Ser una “buena persona” no es suficiente: Por qué la ética necesita el Islam
Por el Dr. Ovamir Anjum
En este documento, presentamos cómo:
- La declaración profética de que había sido enviado “sólo para perfeccionar los rasgos nobles del carácter” confirma nuestra experiencia empírica de que, aunque el impulso ético, el amor por el bien, es natural en todos los seres humanos, necesitamos la revelación para guiarlo y perfeccionarlo.
- El desacuerdo y la confusión sobre el objetivo y la naturaleza del buen carácter son rampantes, y las creencias éticas equivocadas han inspirado los males más horribles de la Historia humana.
- La modernidad no religiosa, que pretende proporcionar ética sin la revelación divina, ha tratado de “contrabandear” valores religiosos, pero ha fallado en dar sentido a los individuos y restricciones contra la explotación. La crisis ecológica actual es una sentencia irrefutable contra la ética hegemónica moderna del capitalismo, el secularismo y el liberalismo, y se necesita con urgencia la alternativa islámica.
- Las normas divinamente reveladas son confirmadas y realzadas por la reflexión ética racional.
No reconocer y agradecer al Creador es un gran fracaso ético.
Introducción
Está mal decir mentiras, torturar animales y matar o dañar a personas inocentes. Es bueno ser amable y caritativo, agradecido, valiente, paciente, justo y sabio. Estos principios se denominan ética o moral y se denominan juluq (sing.) o ajlāq (pl.) en el Corán y las enseñanzas proféticas.
Todas las culturas humanas reconocen los buenos rasgos y virtudes en alguna forma elemental. Sin embargo, tanto en situaciones de la vida real como después de una mayor reflexión, las personas comienzan a estar en desacuerdo sobre lo que es bueno. Algunos priorizan la misericordia sobre la justicia o viceversa. Algunos predican el perdón y el pacifismo hacia todos, incluso (o especialmente) frente a los poderosos. Otros luchan por la igualdad aunque comprometa la libertad, o al revés. Otros prefieren la elección a la vida. Otros juran por el principio de maximización de la felicidad medible. Sin embargo, otros creen solo en la gratificación instantánea en un mundo incierto. En lugar de proporcionarnos un edificio sólido de imperativos éticos, el impulso ético humano compartido se derrite en el calor de la diversidad y el desacuerdo humanos aparentemente interminables. Para complicar aún más las cosas, el mundo no es un museo o una sala de seminarios para la discusión, sino un campo de batalla entre el bien y el mal, y los campeones del mal siempre buscan convertir, dominar y engañar a otros, impulsados por la codicia, el orgullo y el egoísmo, corrompiendo así nuestros deseos, percepción e incluso el lenguaje al nombrar lo malo como bueno y lo bueno como malo. Ser bueno, entonces, requiere que no solo hagamos una elección intelectual, sino un compromiso y una lucha por lo que es verdadero y bueno.
Los desafíos modernos: El imperialismo epistémico y económico y el cambio climático
La pregunta que es hecha sin cesar en un mundo no religioso: ¿Podemos ser éticos sin religión? Las encuestas nos dicen que la respuesta a esta pregunta depende de a quién se le pregunte: para la mayoría de la humanidad, que es tanto pobre como religiosa, la respuesta es abrumadoramente no; para la minoría rica y secularizada, o para aquellos a los que les han lavado el cerebro los regímenes seculares agresivos, la respuesta suele ser sí1. Los estilos éticos de las personas también varían. A las personas más ricas del Norte global les va mejor en lo que podemos llamar moralidad corporativa: habilidades interpersonales necesarias para funcionar en organizaciones creadas por el hombre, como ser puntual, decir la verdad y ser transparente (de acuerdo con las necesidades de una sociedad gerencial), al igual que a la gente tradicional le va mejor en virtudes familiares y comunitarias como el altruismo, el respeto de los lazos paternales y familiares y la generosidad. Además, es probable que las personas que habitan regiones devastadas por el colonialismo y los órdenes políticos y económicos fallidos tengan una conducta ética comprometida debido a la falta de confianza, el cinismo y la necesidad de supervivencia. Sin embargo, tales encuestas sobre ética ocultan verdades estructurales cruciales. Primero, los señores supremos seculares del mundo han alterado, y continúan alterando, lo que cuenta como bueno, y las percepciones de las masas a menudo están moldeadas por la propaganda. Hace apenas un siglo, por ejemplo, servir a los padres se habría considerado universalmente una de las virtudes éticas más importantes en todo el mundo, desde Europa y el mundo islámico hasta China e India. Hoy, las sociedades no religiosas y liberales han abandonado esta virtud, si no la han convertido en un vicio. La codicia, igualmente, siempre había sido reconocida como el mayor de los males, y su forma particular, la usura o el interés, el crimen más odiado, en todas las culturas y en toda la Historia, hasta que el capitalismo moderno comenzó a considerarla tanto una virtud como una necesidad2. Esto apunta a un problema más profundo que la explotación económica y la creciente desigualdad: es nuestro propio sentido del bien y del mal lo que la élite manipula en masa. A esto lo llamo imperialismo epistémico: la colonización de la producción de conocimiento, el significado y los valores por parte de ciertas instituciones globales clave. Desde el surgimiento del globalismo en la década de 1980, estas instituciones ya no son simplemente «occidentales», sino que se han extendido para incluir a la élite «global» ultra rica en el Sur global, uniéndose contra la mayoría de las personas en todas partes.
Los debates sobre ética e ideologías tienden a ser interminables. ¿Existe tal vez una forma científica y empírica de juzgar la conducta de los señores supremos exitosos del mundo, el Norte global moderno, no religoiso, democrático y rico? ¿Tenemos que esperar a la otra vida, cuando sea demasiado tarde para cambiar, para ver quién tenía razón? La fe es parte de la prueba, así que, en cierto sentido, sí, pero Dios misericordiosamente envía señales. No deja de ser irónico que el mayor signo de la bancarrota moral del estilo de vida no religioso moderno lo ofrezca la propia ciencia empírica moderna: el cambio climático. Considera este ejemplo. Hay muchos estilos de crianza: tradicional y moderno, autoritario, laxo, inclinado al apego o disciplinado. Pero imagínate si los padres venden y consumen la única casa donde sus hijos podrían vivir, cada ladrillo y mueble, deliberadamente y por una codicia imprudente, dejando a sus hijos pequeños hambrientos, mendigando y congelándose en las calles mientras consumen vorazmente todo. Todas las partes pueden estar de acuerdo en que este es un estilo de crianza verdaderamente odioso. El estilo de vida moderno, secular y capitalista, nos dice la ciencia, ha sido precisamente ese tipo de padre para el mundo. Un aluvión interminable de artículos científicos, libros y documentales proporciona evidencia del colapso ambiental que se avecina. Como profesor universitario que ocasionalmente enseña ética ambiental, comienzo el curso con tres hechos para ayudar a ver el panorama general:
- Desde la Revolución Industrial en el siglo XIX, en 200 años, los seres humanos han consumido casi todos los combustibles fósiles que los procesos naturales tardaron 200 millones de años en depositar en la tierra, y los índices de carbono atmosférico, deforestación y extinción de especies han aumentado tomado una forma insostenible de “palo de hockey” dentro de este período3;
- según una estimación conservadora, casi el 5% de la población mundial consume el 35% de los recursos del mundo4, lo que significa que si todos viviéramos como los occidentales modernos, el 80% de los humanos en la Tierra necesitarían un planeta diferente, por lo que la modernidad secular es el camino hacia exterminio masivo de pueblos, regiones y culturas enteras;
- y no, el principal culpable no es el crecimiento demográfico sino el estilo de vida. Para entender esto, ten en cuenta que a partir de 1890 la población mundial durante un siglo se multiplicó por 4, pero el uso del agua por 9, la economía mundial por 14 y el uso de energía por 165.
Todo esto para decir que la modernidad secular, recordemos que el siglo XIX es precisamente el momento en que las poblaciones occidentales comenzaron a abrazar los valores modernos, ha matado al planeta Tierra. Incluso cuando las masas pobres del mundo, incluida la mayoría de los musulmanes, están siendo presionadas para modernizarse y secularizarse, los principales científicos y académicos sugieren, en pocas palabras, que la ética tradicional, comunal y altruista que están dejando atrás es necesaria para que la humanidad sobreviva.
Esta es solo la historia de la pérdida material de esta tierra: ni siquiera hemos abordado el problema más profundo de la pérdida de la fe en Dios, las crisis espirituales y psicológicas, el sentido mismo de la vida y del bien. Como Al-lah, el Más Alto, prometió en el Corán, los dos están conectados: “Pero quien se aleje de Mi recuerdo [Mi religión] llevará una vida de tribulación, y el Día del Juicio lo resucitaré ciego.” (20:124).
Cuestiones éticas
Desinflar las pretensiones del progreso moderno y el imperialismo epistémico del mundo secular nos permite apreciar la urgencia de la ética islámica. No hace falta ser musulmán creyente para ver la necesidad de una alternativa a la oscuridad de los modelos hegemónicos actuales. ¿Cómo podemos determinar lo que está bien y lo que está mal? ¿Son las normas éticas, como «matar a una persona inocente es malo» y «ayudar a alguien necesitado es bueno», simplemente normas convencionales que nos hacen la vida más fácil (y, por lo tanto, no tienen fundamento objetivo), o están basadas en la naturaleza de las cosas mismas (de tal manera que pueden ser conocidas por la razón solamente), o asignadas y reveladas arbitrariamente por Dios (y por lo tanto, conocidas solo a través de la revelación)? Estas son las llamadas preguntas metaéticas. Los eruditos musulmanes, como veremos, han debatido estas preguntas y han adoptado versiones de cada una de estas respuestas, pero siempre centradas en la revelación divina.
Luego están las cuestiones de cómo se organiza la ética en un sistema de prioridades. ¿Cuáles de los muchos comportamientos y virtudes deseados son más importantes que otros y qué hacemos cuando entran en conflicto entre sí? Aquí, todos los musulmanes están de acuerdo en el derecho de Dios a definir este sistema en la ley, o Sharia.
Más flexibles y variadas son las respuestas a las preguntas de la pedagogía ética, lo que los musulmanes llaman tarbiyya. ¿Cuál es la forma correcta de adquirir o enseñar las virtudes deseadas: el amor o el miedo? ¿Crianza por parte de padres que aman incondicionalmente, o disciplina dura por parte de guardianes discriminatorios? ¿Reflexión filosófica de los sabios, o consejo de las personas más exitosas y poderosas? ¿El fragor de la batalla o la tranquilidad de la biblioteca?
Sin embargo, lo más importante de todo es la cuestión del propósito o la teleología. ¿Cuál es el fin último de la vida y, por tanto, de la conducta individual y de la vida social? ¿El propósito es maximizar el placer y la libertad individual, el poder del grupo en aras de la dominación o agradar a Dios? Independientemente de la respuesta a la gran pregunta, es probable que aquellos que reflexionan sobre la naturaleza del bien y lo buscan sean mejores humanos y más propensos a lograr lo que es verdadero y bueno. Al hacernos seres humanos mejores y más agradables, la reflexión ética tiene el poder de atravesar incluso la propaganda, el sectarismo y los prejuicios de nuestras culturas de origen. Los dados a una profunda reflexión ética fueron los primeros en llegar al Islam y siguieron siendo los mejores musulmanes.
Este estudio introductorio a la ética islámica es una respuesta a las preguntas antes mencionadas en tres partes. Primero, presento la declaración profética clave que forma la base del enfoque adoptado en esta serie. A continuación, muestro cómo la reflexión filosófica sobre la ética a menudo ha llevado a su fuente, Dios Todopoderoso, pero también a los límites de la racionalidad y la necesidad de la guía divina. Finalmente, muestro cómo el Islam no solo está en armonía con la razón, sino que también requiere que desarrollemos una comprensión racional de la buena conducta como parte de su guía holística.
Así es como el Bendito Mensajero de Al-lah ﷺ resumió toda su misión, según lo informado por la autoridad de Abū Hurayra,
He sido enviado sólo para perfeccionar los nobles rasgos del carácter6.
El Mensajero de Al-lah ﷺ afirma en esta notable declaración que las personas ya reconocen y poseen rasgos nobles; la revelación ha venido solo para completar y perfeccionar estos rasgos. La partícula exclusiva “innamā” podría interpretarse de dos formas, y ambas son correctas:
- “He venido no a inventar sino solo a perfeccionar el buen carácter”.
- «He venido con el único propósito de completar los rasgos nobles del carácter».
La primera significa que los seres humanos suelen estar en posesión de conocimientos y apreciaciones del buen carácter, unos más que otros, incluso antes de acceder a la revelación directa. Esto está confirmado por muchos otros textos revelados, así como por la evidencia racional y la observación empírica. Este significado es confirmado aún más por un relato en el que el Profeta ﷺ comenta al encontrarse con al-Ashajj de la tribu de ʿAbd al-Qays, que había venido a abrazar el Islam: “Tienes dos rasgos que Dios ama, paciencia (ḥilm) y amabilidad. (anat)”. Obviamente inteligente, el hombre preguntó: «Oh Mensajero de Dios, ¿son estos rasgos los que practico o Dios los ha convertido en mi naturaleza?» El Mensajero dijo: «Más bien es Dios quien te los ha dado por naturaleza». Al-Ashajj exclamó agradecido: «¡Alabado sea Dios que me otorgó rasgos que Él y Su Mensajero aman!»7. Esta tradición explica además que Dios otorga naturalmente ciertos rasgos a algunos más que a otros, y otros pueden ser adquiridos mediante la crianza y el entrenamiento. Otro hadiz dice: “Los pueblos son como los minerales metálicos, los mejores de ellos en la época preislámica son los mejores en el Islam, siempre que adquieran comprensión”8. Ibn Ḥajar, en su explicación, señala tres dimensiones de este hadiz: el carácter noble, que es la naturaleza estable otorgada por Dios (de ahí la referencia al mineral metálico), la aceptación del Islam, sobre la cual descansa el éxito final, y el esfuerzo por adquirir conocimiento de la religión. Los mejores de los humanos son aquellos que poseen los tres, pero si alguien rechaza el Islam, todos los demás dones son anulados. Con la fe, todos los dones naturales resplandecen aún más en la medida en que uno se esfuerza por adquirir el conocimiento y la comprensión de la revelación9. Nada es de utilidad para aquellos que rechazan la fe, no importa cuán alto sea su carácter y cuán caritativas sean sus obras de otro modo: “El ejemplo de las obras de quienes no creyeron en su Señor será como el de las cenizas expuestas al viento en un día tempestuoso: [El Día del Juicio] no encontrarán recompensa alguna por sus actos. Ésa será la ruina total”, (14:18).
El segundo significado también es correcto, ya que el principal propósito de la misión del Profeta, la adoración del verdadero Creador y Benefactor, es también la mayor virtud, ya que es una expresión de gratitud al Creador y reconocimiento de la verdad, y no hay mayor injusticia que rechazar las señales de Dios (6:21, 32:22). Así, su misión no era sino perfeccionar toda virtud.
En resumen, el Islam perfecciona los rasgos morales de tres maneras:
- dando a estas virtudes el propósito correcto o teleología: Al-lah el Más Alto;
- proporcionando un nivel de motivación más elevado y duradero; y
- proporcionando el significado correcto y el equilibrio entre los valores en competencia a través de la Ley revelada, la sharía.
La filosofía y sus límites
La vida no examinada no vale la pena ser vivida, dijo Sócrates, de quien muchos creen que fue el primer filósofo ético. La buena vida es una vida dedicada a conocer, amar y buscar el bien moral. Filosóficamente, la ética universal (es decir, la idea de que todos los humanos tienen algunos derechos) y el monoteísmo (la creencia de que todos los humanos tienen un Dios supremo) se relacionan fuertemente entre sí. Considera la afirmación de que “no vale la pena vivir una vida que no ha sido examinada”. Es en sí mismo simplemente una afirmación: ¿para los helechos, las cucarachas o las mariposas, no vale la pena vivir? Lo que hace posible y necesaria esta pregunta sobre la naturaleza y el propósito de la vida es nuestra propia capacidad de reflexionar, evaluar y juzgar. Pero, ¿de dónde viene esta habilidad? ¿De dónde viene la vida misma? Sócrates no estaba solo; gran parte del filosofar humano a través del tiempo y el espacio apunta a la búsqueda humana para conocer las respuestas a estas preguntas. Pero Sócrates y sus semejantes, a pesar de su brillantez, no pudieron ir más allá de su pensamiento de un solo Dios hacia la adoración de un solo Dios verdadero o hacia una ética equilibrada y factible. Recuerda que fue Sócrates quien sugirió, en la famosa República de Platón, que todo debe ser gobernado por un sabio filósofo, y que las mujeres y los niños deben ser propiedad comunal en lugar de individuos dentro de sus familias, que los niños deben estar separados de sus padres al nacer y colocados de acuerdo con sus capacidades naturales para no recibir amor inmerecido, y así sucesivamente, proponiendo efectivamente un plan para la sociedad más racista y sin amor imaginable10. ¿Cómo podría el hombre conocido como el primer y más grande filósofo de la ética venir a una conclusión que, a todas luces, parece la más deplorable y poco ética? Porque no se puede confiar en que la mente humana, incluso en su mejor momento, juegue a ser Dios; solo Dios está por encima de los puntos ciegos y los errores. De hecho, los humanos conocen intuitivamente su imperfección y tienen una sed insaciable de buscar lo infinitamente bueno y perfecto. Todos buscamos a Dios aun cuando no lo conocemos.
Un libro típico sobre la Historia de la ética te enseñará que la disciplina filosófica de la ética nació en la antigua Grecia precisamente para lidiar con el tipo de preguntas que hemos enumerado anteriormente. Pero esto es simplemente una narrativa no religiosa y eurocéntrica: la humanidad nunca ha existido sin la guía divina y, por lo tanto, sin la ética. Al-lah creó al primer ser humano con la capacidad de distinguir el bien del mal y el imperativo de seguir la guía divina cuando es enviada a través de mensajeros divinos. El Todopoderoso se dirigió a nuestro padre Adán de esta manera: “Cuando les llegue de Mí una guía, quienes la sigan no habrán de sentir temor ni tristeza”, (2:38). Aprendemos que la guía divina no fue enviada al azar o post hoc cuando el experimento humano salió mal, sino que fue desde el principio parte del plan divino. Dado esto, los humanos nunca vivieron sin el beneficio de la guía divina. Sin embargo, los seres humanos se pueden dividir en dos tipos: aquellos bendecidos como la ummah del Último Profeta que tienen acceso claro a ella en forma inalterada, y aquellos para quienes la guía se había olvidado excepto en formas distorsionadas y parciales.
El eje de esa guía siempre ha sido reconocer la verdad de un solo Dios, adorarlo solo a Él y ser buenos unos con otros. Lógicamente, el Todopoderoso podría haber limitado Su religión a adorarlo solo a Él, pero debido a Su perfecta misericordia y sabiduría, Él ha hecho del bien a la creación parte de la fe en Él, ha puesto el bien a los demás y a toda la creación en nuestra naturaleza, y la ha reforzado a través de Su guía revelada. Pero los humanos son olvidadizos, tanto como individuos como como comunidades. La Historia humana está llena de ciclos de olvido humano y recordatorio divino. Con el tiempo, esa guía se oscurecería, se perdería o se adulteraría hasta el punto de que la gente volvería a caer en el politeísmo y la opresión mutua.
Por lo tanto, debemos rechazar la ficción eurocéntrica de que los filósofos griegos del siglo VI al IV a. e. c. inventaron la reflexión ética, ya que es posible que los filósofos griegos paganos o quienes los influenciaron tuvieran acceso a algunos restos de la revelación de la misma manera que los filósofos paganos. Y de la misma manera que había ḥanīfs, monoteístas que buscaban la guía divina, en la Arabia pagana antes del Islam, algunos intérpretes caritativos clasifican a Sócrates, Platón y Aristóteles como monoteístas11. La evidencia histórica sugiere que sin denunciar la polilatría (culto a muchos dioses) en la práctica, la búsqueda de la verdad de estos filósofos los llevó al monoteísmo conceptual12. De manera similar, los filósofos hindúes de los Upanishad, aunque seguían siendo polilátricos, habían hecho un gesto hacia el monoteísmo conceptual de la misma manera que los árabes preislámicos atribuían el poder supremo a Al-lah mientras justificaban la idolatría13. Esto significa que, ya sea a través de los remanentes de la guía divina o de su propio pensamiento virginal, los humanos naturalmente llegan a creer en una Realidad Última, pero a menudo no pueden avanzar más allá de este punto sin el beneficio de la revelación divina, lo que se traduce en un desacuerdo y una confusión sin fin. Necesitamos revelación para llegar a los atributos del Único Dios Verdadero y la manera correcta de vivir que agrada a Dios.
Para reiterar, entonces, aunque la razón humana pueda descubrir la verdad del monoteísmo divino y las verdades éticas, es probable que se equivoque; está mejor equipado, en otras palabras, para reconocer la verdad una vez que se presenta que para conocerla directamente. El Imām Ibn Taymiyya destaca este punto al invocar Sura al-Mulk, que nos habla de los incrédulos que se lamentan y que declararán en el más allá: «Si hubiéramos oído o reflexionado, no estaríamos ahora con los condenados al Fuego», (67:10)14. Pero si los seres humanos a menudo no reconocen ni agradecen a su Creador, ¿cuánto más probable es que descuiden los derechos de Su creación?
Nuestra experiencia empírica contemporánea confirma ambas observaciones: la existencia del sentido ético natural (fiṭra) y su debilidad. Incluso en nuestras vidas hipersecularizadas, artificialmente mecanizadas, distantes de la naturaleza e irreflexivas, los seres humanos no pueden evitar fácilmente hacer estas «grandes» preguntas15. La vida humana es imposible sin confrontar estos temas, y nuestra elección es responder a la verdad, descuidarla o negarla. Esto se convierte en la elección moral fundamental de la que depende todo lo demás. Sin embargo, también somos testigos de que, cuando la dirige la élite egoísta en lugar de la revelación divina, la razón humana degenera en desacuerdos y cinismos interminables, absurdos como el ateísmo o cultos oscurantistas que imitan la religión verdadera. Contra el juicio acumulativo de todas las sociedades humanas conocidas, incluida la mayoría de los seres humanos de hoy en día a favor de la ética teísta, una pequeña élite global hegemónica produce una filosofía y cultura agnóstica o atea, que rechaza la verdad de Dios pero está lista para creer en los cuentos más fantásticos; como los personajes de Alicia en el País de las Maravillas, practican creer seis cosas imposibles antes del desayuno.
Sin la ley divina, ninguna línea entre el bien y el mal está por encima de la impugnación filosófica. El comportamiento homosexual, hasta hace poco, había sido visto como la mayor inmoralidad en todas las culturas, pero ahora la élite global ha decidido lo contrario16. Algunos incluso han llegado a justificar el incesto. No hace mucho tiempo, la eugenesia y las teorías racistas del comportamiento humano que justificaban el dominio de algunas razas y la criminalización de otras eran la corriente principal de la ciencia. ¿Matar animales (o incluso vegetales) para el consumo es realmente diferente de matar humanos para el consumo? ¿Matar a los bebés no deseados es realmente moralmente equivalente al asesinato? Como el destacado filósofo moral Alasdair MacIntyre de nuestro tiempo, un cristiano, señaló en su innovadora obra After Ethics (1984),
Es una característica distintiva del orden social y cultural en el que habitamos que los desacuerdos sobre cuestiones morales centrales son peculiarmente inestables17.
La razón, sostiene, es el rechazo por parte de los pensadores de la Ilustración a la base religiosa monoteísta de estos valores y su sustitución por una «moral secular» con la que cualquier persona racional podría estar de acuerdo. Originalmente conceptos religiosos tales como la santidad de la vida humana, la igualdad fundamental de los seres humanos ante Dios, etc., quedaron ahora huérfanos, porque las filosofías enfrentadas no podían ponerse de acuerdo sobre ninguna base para ellos. Todos los valores en una cultura tan secular dependen de lo que se siente bien o mal, una teoría ética llamada emotivismo18. En una cultura emotivista, las creencias éticas se basan simplemente en la manipulación de los individuos entre sí y de todos ellos por parte de las fuerzas más poderosas de las élites políticas y los capitalistas.
En la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, redactada con nobleza, Thomas Jefferson estaba diciendo solo una verdad a medias cuando escribió: “Sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que su Creador los dotó de ciertos derechos inalienables, que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Estas verdades nunca fueron evidentes, porque la norma en la experiencia humana en todos los aspectos es la diferencia y la desigualdad; la idea de igualdad solo podía provenir de la creencia en un alma dada desde lo alto. Cada vez que se perdía el acceso a la revelación, los humanos a menudo regresaban a una existencia bestial.
¿Cómo la sociedad occidental posterior a la Ilustración, definida por la filosofía liberal, que MacIntyre etiqueta como emotivista, justifica los principios morales? La respuesta de un estudioso constitucional estadounidense es particularmente adecuada: una especie de contrabando intelectual. Esto ha llevado a algunos académicos a acusarlos de pasar de contrabando los valores éticos de las principales religiones porque no tienen una justificación válida para los suyos19.
Esta verdad fue expresada de manera más conmovedora y mucho antes por el novelista ruso Dostoyevsky, cuyo protagonista en Crimen y castigo (1866) observa la consecuencia de esta creencia emergente de fines del siglo XIX de la siguiente manera: «Si no hay Dios, entonces todo está permitido»20. En el relato del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, quien experimentó las consecuencias de perder su fe cristiana, un loco que observa la nueva Europa proclama proféticamente lo que supuso la pérdida de la fe en Dios que iba a apoderarse de Europa:
¿Cómo pudimos beber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol?… ¿Hay todavía un arriba o un abajo? ¿No nos desviamos como por una nada infinita?… Dios está muerto. Dios sigue muerto. Y lo hemos matado21.
Con una dureza característica, Nietzsche declara que cuando la creencia en Dios se tambalea, ya nada es comprensible; el mundo moral se hace añicos aunque la gente seguirá cerrando los ojos ante sus consecuencias. “¡No son los ojos”, dice el Señor Eterno, “sino los corazones que están en sus pechos los que se vuelven ciegos!” (22:46). Dios es Eterno; lo que está muerto en verdad es la cultura que pronuncia y celebra tal blasfemia.
El secularismo moderno como politeísmo de valores
Otro contemporáneo mucho más convencional de Nietzsche y el fundador de las ciencias sociales modernas, Max Weber previó el carácter de la era venidera e, incluso como persona no religiosa, no pudo resistirse a preocuparse por el politeísmo de la modernidad. “Su visión del reencantamiento politeísta”, escribe un estudioso sobre Weber, “es más bien la de una fragmentación de valor inconmensurable en una pluralidad de metarrelatos alternativos, cada uno de los cuales pretende responder a las mismas preguntas metafísicas que la religión y la ciencia se esforzaron por resolver en sus propios caminos”22. La llamada «muerte de Dios» ha resultado tanto en un universo embrujado como en el regreso de dioses y demonios que «se esfuerzan por obtener poder sobre nuestras vidas y nuevamente… reanudan su eterna lucha entre sí»23. El secularismo moderno, ostensiblemente ateo o agnóstico, es de hecho una especie de politeísmo en numerosas formas palpables24. A medida que el monoteísmo declina en la sociedad moderna, los humanos tienden a retroceder al oscurantismo supersticioso pasado de moda, como es cada vez más evidente en la actualidad25. Los seres humanos han sido creados para adorar, y cuando no reconocen ni adoran a Dios, invariablemente caen en la adoración de muchos dioses, incluidos los dioses del deseo y el poder. Como declara el Todopoderoso:
¿Acaso no reparas en aquel que sigue sus pasiones como si estas fueran una divinidad? Dios decretó por Su conocimiento divino que se extraviaría, y por ello selló sus oídos y su corazón, y puso un velo sobre sus ojos. ¿Quién lo puede guiar fuera de Dios? ¿Acaso no recapacitan? (45:23)
¿Por qué la revelación debe guiar nuestra ética? ¡Hitler también tenía ética!
A los niños musulmanes a menudo se les enseña lo terribles que eran los árabes preislámicos. No tenían virtudes que los salven. ¡Después de todo, enterrar vivas a las niñas era una práctica normal para ellos! ¿Qué podría ser peor? Pero esta perspectiva ingenua nos ciega al hecho de que el asesinato de niños era común en muchas sociedades bajo diferentes formas; en algunas sociedades politeístas, los niños eran ofrecidos en sacrificio ritual a los dioses26. Dejemos de lado por ahora el hecho de que el asesinato y la explotación de los pueblos no occidentales, lejos de ser vistos como una falla ética, es una característica del actual orden mundial imperial. En las sociedades liberales modernas, donde se veneran los derechos humanos, muchos abogan por derechos similares para matar a los bebés aún no nacidos en nombre de la libertad sexual, la elección u otras razones27. Los árabes preislámicos solo eran diferentes en que estaban tecnológicamente atrasados y tenían que esperar a que nacieran los niños antes de matarlos. Sin embargo, como toda sociedad, tenían muchas virtudes: practicaban y valoraban la generosidad, la caballerosidad, el coraje, etc. Sin embargo, los pobres entre ellos enterrarían vivas a sus hijas por “temor de morir de hambre” (17:31). Es posible que individualmente sintieran que esto estaba mal, pero no creían en la inviolabilidad de la vida dada por Dios. Muchas sociedades tribales y paganas, por ejemplo, no concedían santidad a la vida humana, y prácticas como el sacrificio de niños, el asesinato de viudas tras la muerte del marido y de extraños que entraban en el territorio de uno estaban muy extendidas28.
De manera más general, imaginemos a un científico, que no se mueve más que por argumentos racionales, que ha equipado a toda la Tierra con dispositivos nucleares, y tú eres el pobre asistente en su nave espacial, horrorizado por el plan, con la urgencia de ofrecerle alguna razón para disuadirlo. Le dices que matar humanos inocentes se siente absolutamente horrible, y él te recuerda que no tuviste problema en exterminar a toda la población de cucarachas en tu cocina un año antes. ¿En qué se diferencia la vida humana con la de las cucarachas?
Tales cuestiones relacionadas con el valor de la vida humana, o cualquier otro valor moral, no pueden resolverse filosóficamente. En ausencia de una autoridad trascendente, las sociedades humanas se quedan con la mera opinión. Las teorías éticas occidentales modernas de hoy, como se señaló anteriormente, se basan en creencias y conceptos «contrabandeados» de la tradición abrahámica: las ideas han sido copiadas sin reconocer sus fundamentos. En el Islam, al igual que en las revelaciones anteriores, los derechos humanos eran ḥuqūq al-ʿibād, literalmente, los derechos de los siervos de Dios. El peligro de una ética tan infundada, que flota en el aire como hojas secas en un día ventoso, es claro cuando uno escudriña las atrocidades del siglo XX. Se estima que millones fueron asesinados por los estados modernos, por el bien de las ideologías modernas como el progreso, el marxismo y el colonialismo, en las dos guerras mundiales y después. Contrariamente a la creencia popular, la mayoría de los actos horribles no ocurren por falta de moralidad, sino en nombre de algún objetivo supuestamente moral.
Hitler, por ejemplo, considerado correctamente el epítome del mal en la modernidad, se vio impulsado a cometer genocidio en virtud de su fuerte compromiso con sus creencias morales particulares. Inspirado por la ideología del darwinismo que había fomentado el ateísmo, el movimiento eugenésico fue ampliamente aceptado entre los intelectuales y científicos de finales del siglo XIX y principios del XX. En consecuencia, Hitler sólo buscaba llevar a su conclusión lógica las creencias morales y científicas para las que los inquietos intelectuales y filósofos eran demasiado débiles29. De hecho, si no fuera por la indignación por las masacres cometidas por los nazis como resultado directo de tales creencias y el surgimiento de las ideas religiosas, tales ideas fácilmente podrían estar de moda hoy en día, y hay señales de que están en aumento una vez más, no solo en Europa y EE. UU., sino que se han extendido a estados recientemente «modernizados» como China e India. La búsqueda de un bien ético mayor también fue la justificación detrás de la transformación comunista de Mao en China en la década de 1950. Decenas de millones de personas murieron de hambre en la hambruna provocada por el hombre del Gran Salto Adelante, pero tal tragedia se consideró necesaria para lograr una sociedad económicamente más igualitaria y una futura reducción de la pobreza. ¿Se puede argumentar racionalmente que este asesinato en masa estuvo mal? ¿Lo justifica el dominio global de China y la población actual de mil millones? ¿Por qué tales fines no justifican los medios?30
“¿Y qué hay de ISIS?” podrías preguntar. Este grupo terrorista, nacido de dos décadas de guerra y sanciones de los Estados Unidos, asesinó a unas 33.000 personas, en su mayoría musulmanes en Irak y Siria, de hecho nos ayuda a aclarar nuestro punto. Sus acciones fueron tan horribles que incluso su organización matriz, Alqaeda, lo condenó31. Casi todas las autoridades musulmanas han coincidido en que las acciones de este grupo iban en contra de la Sharia32. Ningún sistema ético puede determinar las acciones humanas. Lo que cuenta es que, independientemente de las razones reales que motivan a los grupos terroristas como ISIS, que incluyen una combinación de venganza visceral e ideologías modernas y, sobre todo, la ausencia de una autoridad ummática islámica debidamente constituida como un califa, lo que cuenta es que los musulmanes reconocieron abrumadoramente la naturaleza no islámica de las tácticas de este grupo. Compara esto con la Secretaria de Estado de EE. UU., Madeleine Albright, quien, cuando se le preguntó acerca de la muerte de medio millón de niños como resultado directo de la guerra y las sanciones de EE. UU. contra Irak, condiciones que son directamente responsables del surgimiento de ISIS, dijo con una cara orgullosa y seria en la televisión: “¡Creemos que el precio vale la pena!”33 Albright fue votada como senadora de EE. UU. poco después de esta entrevista. La democracia más antigua del mundo y defensora de los derechos humanos, en otras palabras, cree que medio millón de niños musulmanes inocentes podrían ser asesinados legítimamente para proteger sus intereses estratégicos. Esta es la Historia del liberalismo expresada prominentemente.
Al decir que para aquellos que no reconocen a Dios o a una realidad última, no existe una base sólida para declarar un bien moral, yo y los muchos filósofos que sostienen este punto de vista, no queremos decir que tales personas no puedan tener una conducta moral o conjurar alguna filosofía de la moral. El sentido moral, fiṭra, es dado por Dios. El no reconocer a Dios no lo elimina; simplemente lo confunde y lo engaña de mil maneras. El impulso ético que todos tenemos, en resumen, nos impulsa a todos de maneras muy diferentes, pero si no es guiado por la verdad de Dios y disciplinado por los mandamientos de Dios, a menudo ha llevado a los humanos a cometer mayores atrocidades que las que cualquier bestia haya cometido jamás.
Quién puede decirlo mejor que el que dio el discurso más elocuente: «He sido enviado solo para perfeccionar los rasgos nobles del carácter».
Siguiendo la razón correcta (fiṭrī)
Volvamos ahora a la razón una vez más, pero esta vez a la razón correcta que responde a, en lugar de rebelarse contra, Dios y la verdad.
Lo primero que descubrimos al reflexionar, y que debemos descubrir, es que solo Aquel que nos dio la vida puede darle valor. Si consideramos el absurdo de que no existe tal fuente y que la vida es un mero accidente, entonces no puede haber valor: no hay bases para el bien o el mal, ni el bien ni el mal. Dicho de otra manera, si no hay Dios, no puede haber ética, porque la ética es fundamentalmente un ejercicio de búsqueda de Dios.
El bien supremo, entonces, es Dios. La revelación divina completa los detalles en esta línea natural de razonamiento. Siendo Dios el Creador y Sustentador de toda vida, la única vida que vale la pena vivir es la que busca al Creador. El Creador, y este es el mensaje más central de todas las religiones reveladas, no es una fuerza ciega. Lejos de una energía sin nombre o de una realidad inerte, es un ser con voluntad, que conoce y ama Su creación, y ama el bien. Todas las buenas acciones deben buscar a Dios, o de lo contrario no pueden ser buenas.
La vida tiene valor, y la moralidad existe, porque Dios Todopoderoso honró al ser humano e insufló Su aliento en el ser humano para crear vida (Corán, 15:29; 38:72; 32:9). Si el alma no es más que el aliento, la emanación y el don de Dios, entonces, ¿quién sino Él podría hacerla feliz?
¿Es el mandato de Dios arbitrario o racional y ético? La sharia ordena la bondad y la justicia
El relato coránico del mensaje del Profeta enfatiza su naturaleza racional, en la medida en que Dios nos ha ordenado hacer lo que la naturaleza humana sabe que es correcto y beneficioso. Dios tiene el derecho absoluto de ordenar lo que Él desea, y de hecho Él había probado ciertas comunidades anteriores con mandamientos que eran simplemente una prueba en lugar de ser buenos o deseables en sí mismos. Dichos mandatos fueron eliminados de la Ley perfecta dada al Profeta ﷺ, perfeccionándola así:
aquellos que sigan al Mensajero y Profeta iletrado [Muhammad], quien se encuentra descrito en la Tora y el Evangelio; [el Profeta] que les ordena el bien y les prohíbe el mal, les permite todo lo beneficioso y solo les prohíbe lo perjudicial, y les abroga los preceptos difíciles que pesaban sobre ellos [la Gente del Libro]. (7:157)
Este versículo hace la declaración monumental de que la Sharia dada al Profeta ﷺ, el estándar de lo que está bien y lo que está mal ante Dios, es accesible a la naturaleza humana, y que su norma es eliminar las cargas arbitrarias y facilitar una buena vida.
Anteriormente comentamos que los eruditos musulmanes clásicos no están de acuerdo acerca de si las verdades éticas son accesibles a la razón humana sin la ayuda de la revelación. Todos los eruditos están de acuerdo acerca de la naturaleza razonable y beneficiosa del mandato divino, pero es pertinente reproducir aquí este desacuerdo teórico solo para ayudarnos a recordar cuán profundamente debatieron nuestros eruditos sobre la filosofía ética al servicio de la revelación de Dios. De las cuatro escuelas teológicas, tres, los tradicionalistas, los Māturīdiyya y los Muʿtazila, argumentaron que la razón humana conoce las verdades éticas, mientras que una, los Ashāira, no estuvo de acuerdo34. Los Ashāʿira no negaron que la razón humana pueda saber qué es beneficioso o dañino, pero la diferencian del conocimiento de lo que es bueno o malo en el sentido de incurrir en la recompensa o el castigo de Al-lah en el más allá. Para salvaguardar la omnipotencia divina, sostienen que no existe orden del bien o del mal antes y fuera de la revelación de Dios, en la que Al-lah el Más Alto ordena y prohíbe libremente como Él desea. Otros sostienen que el conocimiento que Al-lah ha puesto en la naturaleza humana y es accesible a la razón humana está de acuerdo con las normas reveladas, aunque todos están de acuerdo en que, en caso de desacuerdo percibido, las normas reveladas declaradas explícitamente tienen una superioridad indiscutible. La diferencia, entonces, es consecuente solo en los casos en que la revelación es silenciosa, y esos detalles están más allá del alcance de nuestro estudio aquí. Baste aquí con afirmar que los Ashāʿira, al igual que el Imām al-Ghazālī, no cuestionan que las normas legales islámicas en la forma de la Sharia sean realmente beneficiosas y, por lo tanto, racionales. Todas las escuelas, entonces, están efectivamente de acuerdo en que la ley de Al-lah es beneficiosa y racional en esta vida y el estándar de éxito o fracaso en el más allá. La escuela tradicionalista es resumida poderosamente por el Imām Ibn al-Qayyim:
En verdad, la Sharia se basa en la sabiduría y el bienestar de los siervos en esta vida y en el más allá. En su totalidad es justicia, misericordia, beneficio y sabiduría. Todo asunto que abandone la justicia por la tiranía, la misericordia por la crueldad, el beneficio por la corrupción y la sabiduría por la necedad no es parte de la Sharia, incluso si se introdujera en ella a través de una interpretación35.
Esto significa que incluso más allá de los mandatos y prohibiciones explícitos de Al-lah, que capturan la esencia de toda bondad y prohíben la esencia de todo lo que es malo, los ʿulamāʾ extienden el significado racional a través de la analogía y considerando los propósitos y objetivos de la ley. Este es el ámbito de la jurisprudencia, fiqh.
Pero incluso más allá del fiqh, existe la necesidad de entrenar las intenciones y los hábitos a través de la reflexión interior, el entrenamiento (tarbiyya) y la purificación interior (tazkiyya), la reforma de los hábitos y la evaluación racional de nuestras acciones para extender los actos caritativos que quedan en el fiqh como meramente recomendados o neutrales.
Unas 200 veces, Al-lah nos ordena “hacer buenas obras” en el Corán sin especificar una forma particular o grupo de destinatarios. Al-lah no restringe las «buenas obras» a la realización de un conjunto de mandatos específicos o rituales de adoración.
El Corán y el modelo a seguir profético no dejan ninguna duda de que se nos anima a ser buenos con todos en todos los sentidos, a realizar buenas obras por causa de Dios sin esperar gratitud o recompensa mundana, Dios dice de los justos:
Les damos de comer simplemente porque anhelamos el rostro de Dios. En realidad no esperamos de ustedes retribución ni agradecimiento, (76:9).
Numerosos versículos dejan en claro que las buenas obras no se limitan a los musulmanes, ni están condicionadas a que alguien acepte el Islam; el Corán habla específicamente de la caridad y la bondad que se debe a los padres, parientes y necesitados que no son creyentes. Las buenas obras en el Islam tampoco se limitan a beneficiar a otros en el más allá; se nos pide que demos consuelo y mostremos compasión por la simple existencia terrenal de los humanos e incluso de los animales. Dios es bueno y compasivo y ama la benevolencia y la compasión y nos recompensa por cada acción sincera que hacemos, siempre que esté de acuerdo con la guía profética.
En otras palabras, debemos como creyentes buscar hacer, amar y hacer un hábito de realizar todo lo que es bueno, comenzando con los deberes pero luego yendo más allá de lo que se establece explícitamente en la revelación divina y más allá de lo que se encuentra en las normas del fiqh. Este es precisamente el ámbito de la ciencia del ajlāq y las disciplinas relacionadas de purificación espiritual y ética a las que nos dirigimos en los estudios restantes de esta serie.
El culto al Dios Único como primer imperativo ético
Volviendo al concepto con el que comenzamos, reiteramos que la abundancia de buenas obras que insta el Islam se construye sobre un fundamento ineludible, sin el cual el concepto del bien se vuelve incoherente, y sin el cual el amor humano natural por la rectitud y la bondad que Dios coloca en el carácter de todos Sus siervos en diferentes formas, se corrompen. Ese fundamento es el reconocimiento y la sumisión a la Verdad última, al-Haqq, Al-lah. Cuando no están basados en la verdad última, las buenas obras se convierten en mero polvo y cenizas (14:18).
Para entender esto, debemos reconocer que el Islam no es más que lo correcto con respecto al Creador. Como tal, el Islam es una forma de vida moral por excelencia, que exige no solo el apaciguamiento de una deidad para satisfacer nuestras necesidades no religiosas, sino una respuesta total al único Dios verdadero, quien, en la inminente y eterna vida después de la muerte, recompensa los buenos y castiga a los malos. Sin embargo, la asociación de la religión y el culto con la moralidad se ha perdido en muchos pueblos, pasados y presentes, que adoran a sus deidades y realizan ejercicios o rituales espirituales no por razones morales como la participación en la verdad y la expresión de gratitud, sino para satisfacer sus necesidades no religiosas, que van desde el antiguo deseo de tener hijos y una buena cosecha, hasta las preocupaciones modernas por el alivio del estrés, la calma y el equilibrio. Los eruditos no religiosos especulan cómo el terror a la muerte, lo desconocido y el deseo humano de apaciguar las tumultuosas fuerzas de la naturaleza han sido los principales impulsos de la religiosidad a lo largo de la Historia. En realidad, estos sentimientos son simplemente los signos y recordatorios que Al-lah ha puesto en este mundo y en nuestros corazones en forma de un impulso primordial de perfección y eternidad, que en otras palabras es el impulso de Dios. La perversión de este impulso es cómo Satanás extravía a los humanos, como lo hizo con nuestro padre Adán: una promesa de eternidad y perfección angelical (p. ej., 20:120; 7:20).
El primer capítulo del Corán, Al-Fātiḥa, nos cuenta tres hechos primordiales antes de abordar nuestro instinto de adorar y buscar ayuda: que Al-lah es digno de alabanza porque Él es el más Misericordioso (Raḥmān, Raḥīm), el Sustentador de todas las cosas (Rabb); y el Señor del último juicio moral. Solo entonces se nos enseña a dedicar nuestra adoración a Él exclusivamente, y a no recurrir a nadie más que a Él en busca de ayuda, porque solo Él merece ser adorado y suplicado. La idea de derecho o merecimiento (ḥaqq) es una idea fundamentalmente moral. Luego, la sura termina con una ferviente súplica de orientación hacia el camino correcto; nuevamente, un concepto moral. Como seres humanos, necesitamos protección y consuelo, pero el instinto de sentirnos seguros asegurándonos la complacencia del Poder Supremo está intercalado en esta sura entre dos imperativos morales igualmente primordiales. El primero es reconocer la grandeza y la bondad del Creador y Señor (basado en las virtudes de la observación abierta, la veracidad y la gratitud), y el otro es rogar a ese Señor por la rectitud moral y la guía.
El Islam, por lo tanto, está ante todo involucrado con la verdad moral, con el bien y el mal: uno debe someterse y adorar a nadie más que al único Dios verdadero y seguir al Mensajero elegido de Dios. A diferencia de la cosmovisión secular que ha vaciado el mundo de significado y belleza hoy en día, el Islam no separa el hecho de la existencia del propósito de la existencia; estas dos preguntas deben hacerse y responderse juntas. Separar el propósito y el hecho de la vida es la esencia del secularismo, y una vez que se separan los dos, los intereses seculares inevitablemente toman el control y manipulan el propósito moral de la existencia. En otras palabras, no podemos dar por sentado la vida, decidir cómo vivir mejor en función de nuestros deseos y opiniones, relegando la cuestión del propósito y el significado de la vida a la privacidad de nuestros hogares y templos. Más bien, declaramos desde el principio que el Creador creó la vida con un propósito y que cumplir ese propósito es el fundamento de toda ética y verdad, pública y privada.
Entonces, ¿por qué Dios permite que aquellos que lo niegan, desde los faraones del antiguo Egipto hasta el occidente colonialista y las potencias globales explotadoras sin fin de hoy, prosperen y dominen la tierra incluso mientras sufren los creyentes que se aferran a la verdad de Dios? Antes de que se hiciera evidente la naturaleza verdaderamente inmoral de la modernidad, en particular antes de la Primera Guerra Mundial, algunos autores musulmanes ingenuos y frustrados atribuyeron la superioridad militar de Europa a su superioridad moral. Este razonamiento derrotista es evidentemente falso. El Corán habla de muchas de esas luchas. Los israelitas eran el pueblo de Dios que repetidamente fueron reprendidos a manos de los poderes incrédulos cuando fallaron en defender el mensaje de Dios y rechazaron partes de las enseñanzas divinas que encontraron inconvenientes (por ejemplo, 2:85). La paciencia de Dios es incomparablemente mayor que la nuestra, y por lo tanto, Dios es mucho más paciente con los que son injustos con Él que con los que son injustos entre sí, aunque el primero es un pecado mayor que el segundo. Este es el significado del famoso dicho de los eruditos de que “Dios da tregua a los incrédulos que poseen la virtud de la justicia, pero no a los que son creyentes y son mutuamente injustos”. Porque conviene que aquellos que poseen la guía de Dios sean hechos responsables en este mundo para recordarles que despierten a su deber hacia Dios y hacia la humanidad, y que a aquellos que no tienen acceso al mensaje de Dios se les dé tiempo hasta que el mensaje sea traído a ellos. Y Al-lah sabe más.
Mirando hacia el futuro: la serie de ética de Yaqeen
La lucha por fundamentar nuestras elecciones de vida en un profundo sentido de lo correcto y lo incorrecto, la ética o el ajlāq, y por arraigar esos estándares éticos en una guía revelada, nunca ha sido más urgente en un mundo dominado por el consumismo secular y la gratificación instantánea. Nuestras preguntas urgentes sobre si necesitamos que la revelación sea buena, si las antiguas reglas del fiqh son simplemente normas obsoletas y por qué no debemos simplemente seguir lo que se siente correcto según los estándares contemporáneos, todas surgen del conjunto más general de preguntas sobre la naturaleza y el propósito de la vida y cómo definimos el bien y el mal en primer lugar. Como creyentes en la promesa de Dios de una vida después de la muerte incomparablemente más importante, sabemos que los ritmos morales de nuestras acciones aquí resuenan en la eternidad. Por lo tanto, comprender correctamente el fundamento y la dirección de nuestra ética es esencial para determinar no solo nuestro comportamiento en este mundo, sino también nuestro destino en el próximo. Lo que es igualmente importante más allá de entender lo que es bueno es amarlo y hacerlo parte de nuestro carácter.
Los próximos estudios de esta serie ofrecerán una explicación completa de la ética profética o ajlāq como el marco adecuado para nuestras vidas como musulmanes en la actualidad. Abordan cuestiones prácticas, como cómo desarrollar el carácter profético, y cuestiones teóricas, como la relación entre la ley y la ética, la relevancia continua de la ley divina (Sharia y fiqh) para la vida moderna, y cómo responder a situaciones en las que podría parecer que la ley religiosa sea poco ética, y cómo una perspectiva centrada en el ajlāq nos ayuda a cumplir mejor el mandato divino al mantener nuestro sentido del bien y del mal de acuerdo con la revelación y la razón. ¿El Islam tiene que ver con la ley, con el amor como una idea en segundo plano, o tiene que ver todo con el amor, siendo la ley una obstrucción? Finalmente, estos estudios también explorarán el desafío de la diversidad de las culturas humanas a través del tiempo y el espacio, y mostrarán cómo las normas islámicas se caracterizan por una flexibilidad que permite, tolera e incluso celebra la gran diversidad humana.
Próximo artículo: “La ética profética como núcleo del carácter islámico: ‘Para aquellos que buscan a Dios y el Más Allá’” (por publicarse)
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Fuente: Yaqeen Institute For Islamic Research
Acerca del Dr. Ovamir Anjum
El Dr. Ovamir Anjum es el titular de la Cátedra Imam Khattab de Estudios Islámicos en el Departamento de Filosofía y Estudios Religiosos de la Universidad de Toledo. Su trabajo se centra en el nexo de la teología, la ética, la política y el derecho en el Islam, con un interés comparativo en el pensamiento occidental. Formado como historiador, su trabajo es esencialmente interdisciplinario y se basa en los campos de los estudios islámicos clásicos, la filosofía política y la antropología cultural.Obtuvo su doctorado en Historia Intelectual Islámica en el Departamento de Historia de la Universidad de Wisconsin-Madison, Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago y Maestría en Ciencias de la Computación y Licenciatura en Ingeniería Nuclear y Física de la Universidad de Wisconsin-Madison. Antes de la educación superior, su formación islámica comenzó en casa mientras crecía en Pakistán, Arabia Saudita y los Estados Unidos con una amplia gama de eruditos, incluida su notable abuela, y continuó mientras estudiaba fiqh con eruditos Ḥanafī y Ahl-e-hadīs del sur de Asia y usūl al-fiqh y qirā’āt del Corán con eruditos de Al-Azhar y Siria de Egipto. Es autor de Politics, Law and Community in Islamic Thought: The Taymiyyan Moment (Cambridge University Press, 2012). Ha traducido Madarij al-Salikin (Ranks of Divine Seekers, Brill 2020) de Ibn al-Qayyim (m. 1351), uno de los más grandes clásicos espirituales islámicos, que una vez finalizado será la traducción al inglés de un solo autor más grande de un texto árabe. Sus proyectos actuales incluyen un estudio de la historia islámica y una monografía sobre el pensamiento político islámico.
Notas
1 Christine Tamir, Aidan Connaughton y Ariana Monique Salazar, «The Global God Divide: People’s Thoughts on if Belief in God Is Necessary to Be Moral Vary by Economic Development, Education and Age», Pew Research Center, 20 de julio de 2020, https: //www.pewresearch.org/global/2020/07/20/the-global-god-divide/. Ten en cuenta que los datos no respaldan la afirmación de los autores de que la economía es la explicación de esta división: Turquía (75%), EE. UU. (44%), Canadá (26%) y los países de Europa del Este (entre 14 y 50%) sugieren que la Historia es más compleja.
2 David Graeber, Debt: The First 5,000 Years (New York: Melville House Publishing, 2011), 315, 344.
3 James G. Speth, The Bridge at the Edge of the World (Yale University Press, 2008), xx-xxi, 50. El autor, exdecano de Yale Forestry y destacado ambientalista, resume a las principales autoridades sobre el tema y concluye que hace falta como mínimo una revisión completa del estilo de vida occidental actual, se necesita conciencia, y recomienda cambiar a un estilo de vida espiritual y profundamente centrado en la comunidad (199).
4 Hay muchas maneras de traer estos hechos. Esta cifra es citada en John L. Seitz, Global Issues: An Introduction (Hoboken, NJ: Wiley Blackwell, 2001). Aquí se da otro marco: “Use It and Lose It: The Outsize Effect of U.S. Consumption on the Environment», Scientific American, 14 de septiembre de 2021, https://www.scientificamerican.com/article/american-conquisition-habits/. Establece que “un niño nacido en los Estados Unidos creará trece veces más daño ecológico a lo largo de su vida que un niño nacido en Brasil”.
5 Speth, Bridge at the Edge, 50.
6 El hadiz innamā buʿithtu li-utammim makārim al-ajlāq (algunas versiones reemplazan makārim con ḥusn y otras con ṣālih, sin alterar el significado) es relatado por Imam Mālik en su Muwaṭṭa’ (Kitāb Ḥusn al-Khuluq) sin isnād, por el Imam Ahmad b. Hanbal en Musnad (núm. 8952; ed. Shuʿayb al-Arna’ūṭ), por al-Bujarī en al-Adab al-Mufrad (núm. 207), y fue calificado como ṣaḥīḥ por numerosos eruditos, incluidos al-Albānī, Ibn ʿAbd al-Barr, y otros.
7Sunan Abu Dawud, no. 5225, clasificado ṣaḥīḥ; la primera parte del hadiz también se informa en Sahih Muslim, no. 17
8 Sahih al-Bukhari, no. 3493.
9 Ibn Ḥajar, Fatḥ al-Bārī (Beirut: Dār al-Maʿrifa, 1379), 6:529, en explicación de Sahih al-Bukhari, no. 3493.
10 Stephen Halliwell, Plato: Republic Book V (Oxford: Oxford University Press, 1993), 3–4, 16.
11 Véase, por ejemplo, Stephen Mitchell y Peter Van Nuffelen, eds., One God: Pagan Monotheism in the Roman Empire (Cambridge: Cambridge University Press, 2010), en particular las contribuciones de Michael Frede y Alfons Fürst sobre el monoteísmo pagano griego y romano sin monolatría: es decir, la creencia en una deidad suprema junto con la adoración de muchas deidades menores, una situación muy similar a la yahiliyyah preislámica. Sin embargo, la mayoría de estos monoteísmos filosóficos tenían una noción deísta de Dios que no tiene poder para intervenir en el mundo, y eso es compatible con la idolatría, nociones que el Islam corrigió.
12 Mi punto no es establecer que estos filósofos fueran de hecho monoteístas, ya que sigue siendo una afirmación discutida. Aquellos como Frede en la última nota al pie que hacen esta afirmación (persuasiva para este autor) solo afirman que Platón y Aristóteles filosofaron su camino hacia la supremacía final de un Dios, pero no se opusieron a la adoración de ídolos.
13 Para una perspectiva occidental sobre el monoteísmo hindú, véase Gavin Flood, Hindu Monotheism (Cambridge: Cambridge University Press, 2020).
14 Ibn Taymiyya, Majmūʿ Fatāwa (Medina: Majmaʿ al-Malik Fahd, 1995), 3:295.
15 Robert Coles, The Spiritual Life of Children (Boston: Houghton Mifflin, 1990).
16 Darel E. Paul, From Tolerance to Equality: How Elites Brought America to Same-Sex Marriage (Waco, TX: Baylor University Press, 2019), en el que un destacado historiador argumenta cómo una pequeña clase gerencial rica en los EE. UU. ha liderado la carga para alterar la moralidad sexual de Estados Unidos.
17 Alasdair MacIntyre, “The Claims of After Virtue”, en The MacIntyre Reader, ed. Kelvin Knight (Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press, 1998), 69.
18 MacIntyre, “Claims of After Virtue”, 69–71.
19 Steven D. Smith, The Disenchantment of Secular Discourse (Cambridge, MA: Harvard University Press: 2010), 38. Presento los términos liberal y secular deliberadamente. La filosofía ética y política dominante de nuestro tiempo es el liberalismo, que defiende la idea de que las libertades y los derechos individuales tienen prioridad sobre cualquier pretensión de verdad. El secularismo es la idea de que la religión debe ser eliminada de la vida pública. El liberalismo requiere secularismo pero no al revés, y existen varias sociedades secularistas no liberales como Rusia, China y algunas dictaduras del Medio Oriente. Debido a la hegemonía del liberalismo y el secularismo, estas actitudes efectivamente ateas hacia las normas éticas a menudo son compartidas y defendidas por personas religiosas.
20 El fenómeno es explorado en «The Deaths of God in Hegel and Nietzsche and the Crisis of Values in Secular Modernity and Post-Secular Postmodernity» del profesor de la Universidad de Vanderbilt William Franke, Religion and the Arts 11 (2007), 215.
21 Friedrich Nietzsche, The Gay Science [translation of the German original, Die fröhliche Wissenschaft] (Leipzig: E. W. Fritzsch, 1887), 181.
22 Sung Ho Ku, «Max Weber», en la Enciclopedia de filosofía de Stanford, 24 de agosto de 2007, actualizado el 27 de noviembre de 2017, https://plato.stanford.edu/entries/weber/.
23 Max Weber, “Science as a Vocation” en From Max Weber (Oxford University Press, 1946 [1919]), 149.
24 Mirza Safwat, “Why Modern Atheists Are Mushriks”, Islam 21C, 25 de octubre de 2021, https://www.islam21c.com/islamic-thought/why-modern-atheists-are-mushriks/.
25 Ver: Biana Bosker, «Why Witchcraft Is On the Rise», The Atlantic, marzo de 2020, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/03/witchcraft-juliet-diaz/605518/. Pero, de manera más general, este ha sido el caso desde el surgimiento de la Ilustración moderna, como se estudia en Jason Storm, The Myth of Disenchantment: Magic, Modernity, and the Birth of the Human Sciences (Chicago: University of Chicago Press, 2017).
26 “Perú: Hallan antigua fosa común de 140 niños sacrificados”, Aljazeera, 4 de abril de 2018, https://www.aljazeera.com/news/2018/4/28/peru-ancient-mass-grave-of-140-sacrificed-children-found.
27 Aquí se documenta un caso excepcional: Nat Hentoff, “A Professor Who Argues for Infanticide”, Washington Post, 11 de septiembre de 1999, https://www.washingtonpost.com/archive/opinions/1999/09/11/a-professor-who-argues-for-infanticide/cce7dc81-3775-4ef6-bfea-74cd795fc43f/. Aquí se ofrece una justificación más típica: “El aborto es la piedra angular de la igualdad existencial de la mujer, una parte inalienable de la cual es la libertad sexual”. Judith Levine, “Hillary Clinton y el derecho incondicional al aborto”, 31 de octubre de 2016, https://bostonreview.net/articles/judith-levine-hillary-clinton-abortion/.
28 Ver Jared Diamond, The World Until Yesterday: What Can We Learn from Traditional Societies? (Nueva York: Penguin Books, 2013).
29 Richard Weikart, Hitler’s Ethic: The Nazi Pursuit of Evolutionary Progress (Nueva York: Palgrave, 2009). Ver también, Michael Rosenwald, “Hitler Hated Judaism. But He Loathed Christianity, Too”, Washington Post, 20 de abril de 2019, www.washingtonpost.com/history/2019/04/20/hitler-hated-judaism-he-loathed-christianity-too/.
30 Jonathan Glover, Humanity: A Moral History of the Twentieth Century (New Haven, CT: Yale University Press, 2012). Las estimaciones son que los soviéticos mataron a sesenta y dos millones de personas (237). En China, además de las purgas del régimen, las hambrunas provocadas por la idea “noble” del Gran Salto Adelante mataron entre veinte y treinta millones de personas (284), y para la Revolución Cultural, las estimaciones varían entre varios cientos de miles y veinte millones.
31 “Al-Qaeda desautoriza a militantes de ISIS en Siria”, BBC, 3 de febrero de 2014, https://www.bbc.com/news/world-middle-east-26016318.
32 Véase, por ejemplo, las diversas cartas enviadas al líder del EI al-Baghdadi, «Scholars’ Open Letter Adds to Chorus of Muslim Leaders Condemning ISIS», Slate, 25 de septiembre de 2014, https://slate.com/news-and-politics/2014/09/muslims-scholars-open-letter-to-isis-baghdadi-caliphate-s-actions-against-qur-an-islam.html.
33 Rahul Mahajan, “We Think the Price Is Worth It”, FAIR, 1 de noviembre de 2001, https://fair.org/extra/we-think-the-price-is-worth-it/.
34 Las cuatro escuelas teológicas del Islam son explicadas de manera brillante e imparcial en Sherman A. Jackson, Islam and the Problem of Black Suffering (Oxford: Oxford University Press, 2009).
35 Ibn al-Qayyim, I’lām al-muwaqqi’īn (Beirut: Dar al-Kutub al-`Ilmiyya, 1991), 3:11.