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Convirtiendo Iglesias Y Templos En Mezquitas

Escrito por el Dr. Spahic Omer

 

La Gran Mezquita de los Omeyas en Damasco, Siria. En el sitio de la mezquita había un templo tanto en la época aramea como en la romana. El lugar se convirtió más tarde en una Iglesia dedicada a San Juan Bautista en la época bizantina. Tras la llegada de los musulmanes, la iglesia fue convertida en una mezquita. © Vyacheslav Argenberg / http://www.vascoplanet.com/ / CC BY

 

El interior de la Gran Mezquita Omeya.

 

Una prueba de la larga y colorida historia de la Gran Mezquita Omeya. Una inscripción en latín que se ve en un friso sobre la puerta sur de los temenos (murallas) interiores del Templo de Júpiter que todavía se encuentra como parte del muro donde está la alquibla de la Mezquita.

 

La puerta sur de los temenos interiores del Templo de Júpiter como parte del muro de la alquibla de la Gran Mezquita Omeya que mira hacia el sur. Cuando la Iglesia de San Juan Bautista fue compartida por musulmanes y cristianos, esta puerta funcionó como la entrada principal del edificio. Al entrar a la Iglesia, los cristianos giraban a la izquierda (oeste) para ir a su sección de la Iglesia, y los musulmanes giraban a la derecha (este) para ir a su sección de la Iglesia que funcionaba como una mezquita. (K. A. C. Creswell, Una breve descripción de la arquitectura musulmana temprana, p. 60)

 

La puerta occidental del Templo de Júpiter se encuentra a las afueras del límite occidental de la Gran Mezquita Omeya.

 

El santuario de San Juan Bautista (Profeta Yahia) dentro de la Gran Mezquita Omeya.

Un aspecto intrigante de la evolución temprana de la arquitectura islámica fue el fenómeno de convertir iglesias y templos en mezquitas. Esta preferencia arquitectónica provisional musulmana existió principalmente en las ciudades y asentamientos establecidos a los que llegaron los musulmanes y donde finalmente se establecieron, como por ejemplo, Damasco, Homs y Alepo en Siria, Jerusalén en Palestina y algunas ciudades persas en Irak. K.A.C. Creswell fue tan lejos como para alegar, sin fundamento, que no hay razón para creer que se haya construido una mezquita en Siria sino hasta la época del califa omeya al-Walid b. Abd al-Malik o posiblemente su padre Abd al-Malik b. Marwan. Lo único que los musulmanes tenían durante ese período de tiempo eran las iglesias que habían convertido en mezquitas.

Los historiadores son unánimes al decir que al abrir un nuevo territorio al Islam (fath) y al vencer la resistencia de un enemigo, si hubo alguna, una de las cosas inmediatas que los musulmanes normalmente hacían era hacer un tratado de paz con la población local. En el tratado, a la población local siempre se le daba seguridad de sí misma, de sus propiedades y de sus lugares de culto, siempre estos que no dañaran a los musulmanes, ni obstruyeran la práctica del Islam. Se les prometió que los musulmanes no habitarían y utilizarían ni sus casas ni los lugares de culto, excepto lo que hayan dejado abandonados. Además, los musulmanes siempre aseguraron a los lugareños que no habrá destrucción de propiedad y que nadie se convertirá por la fuerza al Islam. Lo que los musulmanes estaban haciendo, de hecho, era la continuación de las tradiciones del Profeta, las cuales surgieron del contenido del Corán. Es una norma islámica que no puede haber una conversión forzada porque «… la verdad se destaca claramente de la falsedad» (al-Baqarah, 2: 256). Las personas deben practicar la religión de su propia elección.

Según el Corán, además, los musulmanes tienen el deber de proteger los lugares de culto de los no musulmanes que viven bajo su autoridad y permitirles observar sus ceremonias religiosas: «Si Dios no se hubiera servido de algunas personas [creyentes] para combatir a otros [incrédulos], se habrían destruido monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas, en donde se recuerda frecuentemente el nombre de Dios». (Al-Hajj, 22:40).

Cuando el Profeta (as) concluyó un tratado con la gente de Najran, el tratado contenía la siguiente disposición: «Najran y su área vecina están en la seguridad de Dios Todopoderoso y Su Mensajero. La propiedad, las religiones y las iglesias de los habitantes, así como las propiedades, ya sean grandes o pequeñas, están bajo la protección del Profeta».

El Profeta (as) también dijo: «En el Día del Juicio disputaré con cualquiera que oprima a una persona de entre el Pueblo del Pacto, o infrinja su derecho, o le ponga una responsabilidad que está más allá de su fuerza, o tome algo de él contra su voluntad». (Sunan Abi Dawud)

En vista de la naturaleza esencial del Islam, en general, y en vista de las cualidades esenciales de la arquitectura islámica, en particular, convertir iglesias y templos en mezquitas, o simplemente compartirlas con la población local no musulmana, no fue en absoluto un cosa extraña o abominable. Eso se puede explicar de la siguiente manera.

Después del éxodo de algunos de los usuarios y custodios de los edificios mencionados, y después de que los demás abrazaron el Islam, tales edificios perdieron su propósito y función y quedaron prácticamente inactivos. Al perder sus funciones previstas, esos edificios se redujeron a mera materia muerta, contra lo cual el Islam no solo no tiene ninguna razón para expresar ninguna objeción, sino que también lo ve como parte de la naturaleza y de la red universal de existencia y, como tal, como fieles servidores de Dios. Es un principio islámico que absolutamente todo en el universo (excepto un grupo de personas rebeldes) adora a Dios, incesantemente y al unísono, glorificando y cantando alabanzas a Él como Creador, Dueño y Sustentador de todos y de todo. Lo hacen de maneras desconocidas para nosotros.

Poco importaba cómo esas iglesias y templos fueron creados, posicionados y sus espacios organizados, ya que ciertamente podían cumplir con los requisitos materiales moderados de la adoración islámica, por supuesto, después de algunos ajustes menores y después de que algunos elementos sacrílegos hechos por el ser humano habían sido neutralizados o removidos. Es cierto que algunos inconvenientes fueron causados por la conversión de tales estructuras en mezquitas, sin embargo, fueron bastante intrascendentes cuando se compararon con las consecuencias potencialmente repulsivas que se habrían producido si, por ejemplo, se dejaran completamente ociosas o fueran demolidas por el fanatismo religioso, o si algunos edificios nuevos innecesarios se construyeran sobre los cimientos de algunos viejos que fueron demolidos sin sentido. Si se llevaran a cabo algunas de las últimas acciones, algunas de las transgresiones que podrían haberse perpetrado son el despilfarro, la arrogancia, la ostentación, la intolerancia y la mala gestión, todo lo cual el Islam considera como vicios graves. Además, como resultado de cometer algunos de estos errores, las personas en los nuevos territorios se habrían alejado cada vez más del Islam y su llamado. Habrían desarrollado una aversión a él, a los musulmanes y a la comunidad musulmana (Ummah), y a las perspectivas de integración proyectada.

Al evitar la destrucción de la infraestructura en los nuevos territorios musulmanes, especialmente de los lugares de culto, además de hacer un uso completo de ellos para los más nobles propósitos islámicos, es decir, el culto, los musulmanes hicieron dos contribuciones importantes para el bien del futuro del Islam.

En primer lugar, al predicar los valores y las enseñanzas del Islam a los demás, invitándolos a abrazarlos. Los musulmanes lideraron con el ejemplo al aplicar esos valores y principios en sus propios tratos, lo que ciertamente atrajo a los no musulmanes e hizo que la difusión pacífica del Islam y la integración pacífica de otros en el cuerpo de la comunidad musulmana (Ummah) fuera una propuesta mucho más fácil. Definitivamente, destruir iglesias y templos, usados o fuera de uso, habría estado en contra del espíritu mismo del Islam, del que se suponía que los musulmanes no solo debían hablar o escribir, sino también ejemplificar todo lo que hacían.

En segundo lugar, los musulmanes obtuvieron mucho respeto de la población local porque al usar o compartir sus iglesias y templos, demostraron el carácter natural, tolerante y pragmático del mensaje islámico que honra al hombre: su naturaleza primordial y sus innumerables habilidades y talentos intrínsecos, haciendo lo mejor para anutrir y defender la dignidad humana en todo momento. La gente admiraba el hecho de que el Islam no ve a ninguna persona, ni a una cosa ni a un logro humano, como inherentemente malvados. Los malvados son solo las personas, las cosas o los logros humanos que son falsos, viciosos, erróneos y envueltos en la no creencia, el sacrilegio y el pecado. Todas las personas, cosas y logros humanos que han sido contaminados por la no creencia y el pecado pueden volver fácilmente a su estado puro original simplemente quitando y eliminando la capa contaminada. En el Islam, se deduce que todos y cada uno posee un potencial para cambiar, o para ser cambiado, y para ser corregido. Las condiciones actuales en una comunidad y sus propensiones y logros culturales y de civilización no son en modo alguno un obstáculo para alcanzar los objetivos de cambio y mejora. Decir lo contrario claramente contraviene la quintaesencia del ethos islámico.

Por lo tanto, al apropiarse o incluso compartir las iglesias y templos de la población local que los necesitaban cada vez menos, los musulmanes manifestaron su máximo respeto por la humanidad de esas personas, así como su aprecio por las valiosas hazañas culturales y de civilización de estos últimos. Además, mientras ofrecían a los lugareños la oportunidad de un nuevo comienzo espiritual refrescante en el Islam, los musulmanes expresaron su abierta negativa a emitir un juicio de fracaso o pérdida sobre cualquier persona o cosa. Dios es el único y supremo Juez en asuntos relacionados con el fracaso o el éxito final. La gente admiraba, además, que la ideología de la cual se originaron prácticas tan espléndidas, era practicada de manera plena y transparente en medio de ellos y frente a sus propios ojos por las personas que se veían a sí mismas no como conquistadores o invasores pretenciosos, sino como meros servidores de Dios a los que se les confió la tarea de transmitir el mensaje universal celestial al resto de la humanidad, sabiendo muy bien que una misión tan trascendental solo podría cumplirse a través de las formas y los medios anclados en los principios de sabiduría, consejos sabios, interacciones tolerantes y diálogo.

Las iglesias y templos que fueron transformados en mezquitas básicamente conservaron su forma original, pero sus funciones y roles en las nuevas circunstancias cambiaron por completo.

 

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Este artículo es un extracto del libro del autor: «Islamic Architecture: Its Philosophy, Spiritual Significance & Some Early Developments» (Arquitectura islámica: su filosofía, significado espiritual y algunos desarrollos tempranos)

 

Sobre el Dr. Spahic Omer

El Dr. Spahic Omer, autor galardonado, es profesor asociado en la Kulliyyah de Conocimiento Revelado Islámico y Ciencias Humanas, Universidad Internacional Islámica de Malasia (IIUM). Estudió en Bosnia, Egipto y Malasia. En el año 2000, obtuvo su doctorado en la Universidad de Malaya en Kuala Lumpur en el campo de la historia y la civilización islámica. Sus intereses de investigación abarcan la historia, cultura y civilización islámica, así como la historia y la teoría del entorno construido islámico.