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Los atributos de Dios como dijo Jesús

En consecuencia, el gobernador, el sacerdote y el rey le rogaron a Jesús para aquietar a la gente, se subiera a un lugar elevado y hablara con la gente. Luego subió Jesús a una de las doce piedras que Josué hizo que las doce tribus tomaran de en medio del Jordán; y él dijo en voz alta: «Dejen que nuestro sacerdote suba a un lugar alto donde pueda confirmar mis palabras». Entonces el sacerdote subió allí; a quien Jesús dijo claramente, para que todos pudieran escuchar: «Está escrito en el testamento y el pacto del Dios viviente que nuestro Dios no ha tenido principio, y Él nunca tendrá fin».

El sacerdote respondió: «Así está escrito allí».

Jesús dijo: «Allí está escrito que nuestro Dios solo por Su palabra ha creado todas las cosas».

«Así es», dijo el sacerdote.

Jesús dijo: «Allí está escrito que Dios es invisible y está oculto a la mente del hombre, ya que es incorpóreo e incomparable, sin variabilidad».

«Así es, verdad», dijo el sacerdote.

Jesús dijo: «Allí está escrito cómo el cielo de los cielos no puede contenerlo, al ver que nuestro Dios es infinito».

«Así dijo el profeta Salomón», dijo el sacerdote, «Oh, Jesús».

Dijo Jesús: «Allí está escrito que Dios no tiene necesidad, por lo tanto no come, no duerme y no sufre ninguna deficiencia».

«Así es», dijo el sacerdote.

Dijo Jesús: «Allí está escrito que nuestro Dios está en todas partes, y que no hay otro dios sino el que destruye y crea, y hace todo lo que le agrada».

«Así está escrito», contestó el sacerdote.

Entonces Jesús, levantando las manos, dijo: «Señor, Dios nuestro, esta es mi fe con la que acudiré a Tu Juicio; en testimonio contra todo aquel que crea lo contrario». Y dirigiéndose a la gente, dijo: «Arrepentíos, porque de todo lo que el sacerdote ha dicho que está escrito en el libro de Moisés, el pacto de Dios para siempre, podéis percibir vuestro pecado; yo soy un hombre visible y un trozo de arcilla que camina sobre la tierra, un mortal como lo son otros hombres. Y he tenido un comienzo, y tendré un final, y [soy] de tal forma que no puedo crear una mosca de nuevo».

Entonces la gente alzó su voz y dijo: «Hemos pecado contra nosotros mismos, Señor nuestro Dios, ten piedad de nosotros». Y rogaron a Jesús, cada uno, para que orara por la seguridad de la ciudad santa, para que Dios en su ira no la entregara para ser pisoteada por las naciones. Entonces Jesús, levantando sus manos, oró por la ciudad santa y por el pueblo de Dios, todos clamaron: «Así sea», Amén.

 

Tomado del Evangelio de Bernabé, Capítulo 95.