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Para Las Mujeres: ¿Por Qué No Dejamos De Juzgarnos?

Escrito por Theresa Corbin

 

Pasé muchos días soñando con risas de bebés recién bañados y perfumados; bebés que serían una combinación perfecta de mis ojos azules y el cabello ondulado y castaño de mi esposo. Eso fue en 2002 y todavía estaba encantada de ser recién casada.

Tenía esperanzas de formar una gran familia. También soñaba con terminar mis estudios y tener una carrera. Pero durante esos primeros años de instalarme en mi matrimonio y en mi vida como nueva musulmana, me quedé en casa, cociné, limpié y estudié el Islam.

Como nueva musulmana, no iba mucho a la mezquita. No entendía de qué se trataba la comunidad real, ni me sentía cómoda allí. A menudo me hacían preguntas intrusivas sobre cuándo iba a tener hijos. Cuando iba, respondía las preguntas de procreación cortésmente diciendo, «cuando Dios quiera».

Eso era si las ambiciosas hermanas que tenían hijos, se encargaban de su hogar, y trabajaban y/o obtenían títulos avanzados, no me preguntaban: «¿Qué haces todo el día? ¡Tu pequeño apartamento debe estar impecable!»

No podía pasar desapercibida la condescendencia que goteaba de sus comentarios. Me sentía como si no fuera nada, como si mis esfuerzos fueran tan insignificantes que yo no importaba.

¿Por qué no dejamos de juzgarnos?

Después de unos años, volví a la universidad y comencé a trabajar. Mi esposo y yo todavía esperábamos y rezábamos para que pronto concibiéramos y proporcionáramos un hogar amoroso a tantos niños como Dios quisiera. Y la gente continuó la línea cansadora de preguntas. «¿Cuándo vas a tener hijos?» Respondía alegremente (tratando de ocultar mi frustración y mi profunda tristeza), «cuando Dios quiera».

Las ambiciosas hermanas me dejaron en paz, ahora que yo estaba “siendo más productiva”, pero comencé a recibir comentarios condescendientes de las hermanas amas de casa, con la melodía de: “Me parece egoísta cuando la gente no tiene hijos” o “Dedicar tu vida a tu familia es muy gratificante”, estas fueron declaraciones que salpicaron conversaciones pasivo-agresivas.

Sentí que no era capaz de ser mujer por no poder concebir. Me hicieron sentir como si ser parte del mundo fuera de mi casa me ensuciara.

Entonces mi vida cambió drásticamente. Una joven madre en la comunidad islámica cayó muy enferma. Estaba sola, incapaz de cuidar a su hija y necesitaba una familia musulmana para cuidar a la niña de cuatro años. Entonces, una amiga en común nos preguntó a mi esposo y a mí si seríamos padres adoptivos de la niña hasta que su madre estuviera bien nuevamente.

Mi esposo y yo aceptamos tímidamente. Y las preguntas sobre cuándo mi esposo y yo tendríamos a nuestro propio hijo se intensificaron. Respondía, exhausta, «cuando Dios quiera». Pero ahora que era esposa, madre adoptiva, estudiante y empleada; La crítica sobre mis elecciones de vida también se intensificaron. Sentía que no podía hacer nada bien.

Mi esposo y yo decidimos inscribir a nuestra hija adoptiva en la escuela islámica local cuando llegó el momento de que ella asistiera al jardín de infantes. Y todos los ojos estaban sobre mí. Si ponía un rollito de fruta (un bocadillo de fruta seca y dulce) junto con sus alimentos saludables en el almuerzo para llevar de mi hija adoptiva, tenía que ser porque no me importaba su salud o nutrición. Si se comportaba mal en clase, tenía que ser porque yo no era una buena disciplinaria y necesitaba pasar más tiempo en casa con ella.

Cada movimiento que hacía parecía ser el incorrecto…para alguien. Y, como había sido el caso todo el tiempo, cada grupo tenía su veredicto religioso para respaldarlos en su crítica sobre mí.

De ama de casa perezosa a mujer egoísta con carrera

Si era ama de casa, algunas pensarían que era floja y que no hacía lo suficiente para ayudar a la comunidad. Si era una estudiante y una mujer de carrera, otras sospecharían que era egoísta y quería mezclarme con los hombres de una manera haram. Si cuidaba a un niño, trabajaba y estudiaba; otras verían todo lo que hacía como inadecuado, diciendo que debería estar en casa cuidando a mi familia.

Hubo muchas, muchas hermanas increíbles que me ayudaron y me respaldaron, pero la minoría, las voces críticas, parecían ensordecedoras. Y me encontré juzgando a las demás como una forma de arremeter contra la frustración.

Estaba haciendo lo mismo que otras me habían hecho, y así continuó el ciclo de condescendencia, crítica y rechazo. Luego me di cuenta de que cambió mi vida y la forma en que la vivo. Me di cuenta de que algunas personas solo critican a otras por el deseo de sentirse validadas.

Todos queremos ser validados. Así que miramos a otros que han tomado las mismas decisiones de vida que nosotros. Y aquellos que tienen diferentes caminos, los vemos como una amenaza para nuestra validación. Así que nos aferramos a personas de la misma formación, carrera, etc., y criticamos a quienes no son como nosotros.

Es muy común, y ocurre entre hombres y mujeres, y personas de todas las religiones.

Pero todos tenemos diferentes caminos a seguir. ¿En qué parte del Corán o la Sunna especifica que todos deben encajar en un molde determinado? ¿Dónde leemos a Dios diciéndoles a las mujeres que no pueden trabajar? ¿Dónde dice el mensajero (la paz sea con él) que estamos obligadas a tener hijos? ¿En qué parte del Corán dice que una mujer no debe buscar conocimiento?

Las Mujeres en el Islam

Al observar nuestra historia islámica, me di cuenta de que había una variedad de mujeres célebres que desempeñaban diferentes roles en la sociedad. Aisha era una educadora, sin hijos, pero madre de todos los creyentes. Jadiya era una mujer de negocios y madre, la primera creyente. Asia fue madre adoptiva de Moisés y ama de casa. Bilqis era una gobernante sabia y poderosa.

Entonces, ¿quién era yo para menospreciar a las demás por tomar un camino diferente al que yo estaba? Esas personas a las que despreciaba, solo necesitaban la aprobación y validación de Dios. Eso era todo lo que yo necesitaba también. Y buscarlo de otros era tan agotador e incluso imposible.

Tomé una decisión consciente para detener el ciclo de rechazo. Y decidí comenzar una revolución de validación en mi propia vida y esperaba que se extendiera a otras mujeres.

Mi camino hacia una revolución de validación dio muchos pasos. Primero, me aseguré de recordarme a mí misma de purificar mis intenciones, hacer cosas solo para obtener la complacencia de Dios.

Entonces, no dejé que los pensamientos negativos se hicieran cargo de mi narrativa interna. Dejé de permitir que las personas negativas me afectaran. Estudié el Islam y aprendí que mis antepasados femeninos rompieron barreras en todos los campos de estudio, eran amas de casa, eruditas religiosas, guerreras, mujeres de carrera y mucho más.

Y finalmente, comencé a animarme a mí y a mis hermanas. Traté de decir solo cosas positivas sobre los esfuerzos míos y de mis hermanas. Dejé de juzgar a otras mujeres según mis propios estándares personales. Y comencé a darme cuenta de que todas están haciendo lo mejor que pueden para su propia situación.

Como mujeres musulmanas, tenemos demasiadas personas, tanto dentro como fuera de la ummah, tratando de decirnos qué hacer y qué es «lo mejor para nosotras». Tenemos que comenzar una revolución de validación y debe comenzar desde adentro. Deberíamos buscar la validación solo de Dios y apoyarnos mutuamente en lugar de ser juzgarnos entre nosotras.

 

Fuente: About Islam