y recuerdan frecuentemente a Dios. Corán (33:21)

Jugó muchos papeles durante su vida, pero el papel que asumió muy temprano en su juventud, y que se mantuvo como un papel constante en su vida hasta su muerte a la edad de 63 años, fue el de esposo.

Muhammad fue esposo incluso antes de convertirse en profeta, padre, líder de batallón, juez o líder de la comunidad musulmana.

El matrimonio jugó un papel central durante su vida.

Dios decretó el matrimonio como un medio para que él obtuviera estabilidad financiera y seguridad (a través de la amplia riqueza de su esposa Jadiya); criar a sus hijos pequeños (casándose con Saudah después de la muerte de Jadiya); para formar enlaces importantes (por ejemplo, casándose con Umm Habibah); establecer leyes islámicas (por ejemplo, casándose con su prima Zainab, quien abolió una costumbre árabe que prohibía casarse con la divorciada de un hijo adoptivo); y para difundir el mensaje del Islam a lo largo y ancho (por ejemplo, su joven esposa A’ishah propagó más de 2000 narraciones y se destacó en jurisprudencia, especialmente en lo relacionado con la intimidad sexual y la impureza femenina).

Sin embargo, antes de que Muhammad se convirtiera en Profeta y portador oficial de la antorcha del Din del Islam, estuvo casado solo una vez, con una mujer mayor que ya había enviudado dos veces: Jadiya.

Pasó la juventud felizmente casado con una sola mujer, 15 años mayor

A pesar de vivir en una sociedad extremadamente misógina y patriarcal donde los hombres hacían lo que querían y las mujeres eran oprimidas, explotadas y asesinadas con total abandono; donde los hombres se casaban con un número ilimitado de mujeres de acuerdo con sus caprichos y fantasías, Muhammad se mantuvo casto cuando era joven, casándose solo después de que una mujer mayor le propuso matrimonio a través de una tercera persona, y su tutor le dio el visto bueno.

Perteneciente a un influyente y honorable clan árabe, podría haberse casado con multitud de mujeres si así lo hubiera querido siendo joven, es decir, a partir de los 25-40 años, época en la que el deseo sexual del joven alcanza su punto máximo, pero no lo hizo. En cambio, permaneció casado solo con Jadiya hasta la muerte de ella.

Imagínate a un joven que hoy pertenece a una familia acomodada, influyente y de clase alta, tomando esa opción por sí mismo, ya que todos sabemos cómo un hombre desea variedad femenina, progenie y «libertad» de responsabilidades en este momento.

Imagínalo casándose con una mujer de 40 años a la edad de 25 y manteniéndose fiel a ella hasta la edad de 43 años, nunca engañándola con otra mujer.

Además de su castidad, fidelidad y lealtad a la única esposa que tuvo durante los primeros dos tercios de su vida, las brillantes cualidades del Profeta Muhammad como esposo mayor para todas sus otras esposas también se hicieron evidentes durante los últimos 20 años de su vida.

No es sólo el amor, el cuidado y el perdón que mostró a sus esposas lo que prueba su elevado carácter como esposo, sino que su decencia y caballerosidad como un hombre justo brillan aún más a través de lo que no les hizo, a pesar de que él tenía la autoridad para hacerlo.

Nunca reprendió a sus esposas delante de los demás

Es común que muchos esposos reprendan a sus esposas por el más mínimo error cuando están estresados.

Levantar la voz a su esposa, regañarla con un gran ceño fruncido en su rostro frente a los demás, decirle que se “calle la boca” o que “se pierda” durante un juego de deportes favorito o un programa de televisión, o directamente insultarla cuando ella le grita, lo molesta o lo regaña: estas son cosas que no son desconocidas para algunos, si no para la mayoría, de los maridos de hoy en día.

Podemos imaginarnos cómo reaccionaría un marido si alguien le envía la comida que le gusta y su mujer, en un ataque de celos repentinos, tira el plato al suelo, haciendo que la comida se derrame y el utensilio se rompa.

¿Cómo crees que la mayoría de los esposos de hoy reaccionarían ante tal situación? ¿No crees que la mayoría inmediatamente regañaría a su esposa?

¿Adivina qué? Esto realmente le sucedió al Profeta, pero él no le gritó a su esposa y limpió el desastre él mismo.

Sin embargo, siendo el hombre justo que era, ¡le ordenó que compensara el utensilio roto!

Indiferencia: su reprimenda más estricta

El Profeta mostró una inmensa paciencia cuando una o más de sus esposas se comportaron emocionalmente en su presencia, ya sea en público o en privado.

Nunca las insultó, ni movió un dedo para golpear a ninguna de ellas, incluso cuando lo harían enojar mucho.

El método más severo de “disciplina” o reprimenda que usaba cuando estaba enojado con una o más de sus esposas era ignorarlas (no hablarles) y no visitarlas en sus aposentos privados por un cierto período de tiempo, lo que significaba que también se alejó de ellas sexualmente.

Esto resultó ser un método muy efectivo para corregir a sus esposas cuando lo enojaban por razones que no agradaban a Dios y no estaban respaldadas por el Islam.

Él no era controlador

Muchas nuevas esposas confiesan haber recibido una lista clara de «no hacer» de sus maridos tan pronto como termina la ceremonia del nikah, incluso antes de que las flores de la boda se hayan marchitado.

Ejemplos de tales restricciones que los esposos imponen a las esposas inmediatamente después de la boda, citando como razón sus derechos islámicos sobre ellas, son: “no hablarás con tus colegas masculinos y primos”, «no irás a ninguna reunión social sin mí», “nunca aceptarás un trabajo o una carrera”, “visitarás a tus padres solo una vez a la semana/mes/año”, «no invitarás a esa molesta amiga tuya a nuestra casa», “eliminarás tu cuenta de Facebook”, «no subirás de peso”, etc.

Tales restricciones de los nuevos esposos son un signo de una inseguridad subyacente que se manifiesta en forma de posesividad paranoica, celos irracionales y un intento de ejercer un nivel extremo de control sobre su esposa, frustrando y reprimiendo su movimiento, sus pasatiempos e intereses halal, e incluso su personalidad.

La verdadera razón es su miedo de perder su amor, lealtad, enfoque y respeto. El principal ejemplo de esto es cuando una chica recta, que habitualmente observa todos los límites del Islam incluso antes de casarse, se convierte en blanco de la manipulación y el control de su marido.

Una prueba clara de si un esposo posee verdadero gherah (celos dignos de alabanza) o simplemente es controlador, es si él mismo obedece o no las reglas y restricciones del Islam.

Dado que Dios nos ha ordenado en el Corán que siempre tomemos al Profeta Muhammad como nuestro modelo a seguir, ¿deberíamos recordar cuándo (si alguna vez) trató de controlar a sus esposas de esa manera?

Defensor de los juegos previos durante la intimidad marital

En algunas culturas, la masculinidad se equipara con ciertos modales, creencias y hábitos que bordean la arrogancia y la grosería que están prohibidos en el Islam, por ejemplo, comer en exceso y eructar ruidosamente; buscar peleas innecesarias con otros hombres; maldecir, y mirar a las mujeres con desdén y desprecio.

Los hombres que tienen tal mentalidad consideran el acto de mostrar dulzura paciente hacia sus esposas antes y durante la intimidad sexual como una antítesis de ser varonil, asertivo, poderoso y “en control”.

El Profeta, sin embargo, dejó muy claro a los hombres musulmanes que no deben subirse encima de sus esposas como animales, sin estimularlas primero con juegos previos, usando palabras amorosas y besos.

Conclusión: un hombre de familia amoroso

Si bien muchos padres y esposos pueden ser cariñosos y tiernos a puerta cerrada, dudan en mostrar interés por sus esposas e hijas en público, especialmente frente a otros hombres. ¡No así el Profeta!

El Profeta mostró abiertamente amor por sus hijas. Besaba y conversaba en secreto con Fatimah frente a los demás.

Compara eso con la reacción negativa que muestran algunos hombres musulmanes de hoy en día ante la buena noticia del nacimiento de una hija, una reacción similar a la que mostraron los árabes paganos durante la era de la ignorancia.

Caballerosidad, honestidad, integridad, equidad, justicia, amabilidad, compasión y empatía: el Profeta encarnó todas estas cualidades positivas en sus relaciones cordiales y exitosas con las mujeres en su vida; cualidades que todos deberíamos intentar adquirir e incorporar a nuestra propia vida.

 

Referencias

http://www.sunnah.com/urn/2209010
http://quran.com/16/58
http://www.sunnah.com/bukhari/67/170

 

Fuente: About Islam