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El Profeta Muhammad va a Ta’if: el día más difícil de su vida

¿Caminarías ochenta kilómetros para transmitir el mensaje del Islam a la gente de otra ciudad?

Esto es lo que hizo el Profeta Muhammad (la paz sea con él) en el décimo año de la revelación. Se lo conoce como el año del duelo. Su esposa Jadiya y su tío Abu Talib acababan de fallecer (ver Parte 9).

Al quedar sin protección en La Meca, (la paz sea con él) caminó hasta Taif para invitar a su gente al Islam.

Fue un viaje difícil, ya que la ciudad de Taif es una zona de alta montaña. Es una zona exuberante de palmeras, frutas y verduras a unos 80 kilómetros al sureste de La Meca. Sus temperaturas son más bajas que las de la Meca, pero llegar allí no fue fácil.

El Profeta (la paz sea con él) viajó con su compañero, Zayd ibn Harithah. Al llegar, lo primero que hizo fue reunirse con los líderes locales de la ciudad. Presentó su mensaje a los jefes de la tribu Thakif, que eran tres hermanos. Luego, los invitó al Islam.

Los tres rechazaron la invitación y respondieron de la manera más sarcástica. Aunque entristecido por lo que dijeron, el Profeta (la paz sea con él) no se rindió ni perdió la esperanza. Algunos informes sugieren que pasó casi una semana en Taif después de esta reunión llamando a su gente al Islam.

Ataque traumático y hermosa súplica

Nadie en Taif aceptó su llamada. Sin embargo, hacia el final de su estadía, algunas personas parecían dispuestas a aceptar su invitación y convertirse al Islam. Los líderes de Taif se enfurecieron con esta noticia. Enviaron una multitud de jóvenes para atacar al Profeta (la paz sea con él) y apedrearlo.

Desafortunadamente, el ataque tuvo éxito. La turba obligó al Profeta Muhammad (la paz sea con él) y a Zayd a salir de la ciudad. Ambos hombres fueron heridos por las piedras que les arrojaron y sus pies estaban cubiertos de sangre.

Caminaron alrededor de 8 kilómetros en estado de trauma por lo sucedido. Fuera de Taif, llegaron a un jardín con árboles donde se sentaron a descansar y recuperarse del impacto. Fue allí donde el Profeta Muhammad dijo su famosa súplica a Dios:

¡Oh Al-lah! Solo a ti me quejo de mi impotencia, la escasez de mis recursos y mi insignificancia ante la humanidad. Eres el más Misericordioso de los misericordiosos. ¡Tú eres el Señor de los indefensos y los débiles, oh Señor mío! ¿En manos de quién me abandonarías? ¿En manos de un pariente lejano y poco comprensivo que me frunciría el ceño malhumorado, o del enemigo al que se le ha dado el control de mis asuntos? Pero si Tu ira no cae sobre mí, no tengo de qué preocuparme.

Busco protección en la luz de Tu Rostro, que ilumina los cielos y disipa las tinieblas, y que controla todos los asuntos en este mundo así como en el Más Allá. Que nunca sea para que yo provoque Tu ira, ni para que te enojes conmigo. Y no hay poder ni recurso, solo Tuyo. (El néctar sellado)

Esta súplica poderosa y hermosa es un recordatorio de que el duaa es el arma de un creyente. Dios respondió de inmediato a la súplica del Profeta y sucedieron dos cosas.

Un regalo de uvas

Dos hombres ricos de La Meca vieron al Profeta (la paz sea con él) descansando a la sombra del árbol. Habían presenciado lo sucedido en Taif y sintieron pena por él, por lo que le enviaron unas uvas con su criado. Era un joven, Addas, que era nazareo (un creyente en Jesús como profeta de Dios).

El Profeta (la paz sea con él) aceptó el regalo. Antes de comer las uvas, dijo en voz alta, «Bismil-lah» (En el nombre de Al-lah). Estas palabras atrajeron la atención de Addas, quien dijo que la gente de aquí no usaba estas palabras. El Profeta Muhammad (la paz sea con él) le preguntó de dónde era. Addas respondió que era de Nínive (una ciudad en Irak).

El Profeta (la paz sea con él) preguntó:

¿Perteneces a la ciudad de Jonás, hijo de Mateo (Yunus ibn Matta)?

Addas dijo: «Sí». Estaba asombrado por la pregunta, ya que los árabes no sabían de Jonás.

Entonces el Profeta Muhammad (la paz sea con él) dijo:

Él es mi hermano. Él era un profeta y yo también.

Addas besó las manos y los pies del Profeta Muhammad (la paz sea con él). Luego regresó con sus amos.

Ángeles descienden

Después de este incidente y esta hermosa súplica, el Profeta Muhammad (la paz sea con él) y Zayd continuaron su viaje de regreso a casa. El ángel Gabriel se acercó a él en un lugar antes de la Meca llamado Qarn Al-Manazil y le dijo:

“Al-lah ha escuchado lo que tu gente te dice y cómo te rechazan. Ha ordenado a los ángeles de las montañas que obedezcan todo lo que les digas que hagan».

El ángel de las montañas lo saludó y dijo:

“Envíame a hacer lo que desees. Si lo deseas, los aplastaré entre las dos montañas de La Meca».

El Profeta (la paz sea con él) dijo:

Más bien, espero que Al-lah haga brotar de sus lomos a aquellos que adorarán a Al-lah solo y no asociarán nada con Él. (Al-Bujari)

El Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) podría haber pedido que acabaran con los jóvenes que lo apedrearon. Pudo haber pedido lo mismo de sus intolerantes padres. ¡Pero no lo hizo! Nunca se vengó de sí mismo. Más bien, él era una misericordia para el mundo y solo quería la guía y lo que era mejor para su gente.

¿Qué pasó después?

El Profeta (la paz sea con él) y Zayd lograron volver a entrar en La Meca. A esto le siguió el viaje nocturno a Jerusalén y su ascensión al cielo. Ambos eventos se detallarán en la próxima parte de esta serie in sha’ Al-lah.

Así que estén atentos…

 

Fuente: About Islam