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¿Epidemias en el Corán? El profeta Ezequiel y la plaga en Dāwardān

Por Hassam Munir

 

¿El Corán menciona alguna epidemia? Muchas traducciones del Corán han traducido la palabra rijz como “plaga”; esta palabra aparece nueve veces en el Corán. Sin embargo, “plaga” es solo una posible interpretación de rijz; puede referirse a “plaga, inmundicia, abominación, culpa, insinuación del diablo, adoración de ídolos”. [1] Se dice que el Profeta Muhammad (ﷺ) dijo: “La plaga es un rijz, un castigo con el que Dios castigó a los que los precedieron”. [2] Dos de los puntos que se afirman en esta narración son que (1) la plaga (tāʿūn) es una forma posible de rijz, y (2) que la plaga afligió a naciones pasadas. Sin embargo, que yo sepa, no hay referencias explícitas a ninguna de estas epidemias en el Corán.

Pero hay al menos una referencia implícita conocida a las epidemias. Los comentaristas del Corán han dicho que el contexto de 2:243 es una epidemia: ¿Acaso no reparan en los que dejaron de a miles sus hogares por temor a la muerte? Pero Dios les dijo: «¡Mueran igual!» Y luego los resucitó. Dios favorece a la gente, pero la mayoría no Le agradece. [3]

Muchos detalles de esta historia se remontan al compañero del Profeta ʿAbdullāh ibn ʿAbbās, conocido como habr al-ʿummah («erudito de la comunidad») debido a la profundidad de su conocimiento. En el período anterior a la llegada del Profeta Jesús *, los creyentes de la época (es decir, los judíos) fueron probados con una epidemia de peste en Dāwardān, un pueblo cerca de Wāsit en Irak. Hubo un desacuerdo en el pueblo sobre el mejor curso de acción; algunas personas decidieron abandonar el pueblo para tratar de escapar de la enfermedad, mientras que otras optaron por quedarse. La mayoría de los que se habían quedado murieron a causa de la peste, mientras que muchos de los que habían huido sobrevivieron. Entonces, cuando los sobrevivientes regresaron a Dāwardān, todos acordaron que si la epidemia volviera a ocurrir, todos deberían huir. Y eso es exactamente lo que hicieron cuando eso sucedió.

Dejaron Dāwardān y huyeron a un valle donde creían que encontrarían refugio de la plaga. Sin embargo, allí Dios decretó que todos debían morir, por lo que ordenó: “¡Mueran!”, y cayeron muertos. Pasó un tiempo y sus cuerpos comenzaban a descomponerse cuando el Profeta Ezequiel * pasó junto a sus restos y los miró con asombro. Entonces Dios le preguntó si le gustaría verlos devueltos a la vida; en algunas narraciones, fue el mismo Ezequiel quien lloró e hizo una duaa: “¡Oh Señor! Yo pertenecía a un pueblo que te adoraba y te recordaba, pero ahora estoy solo; no tengo gente. Sin embargo, si así lo deseas, puedes revivir estos cadáveres, y poblarán Tus ciudades y te adorarán”. En cualquier caso, las personas fueron devueltas a la vida, regresaron a sus hogares y vivieron sus vidas hasta que fallecieron como estaban destinadas. [4]

Sorprendentemente, hay un reconocimiento implícito de tres puntos en esta historia:

  • contagio (es decir, la capacidad de la enfermedad de propagarse de una persona a otra)
  • la importancia de practicar estrictamente alguna forma de cuarentena para prevenir el contagio
  • la importancia de tener en cuenta que la vida y la muerte son, en última instancia, con el permiso de Dios, y desobedecer las instrucciones de Dios no salvará a una persona del decreto de Dios

Cuando son leídas junto con las instrucciones del Profeta (ﷺ) [5] de que los animales sanos y enfermos no deben beber agua juntos y que aquellos en un área afectada por una epidemia no deben abandonar esa área, es seguro asumir que entre estas instrucciones también les fue dada alguna forma de cuarentena o autoaislamiento a naciones anteriores (por ejemplo, la gente de Dāwardān), y cuando desobedecieron y se fueron, se les dio un recordatorio muy fuerte de que no se puede huir de Su decreto.

Además de esta aleya, hay otro ejemplo en el Corán que algunos eruditos no musulmanes han tratado de interpretar como una referencia a una epidemia. Esta es la historia del general etíope Abrahah y su intento de ataque (con un elefante) a la Kaaba en La Meca. Está descrito en la Sura al-Fil (105:1-5): “¿No has observado lo que hizo tu Señor con el ejército del elefante? ¿No has visto cómo desbarató sus planes [de destruir la Ka‘bah]? Y envió sobre ellos bandadas de aves que les arrojaron piedras de arcilla dura, y los dejó como heno carcomido”.

La interpretación de Lawrence Conrad es, para mí, más que nada una curiosidad; el Corán es bastante explícito acerca de cómo fue destruido el ejército de Abrahah. Los eruditos anteriores a Conrad especularon que el ejército de Abrahah en realidad pudo haber sido destruido por una mini-epidemia de viruela, o posiblemente de peste bubónica. [6] Basaron esto en informes que se remontan a Mujāhid (m. 722), ʿIkrimah (m. 723) y otros narradores de hadices de su tiempo; estos informes están registrados en Tarīkh al-Tabarī y Kitāb al-Tabaqāt al-Kabīr de Ibn Saʾd. Sin embargo, estas fuentes mencionan la propagación de enfermedades epidémicas esta vez como una coincidencia; Tabarī, por ejemplo, informó que “la primera vez que se vio sarampión y viruela en la tierra de los árabes fue en ese año”. [7] También se ha sugerido que el elefante, Mahmūd, se negó a liderar la carga el día de la batalla porque “sufría ampollas y pústulas”; ¿Podría el elefante haber sido debilitado por una enfermedad infecciosa? [8]

 

 

Fuente: iHistory

 

 

Notas

* ʿalayhi s-salām (la paz sea con él)

[1] Elsaid Badawi y Muhammad Abdel Haleem, Arabic-English Dictionary of Qur’anic Usage (Leiden: Brill, 2010), 348; también es importante tener en cuenta que «plaga» solo se refiere a un tipo particular de epidemia, como se analiza aquí (artículo próximamente) con más detalle.

[2] Ismāʿīl ibn ʿUmar ibn Kathīr y Safi ur-Rahman al-Mubarakpuri (ed.), Tafsīr Ibn Kathīr (Abreviado), Volumen 1 (Riyadh: Maktaba Dar-us-Salam, 2003), pág. 241; Ibn Kathīr informa de Ibn Abī Hātim (1:186) y an-Nasā’ī (As-Sunan al-Kubrā, 4:362).

[3] Las traducciones del significado del Corán en este artículo se tomaron del Profesor Sheij Isa García.

[4] Abū Ishāq Ahmad ibn Muhammad ibn Ibrāhīm al-Thaʾlabī y William M. Brinner (trad. y ed.), ʿArāʾis al-Majālis Fī Qasas al-Anbiyāʾ o “Lives of the Prophets” (Leiden: Brill, 2002), 415-17; Aisha Bewley (trans.), Tafsīr al-Qurtubī: Classical Commentary of the Qur’an, Volume 1 (Londres: Dar Al Taqwa, 2003), 625-6; véase también Ismāʿīl ibn ʿUmar ibn Kathīr y M.I.H. Qureshi (trad.), Stories of the Prophets (Nueva Delhi: Millat Book Centre), 231-2.

[5] Estos se discuten con más detalle aquí (artículo próximamente).

[6] Lawrence I. Conrad, The Plague in the Early Medieval Near East, tesis doctoral (Nueva Jersey: Universidad de Princeton, 1981), 149.

[7] C.E. Bosworth (trad. y ed.), The History of al-Tabarī, Volume V: The Sāsānids, the Byzantines, the Lakmids, and Yemen (Albany, NY: State University of New York Press, 1999),235 .

[8] Ibíd., 235, n. 579.

 

Acerca de Hassam Munir

Hassam es el fundador del proyecto iHistory y el escritor principal de ese blog. Está cursando una maestría en Historia del Medio Oriente de la Universidad de Toronto. Es investigador en Yaqeen Institute for Islamic Research. Ha dado conferencias en Canadá y Estados Unidos, y su trabajo ha aparecido en varios medios.